Quedarse en casa lo máximo posible; mantener el distanciamiento social; lavarse las manos con frecuencia, toser sobre el pliegue del codo y comunicarse con sanidad ni bien se tenga algunos síntomas de la coronavirus. Según la Organización Mundial de la Salud, esas son las principales recomendaciones para intentar hacerle frente a una pandemia que no le da respiro al mundo.
En pocas palabras, las mejores armas para contrarrestar una enfermedad a la que los mejores científicos no pueden encontrarle la cura, son el orden, la educación, la obediencia y el respeto.
Grecia tiene casi 11 millones de habitantes y una cultura casi perfecta del orden y del respeto. En base a ello, también pudo frenar la propagación del covid-19 diferenciándose de varios de sus vecinos europeos que sufrieron, y siguen casi de rodillas ante la pandemia.
“Desde el primer día en el que hubo un caso de coronavirus, la gente tomó muy en serio la cuestión. Respetó las decisiones y siguió al pie de la letra las recomendaciones”, cuenta en diálogo con LG Deportiva Augusto Max, volante tucumano que desde mediados de 2019 vive en la ciudad de Volos y juega en un equipo de idéntico nombre.
El primer fin de semana de marzo, Volos NFC completó una aceptable fase clasificatoria en su primera temporada en la máxima categoría griega; quedando a unas pocas unidades de clasificarse para los playoffs. Sin embargo, allí también el fútbol tuvo que decir basta y desde entonces la pelota continúa quieta.
Volos está ubicada a poco más de 300 kilómetros al norte de Atenas, capital del país y una las zonas más afectadas. “Acá está todo bastante tranquilo, no hubo tantos casos como en Atenas o Salónica”, asegura Augusto repitiendo que la altísima obediencia tuvo un gran aporte en este tema. “En esta ciudad vive mucha gente mayor que es propensa al virus. Es por eso que se tomaron muchas medidas y nadie minimizó la enfermedad. El respeto y el cuidado estuvieron en todo momento”, agrega.
La cuarentena no se corta por nada del mundo en Grecia. Al día de hoy ya son 28 los días de aislamiento social obligatorio; una medida que parece haber logrado mantener estable la curva de contagio. El primer caso de coronavirus en ese país se dio el 26 de febrero y en 41 días los números de infectados son bastante más alentadores que en mucho de los países del Viejo Continente: hasta el momento se registraron 2.114 casos confirmados y hubo 98 muertos.
“Desde que empezó todo hubo un solo caso y no se propagó, lo que quiere decir que se hicieron muy bien todas las cosas. Vivo con mi novia, pero justo unas semanas antes de que explote todo habían venido de visita mi mamá y mi suegra; y siguen acá, aún no pudieron regresar. Están hace casi un mes viviendo con nosotros, en cuarentena”, agrega el volante central surgido de las divisiones inferiores de San Martín.
Durante la charla, Max indaga sobre cómo es la situación en Tucumán. Acá tiene sus raíces y dejó muchos familiares. Por eso está tan pendiente de lo que pasa en el día a día. “Por suerte mi familia está fuera de peligro, respetando la cuarentena de manera total. Eso me deja tranquilo”, explica, sin dejar de preocuparse por la realidad del país. “Me duele que haya personas en situación de pobreza extrema y que en esas condiciones tengan que cuidarse del virus. Está es una realidad que todos deben tener en cuenta y ayudar”.
Más allá de la preocupación que provoca el momento, él se muestra feliz con su nueva vida. Llegó a un país y a una Liga nueva, se afianzó y logró el objetivo en su primera temporada. “Es una cultura y un fútbol totalmente diferente. Al principio me costó adaptarme porque el fútbol argentino es más pasional y temperamental y acá no se lo vive de esa manera. Hay mucha menos presión. A su vez, el nivel es altísimo y muy competitivo. Creo que es un salto de calidad en lo futbolístico”, agrega “Jefecito”, “chocho” con su presente en una ciudad que mezcla un paisaje paradisíaco: montañas y mar. “La vida es muy tranquila y se vive bien. Es todo muy hermoso”.
Pasó casi un año desde su partida, pero con la vorágine del deporte casi no tuvo tiempo de pensar. Eso sí, ahora tiene de sobra. Sin actividades y pese a que momentáneamente está acompañado por algunos de sus seres queridos, el desarraigo comienza a hacerse sentir. “Se extrañan pequeñas cosas, como comer un asado con amigos o tomar mates con mi vieja. Pero la verdad es que se vive muy bien y el fútbol es muy lindo”, concluye Max, feliz por el gran paso que dio en su carrera, pero con un sabor agridulce por una pandemia que sigue sembrando pánico en cada rincón del mapa.