Desde hace siete años, y por disposición de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cada 31 de octubre se celebra el Día Mundial de las Ciudades. Detrás de esta iniciativa asoma el Programa para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat), agencia orientada a promover ciudades y pueblos social y ecológicamente sostenibles. El objetivo es que esta fecha sirva para reflexionar sobre las condiciones en las que vivimos y, a partir de allí, para que se promuevan proyectos orientados a afrontar los desafíos que plantea el urbanismo. Siempre con el concepto de “desarrollo sostenible” como caballito de batalla.
Cada año la ONU elige una ciudad como sede de las principales actividades. Pasaron Shanghai (en 2014), Milán (2015), Quito (2016), Guangzhou (2017), Liverpool (2018) y Ekaterinburgo (2019), mientras que en esta ocasión el anfitrión es el Condado de Nakuru, en Kenia. En todos los casos, el lema que acompañó la jornada fue “Mejor ciudad, mejor vida”. Claro que 2020 propone un escenario particular a causa de la pandemia y la ONU acusa ese impacto en el informe que acompaña este Día Mundial de las Ciudades.
“El impacto de la covid-19 ha cambiado la vida urbana en todo el mundo -subraya la ONU-. Las comunidades han desempeñado un papel clave en la conservación de las ciudades, contribuyendo a la seguridad de las personas y manteniendo algunas actividades económicas. En particular, en los asentamientos informales y en los barrios marginales, las comunidades están haciendo una contribución significativa, mientras que los hogares en las áreas urbanas brindan un entorno propicio para trabajar y estudiar en casa”.
Este cuadro de situación cruza los cinco continentes y se identifica de inmediato con la realidad de las ciudades tucumanas, lo que habla de la precisión con la que ONU-Habitat se ocupó durante los últimos siete meses de registrar los síntomas de la vida urbana para diagnosticar, sin eufemismos, la clase de males y de efectos generados por la pandemia.
Los ejes con los que se trabaja durante el Día Mundial de las Ciudades varían de acuerdo con los escenarios y las coyunturas políticas, sociales y económicas. En anteriores ediciones se abordaron cuestiones como “diseños para una mejor convivencia”, “ciudades inclusivas”, “ciudades abiertas y resilientes” e “innovaciones y una vida mejor para las generaciones futuras”. Teniendo en cuenta el mapa de la covid-19, este año el foco apunta en otra dirección. El tema es “valorar nuestras comunidades y ciudades”, lo que representa una invitación a mirarnos en profundidad y a encontrar lo positivo, ya sea en entramados tan complejos como son las grandes urbes modernas o en los pueblos más pequeños, que también cuentan con sus necesidades y carencias. Esta valoración debe representar, en buena medida, una caricia para elevar la autoestima ciudadana.
Es una buena ocasión para recordar en qué medida influye una ciudad amigable en la calidad de vida de quienes la habitan, y a la vez para planificar políticas públicas y acciones comunitarias que tiendan a mejorar nuestro entorno en ese sentido. A la vez, sirve como respaldo para consolidar las iniciativas tendientes a que nuestras ciudades sean sustentables, apostando por el cuidado del medio ambiente, la forestación, la multiplicación de espacios verdes, la limpieza del aire, del agua y del suelo; la correcta disposición de los residuos y todo aquello que contribuya a cambiar paradigmas que atentan contra la vida ciudadana. “Subirse” a celebraciones de esta naturaleza, como la que propone la ONU, es ganancia neta para Tucumán.