Ya no sé qué dice aquel que dice hablar por mí / y no le compro al mercader de las ideas. / Las espadas que trafica bajo el manto del poder/ que enfrenta al pobre contra el pobre en esta arena.
Maquillados y vestidos con trajes de colores, cantan a voz en cuello y bailan al ritmo de una filosofía hecha música, temas satíricos donde se mofan de las “luchas de clases” en la era de internet y toman en broma las causas perdidas. Una de las misiones imposibles: “defender a Bolsonaro”. Divididos en proletarios y burgueses, el contrapunto pone al descubierto que los deseos y convicciones de uno y otro grupo no son tan opuestos. Y que si no hay señal de wifi, la revolución no puede llevarse a la práctica.
Ante un Teatro Mercedes Sosa colmado, la murga uruguaya Agarrate Catalina deplegó su arte, que proviene de los carnavales de un siglo atrás y que se convirtió, al subir desde la calle al escenario, en una expresión exquisita en lo poético y musical, sin abandonar el ritmo contagioso que hace bailar en las butacas y descargar la emoción con las palmas. Cuando invitaron a corear el “larairará” del tema “Lo que el tiempo me enseñó”, la gente respondió con un entusiasmo que llenó las gargantas. “El tiempo me enseñó que los valientes / escribirán la historia con su sangre, / pero la historia escrita de los libros / se escribe con la pluma del cobarde”, dice la letra de Tabaré Cardozo. Su hermano Yamandú advirtió sobre un lenguaje duro, antes del clásico “La violencia”: “Yo soy el error de la sociedad, / soy el plan perfecto, que ha salido mal. / Vengo del basurero que este sistema dejó al costado, / las leyes del mercado me convirtieron en funcional”. Al final salieron mezclados con el público, que los abrazó, se sacó fotos con ellos y les transmitió su cariño y admiración.