En materia de infraestructura deportiva, Tucumán dio varios pasos atrás en los últimos años. Poco se hizo, la mayoría de los casos sólo como procesos de ampliación, renovación o recuperación de lo ya existente. Pero, en nuevas obras, la carencia es preocupante. Y, si se compara esta situación con la que se viene dando en Santiago del Estero, el caso toma un perfil decepcionante.

Hace exactamente seis años se inauguró el estadio de hockey de Natación y Gimnasia, la última obra nueva de cierta envergadura. Quizás también se pueda anotar el nuevo campo de juego de fútbol del club San Jorge, que se abrió en 2017, incluidas construcciones anexas para otras disciplinas. Debe valorarse también la ampliación de la capacidad del estadio de Atlético con flamantes bandejas; las instalaciones del complejo de Monteros Voley; los esfuerzos del hockey por sumar superficies sintéticas y del golf para mantener campos impecables. Además, por qué no, la tarea de numerosos clubes provinciales de diversas disciplinas, que se esfuerzan por mejorar la infraestructura que les ofrecen a sus asociados.

Pero en Tucumán, hablar de grandes obras para el deporte parece haberse convertido en un tema prohibido. Pasa el tiempo y los gobiernos; se suceden las crisis económicas y sociales mientras se administra en una escasez de recursos; se transita el día a día a caballo de una falta de políticas públicas y privadas para dotar a las siempre pujantes disciplinas deportivas tucumanas de lugares a la altura de los tiempos.

Hay carencias a raudales. Basta con ver lo que los santiagueños fueron armando, para entender nuestra realidad. Autódromo; natatorio olímpico; pista de BMX; cancha de golf internacional; pista de atletismo; estadio de fútbol para 28.000 espectadores sentados. Esas infraestructuras se sumaron a la oferta nacional desde la vecina provincia. Y también se proyectaron a lo internacional, porque por allí pasaron MotoGP y Mundial de Turismo; mundiales de BMX; el PGA Tour Latinoamérica. Incluso puede hacerlo la Copa América de fútbol (aunque esta posibilidad parece haberse alejado).

Para Tucumán, hoy, es muy difícil pensar en recibir partidos internacionales como los que juega la Selección en las Eliminatorias. O albergar algún día una fecha del Rugby Championship con Los Pumas. Tampoco es sencillo pretender recibir a las selecciones de voley (en la Liga Mundial), de básquet o de handball, por citar los deportes de mayor interés. Sólo Las Leonas y Los Leones tienen cabida en la provincia. Y algún otro acontecimiento deportivo, como el Trasmontaña de mountain bike, la carrera de lanchas F1 Power Boat y el Mundial de parapente -por citar algunas-, que se valen de los magníficos escenarios naturales de la provincia para poder desarrollarse.

¿Qué se piensa hacer en los próximos años? Sólo rumores. Vale decirlo: sin una política deportiva válida para acontecimientos de envergadura, la inercia establecida en los últimos años fluctuó entre deseos de buena voluntad, anuncios que mueren apenas se los formula -como el caso del Estadio Único en Banda del Río Salí- y la falta de ideas sobre inversiones.

A contrapelo de esta triste realidad, el deporte tucumano se resiste. Con el orgullo propio de ser, de estar, de medirse, de mostrarse, va al frente con la inagotable voluntad de quienes lo alimentan día a día. Mientras, espera que surjan nuevas motivaciones que le permitan mantener el impulso y el entusiasmo. Ya sea en forma de apoyo serio y responsable, ya sea con formato de nuevas estructuras que le sirvan como base de operaciones.