En el estudio preliminar de “El puente”, Fabián Soberón plantea la la cuestión del canon literario, en especial sobre los dispositivos que llevan a su conformación. “En Argentina, el centro de edición, crítica, distribución, lectura, zona de habilitación, legitimación y consagración de los escritores está en Buenos Aires -apunta-. Pero el problema no es que haya un centro. El problema es ver cómo se hace para activar otras zonas de circulación, decisión, legitimación y consagración de los libros y de los escritores”.

En ese sentido, “El puente” representa un genuino esfuerzo por reconfigurar esa cartografía apelando a la más directa de las herramientas. El libro, publicado en formato digital el fin de semana pasado, reúne 25 cuentos de autores tucumanos. La selección sorprende por lo heterogénea, ya que en sus páginas dialogan escritores y escritoras de las más diversas trayectorias, generaciones, estéticas y orientaciones narrativas.

MARÍA BELÉN AGUIRRE.

“Una parte de la crítica (académicos y periodistas, reseñistas y comentadores) suelen repetir lo que dicen los críticos poderosos (podríamos decir así, los críticos que toman decisiones fuertes desde las editoriales comerciales y no comerciales) -sostiene Soberón-. Entonces, se arma una larga cadena y la crítica funciona como una repetidora de mecanismos, como una máquina automática y consagratoria. A la vez que sucede esto todos los días, los meses y los años, quedan zonas de respiro, donde los lectores hacen lo que quieren y leen lo que quieren. Creo que a través de esa rendija, de esa posible zona de respiro, podemos pensar en la conformación de un mapa de lectura que albergue los libros de las otras narrativas”.

ELVIRA ORPHÉE.

A esa “zona de respiro” la habitan en este caso Tomás Eloy Martínez, Juan José Hernández, Hugo Foguet, Elvira Orphée, Julio Ardiles Gray, Dardo Nofal, Sara Rosenberg, Rogelio Ramos Signes, Daniel Dessein, Eduardo Rosenzvaig, Samuel Schkolnik, Alberto Rojo, Horacio Elsinger, Máximo Chehín, Gabriel Guanca Cossa, Florencia Méttola, Alejandro Nicolau, María Lobo, Jorge Estrella, Sebastián Ganzburg, César Di Primio, María Belén Aguirre, Osvaldo Fasolo, Lorenzo Verdasco y Santiago Garmendia.

MÁXIMO CHEÍN.

La diversidad de estilos y de temáticas que propone “El puente” se alimenta con la elasticidad que permite lo digital. El objetivo es renovar año a año la antología para darles cabida a más voces tucumanas. El libro puede adquirirse ingresando a la “tiendita” de lapapa.online o solicitarlo por mail a lapaparevista@gmail.com. Cuesta $ 300.

ALBERTO ROJO.

Además del estudio preliminar, Soberón estuvo a cargo de la selección del material. Dejó en claro que el criterio editorial rehuyó de conceptos como tradición y “color local”. “No necesitamos exaltar nuestra condición de tucumanos o de habitantes del norte del país -escribió-. Ser habitantes del norte es un hecho o una fatalidad. Nuestra tradición es el universo y no la tierra o el arte español o latinoamericano. De lo que se trata es de disponerse a leer el universo desde aquí”.

JULIO ARDILES GRAY.

“La literatura nada tiene que ver con la geografía -prosigue-. Por tanto, los cuentos incluidos en ‘El puente’ no pueden ser considerados dignos porque hayan sido escritos por un cúmulo de autores nacidos en Tucumán. En todo caso, su condición de tucumanos es fruto del azar o de la necesidad. ¿Qué tienen en común Alberto Rojo (físico, músico y escritor que vive en EEUU) y Gabriel Guanca Cossa, uno de los más jóvenes reunidos en estas páginas? ¿Qué tienen en común Florencia Méttola, ironista por definición y Hugo Foguet, dueño de una imaginación prodigiosa, autor de un Ulises subtropical?”

Volviendo al canon, “El puente” se disfruta desde ese tumultuoso encuentro, en el que conviven figuras ya canonizadas, otras que van en vías de serlo y algunas que difícilmente alcancen esa condición. En lo variopinto radica su fortaleza.

“Esta reunión no es menos arbitraria que otras antologías -dice Soberón-. Sólo desea la felicidad que brinda la lectura afanosa y menos civil. En ese sentido, es una límpida invitación al placer, un puente entre generaciones y búsquedas literarias”.