La destrucción de la más rica herencia industrial de nuestra provincia está ocurriendo ante nuestros ojos y es un problema de todos. De las varias industrias que tomaron asiento en nuestra provincia (la textil, la metalmecánica, la citrícola), la azucarera es la que nos forjó una identidad local y nacional.
La industria del azúcar de caña es nuestra industria madre, la que determinó nuestro ADN cultural durante más de cien años ¿Cómo es posible que abandonemos a su suerte semejante legado? Hay casos dramáticos, como la desaparición casi total de parque fabril de Santa Ana; o el funesto destino del símbolo más destacado del barrio Amalia, cuya chimenea fuera derribada por los mismos vecinos hace pocos años; por último, mencionemos la destrucción del portal de entrada al antiguo ingenio “El Paraíso”, en la comuna de Delfín Gallo, pocos años después de haber sido declarado Lugar Histórico por decreto de la Nación.
Entre muchos más, estos son hechos lamentables. Irreparables.
Hace un par de semanas, en un encuentro titulado “Patrimonio industrial: ¿Por qué y para qué?”, la especialista en patrimonio, Gracia Dorel-Ferre, subrayó el entramado de injerencias en el asunto de la historia industrial, que no se agota en la función del Estado, y el rol activo que tienen que cumplir cada una de esas comunidades en el rescate de su memoria.
La noción de patrimonio que intentó instalar entre los presentes, involucra no sólo la conservación de edificios (idea a la que estamos habituados) sino a otros elementos de la vida industrial. Tampoco se reduce a la preservación, sino que incluye también la educación y el estudio de los distintos factores que formaron parte de la actividad. Si lo entendemos así, este legado, estaría formado por un sinnúmero de elementos, materiales e inmateriales, y su abordaje redundaría en una apertura a formalizar memorias plurales e inclusivas. Para no perdernos en esa vorágine, la experta recomienda dar un primer paso, que es la catalogación de estos bienes.
En el encuentro, realizado en la Alianza Francesa, estuvieron presentes personalidades de diferentes áreas de la cultura y el patrimonio. Académicos, estudiantes, escritores, divulgadores, funcionarios, empresarios. El arco de lo público y lo privado estuvo bien representado y todos pudieron intervenir en esta exposición que tuvo mucho de propuesta aunque poco, por ahora, de compromiso. Por algo se empieza.
Si con estas acciones queda claro que hablamos de una presencia patrimonial que incluye a la mayor parte de los municipios tucumanos, podríamos considerar la prioridad de este tipo de emprendimientos, justo ahora cuando el Ministerio de Educación está intentando poner en marcha el estudio de la historia local.
Si algo deja claro y pone en valor este tipo de encuentros es que, de las muchas nociones de patrimonio que están dando vueltas en Tucumán, casi todas se ciñen a bienes edilicios de nuestra capital, mientras el extendido patrimonio rural que, por otro lado, abarca un amplio rango de capas sociales, está abandonado a su desintegración.
Es patrimonio de toda la provincia. En la mayoría de los casos podríamos aplicar las palabras del decreto que intentaba en vano proteger los restos del ingenio “El Paraíso”, pues “son uno de los últimos vestigios que identifican el esfuerzo y el espíritu de sacrificio de aquellos pioneros que contribuyeron a la grandeza del país”.