El intendente Germán Alfaro comienza su segunda gestión con un gran desafío, sumamente complicado en épocas de arcas vacías para el Estado: encarar un plan integral de reparación de las deterioradas calles pavimentadas de San Miguel de Tucumán. Calles y avenidas de la ciudad están plagadas de baches, irregularidades, badenes y lomadas que el tiempo y la falta de mantenimiento causaron. El paisaje se completa con derrames de líquidos cloacales y de agua potable. Así, el asfalto en mal estado y los charcos putrefactos conforman un cóctel que, además de convertirse en un riesgo para conductores y peatones, transforman el tránsito diario en la capital en una rutina de disgustos, enojos, quejas y daños frecuentes en los vehículos.
Es cierto que en la primera etapa de su mandato, la actual gestión municipal encaró un plan de repavimentación de calles y avenidas. La Juan B. Justo es un ejemplo de los trabajos realizados. El 1 de marzo de este año, durante el acto de apertura de sesiones del Concejo Deliberante, el intendente incluso anunció un nuevo programa de recuperación en 50 arterias del microcentro de la ciudad.
Según datos de la Municipalidad, en la ciudad hay unas 10.000 cuadras, de las cuales 4.500 están pavimentadas. El resto, oscila entre trabajos de enripiado consolidado y huellas de tierra que, con las lluvias, se vuelven intransitables. Prácticamente no hay calle en la que el asfalto está perfecto, a menos que sea una cuadra recién pavimentada. Apenas cumplen un breve ciclo, ya comienzan a exhibir imperfecciones que en algunos casos podrían dar lugar a accidentes o emergencias. Tal es el caso de la calle Córdoba, que en su tramo más congestionado, en el microcentro capitalino, presenta hundimientos recurrentes. En el municipio atribuyen estos problemas al suelo y a las corrientes subterráneas. Y, desde luego, a la Sociedad Aguas del Tucumán y su red de vetustas cañerías.
Las vías de comunicación centrales de la ciudad, como las avenidas Mate de Luna, Roca y Belgrano, también llenas de baches y deformaciones del pavimento. Esto encierra, además, otro peligro: los vehículos deben zigzaguear y frenar de manera constante para evitar los baches y las lomadas, y obligan a ciclistas y a motociclistas a bruscas maniobras. La República del Líbano es, quizá, uno de los ejemplos de mayor desidia estatal. Justo enfrente del penal de Villa Urquiza, el asfalto presenta surcos provocados por los cauces de agua. La zona, además, es motivo de quejas permanentes de la comunidad educativa del Colegio Don Orione, que se encuentra en la esquina homónima.
Mientras tanto, la Municipalidad y la SAT cruzan críticas. A fines de 2018 un estudio con georradar encargado por el municipio determinó que las causas de 111 hundimientos era de la empresa encargada del servicio de agua potable y cloacas. Pero además de culpas, no se habla nunca de responsabilidades compartidas y de la necesidad de coordinar tareas constantemente. La falta de financiamiento es uno de los argumentos históricos de la SAT. El nuevo gerente general de la firma, Augusto Guraiib propuso cambiar la red de agua y cloacas de San Miguel de Tucumán, una obra que supera los U$S 25 millones. En definitiva, la falta de mantenimiento y la falta de obras siguen siendo los problemas centrales de las administraciones, tanto municipal como provincial. Los arreglos se hacen a las apuradas y ante una emergencia, y no con la mirada puesta en el largo plazo. Esa es la cultura que deben repensar los responsables de administrar la cosa pública.