El año que se termina resultó muy favorable para la quema de lotes naturales y agrícolas, y la caña de azúcar no fue ajena a este perjuicio. A pesar de los esfuerzos que vienen haciendo todos los sectores -incluido el productivo-, la quema de cañaverales afectó 111.250 hectáreas según el relevamiento anual que realiza la sección de Sensores Remotos y SIG de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc). “Se trata del valor más alto de los últimos siete años, por lo que hay que referirse a 2013 para encontrar un año con mayor superficie quemada”, indicó Juan Ullivarri.
Las razones por las cuales este año se quemaron tantos cañaverales se pueden hallar en las condiciones climáticas que se dieron durante 2020. “Este año tuvo el otoño más seco desde 2013, lo que hizo que las quemas comenzaran incluso antes del inicio de la zafra. A las condiciones de sequía se agregaron en julio la ocurrencia de heladas, que dejaron los cañaverales con un alto grado de combustibilidad”, dijo. Estos dos factores hicieron que en este año se registre el julio con mayor superficie quemada de los últimos siete años, cuando normalmente la mayor parte de las quemas se dan entre agosto y setiembre, cuando la humedad es menor y soplan mayores vientos.
Ullivarri destacó que la quema fue un problema generalizado en todo el país y en la región, ya que se registraron mayor cantidad de incendios en numerosas provincias, entre las que se cuentan como las más afectadas por el fuego Córdoba, Entre Ríos, Salta, Jujuy y Santa Fe. “En la región, según datos de WWF, Brasil registró un aumento de un 45% de incendios este año respecto del promedio de la última década. Bolivia aumentó un 35% los focos de fuego, en comparación con el año pasado; y una situación similar se registró en Paraguay”, contó Ullivarri.
También consideró importante señalar que pese a que las condiciones climáticas no acompañaron el control de la quema, este año se continuaron con los esfuerzos para evitar y para prevenir la quema de cañaverales. “En este sentido se certificaron con la norma local g.a.p. ‘Caña de azúcar sin uso del fuego’ unas 47.500 hectáreas de cañaverales”, añadió. Estas normas, surgidas de la Mesa de Gestión Ambiental de Tucumán y auditadas por empresas de Buenos Aires, exigen a los productores que las certifican que tengan en sus campos todos los recaudos necesarios para evitar que el fuego afecte su producción -entre muchos otros, callejones rastreados, matafuegos, instructivos en caso de que se prenda fuego el cañaveral y personal capacitado-, a fin de reducir al mínimo la posibilidad de que sufran una quema.
La quema de caña de azúcar sigue siendo uno de los mayores problemas ambientales de la provincia y los años en que coinciden otoños secos y ocurrencia de heladas suelen ser muy complicados. Por lo tanto, todos los sectores de la sociedad -en especial, el sector productivo, el más perjudicado cuando se dan estas condiciones ambientales- debe extremar los cuidados y hacer todo lo que se encuentre a su alcance para minimizar los riesgos de incendios , con el objetivo de que Tucumán finalmente erradique la quema de cañaverales.