CUENTO
MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA
LUCÍA BERLIN
(ALFAGUARA - BUENOS AIRES)
Hay algo en los cuentos de Lucia Berlin que es difícil de definir. Se podría decir que los cuentos son de tres tipos: los que se arman sobre un yo autobiográfico de una mujer intelectual que tiene que lidiar con un estado de precariedad material y psicológica, los que se vinculan con una curiosa infancia arriesgada y los que problematizan un pasado adolescente en Chile, un pasado aristocrático y siniestro. En todos, me parece, hay un notable regodeo en la decadencia moral, psíquica y económica. Es decir, los personajes deambulan empujados por una “inercia de la vida” pero no controlan lo que hacen. Están a la deriva, forman parte de un orden que no manejan y se encuentran en situaciones marginales o al límite, incluso crueles. Los cuentos en los que aparecen personajes extraños, freakys (como el indio en “Lavandería Ángel” o las dos ex mujeres que añoran al judío Max o la señorita Lu en “502”), están escritos desde el desenfado y desde la crueldad y sin ningún tipo de conmiseración.
Hay algo extraño, difícil de definir en el tono de Lucia Berlin. Si lo comparo con la prosa realista y fría de Raymond Carver o de Richard Ford podría decir que comparten un universo de lenta frustración y fracaso, un mundo de personajes que caen, que pierden y que sufren el horror de lo absurdo. Es como si Carver narrara desde una distancia estudiada y lograda. Berlin, en cambio, coloca un énfasis sentimental en el narrador, es como si estuviera más cerca de la tragedia cotidiana de sus personajes y por eso el tono es más íntimo, más terrible. El dolor de los personajes está en Carver y en Ford pero en los cuentos de Berlin se nota más, creo.
Lucia Berlin y Flannery O Connor
Lucia Berlin y Flannery O Connor son muy diferentes en cierto sentido. Berlin vivió en decenas de casas, se mudó muchas veces, tuvo tres hijos, tres esposos, pasó por la droga y el alcohol. Escribió de manera interrumpida. Sobrevivió a los desastres. Ejerció como docente, trabajó como limpiaplatos, telefonista, etc.
Flannery estudió en la universidad y profesó el catolicismo de una manera fervorosa y mística. Se instaló en el sur y convivió con los papagallos. Tuvo una vida más serena, al lado de la vida de Berlin.
Pertenecen a generaciones diferentes. Sin embargo, en los cuentos de ambas hay personajes que escapan al sueño americano, que luchan con sus fantasmas, tienen fantasías extrañas. Los personajes se topan con oscuridades en la vida rutinaria, profesan extrañas creencias, viven situaciones que rozan el delirio.
En los cuentos de ambas se impugna el proyecto de un país poderoso y triunfador. Los personajes de Berlin y O Connor, distintos, sufren y exaltan el disloque de una existencia que se desarrolla en los márgenes, atravesada por el miedo, el dolor y la enfermedad mental o el desvarío. Están atrapados en un viento que los envuelve y los hostiga.
PERFIL
Lucia Berlin nació en Alaska, en 1936, y murió en Los Angeles, en 2004. Ganó el American Book Award en 1991 con Homesick. Su obra fue luego olvidada por la crítica. En 2015 tuvo un rescate póstumo, a partir de la publicación de Manual para mujeres de la limpieza, libro de cuentos celebrados por muchas de las principales publicaciones culturales del mundo. Estudió en la Universidad de Nuevo México, vivió en Chile, Berkeley, Oakland y México. Fue profesora visitante en Boulder. Su obra fue comparada con la de Carver y Hemingway. Alfaguara ha publicado sus libros en los países de habla hispana.
© LA GACETA
Fabián Soberón