Los Pereyra es la típica localidad rural donde nunca pasa nada. Y cuando algo ocurre, es grave. Y es que se trata de un hecho que marcará para siempre a la comunidad, que será transmitido de generación en generación y que acaso alimentará historias de espantos. Y eso sucedió hace ya más de una semana, cuando Víctor Rubén Carranza (62 años), ahorcó a su hijo Samuel (8), intentó prender fuego a la vivienda y luego se quitó la vida ahorcándose a metros de donde estaba el cuerpo del pequeño.

Los mensajes que dejó el filicida fueron tema de conversación en varias mesas de café y tratado en medios de todo el país como un caso aberrante. Carranza, antes de matarse, tomó un carbón y en una de las paredes de la casa escribió un misterioso mensaje, con frases y palabras inentendibles. Un escrito que generó muchas especulaciones, pero sólo una certeza: el hombre no estaba en sus cabales.

Lo que dejó escrito, como ocurre en este tipo de situaciones, no dejó indicios para que se entienda semejante acto criminal. Tampoco, como se pensó en un principio, fueron pruebas de que el hombre haya sido víctima de brujerías o de un conjuro maléfico.

El mensaje es prácticamente inentendible. El filicida habló del robo de un celular y de la participación de un curandero que podría haber cometido o sido víctima de un asalto. También responsabilizó a una tal Ramona por todo lo sucedido. Para los investigadores esas palabras no dicen mucho y fueron un desvarío de una persona que tenía problemas mentales.

ESPERA. Los investigadores en la puerta del campo donde fue el hecho.

Curandero descartado

Los investigadores de la división Homicidios, al mando de los comisarios Juana Estequiño, Diego Bernachi y Jorge Dib, confirmaron que Carranza consultaba a un curandero de la zona, pese a que sus familiares les explicaron que no padecía algún problema de salud grave. “En el campo la gente acude a estas personas para que los ayuden a solucionar sus problemas. Puede ser para que las cosechas mejoren o para que les den soluciones a cuestiones amorosas, por decir algunos ejemplos. Hasta aquí no hay ningún indicio de que ese curandero haya tenido algo que ver en el caso”, explicaron fuentes judiciales.

Detrás de la muerte del niño y del suicido del homicida, los investigadores descubrieron un verdadero drama. Carranza vivía en el campo de su hermana, que vive en Córdoba. Allí, además de cuidar el predio, se dedicaba a la producción de choclo, zapallos y sandías que vendía religiosamente en el Mercofrut o al costado de la ruta, cuando el precio de su producción estaba por el suelo y no alcanzaba ni para cubrir el gasto de traslado.

Contaba con la colaboración de un empleado, que fue quien encontró los cuerpos colgando de una viga de la galería de la vivienda. “Desde la ruta vi que estaba como parado en la galería, mirando hacia arriba. Cuando descubrí que estaba colgado salí corriendo, sin darme cuenta que atrás estaba el chiquito”, les dijo a los efectivos.

Relación

El filicida estaba unido sentimentalmente a una mujer 15 años menor que él. Sus hijos de una anterior relación llegaron al poco tiempo que lo hicieron los policías. Ellos, de a poco, les explicaron a los investigadores que no tenían mucho contacto con él y no tenía problemas de salud, mucho menos, mental. Señalaron además que semanas atrás lo habían visto por última vez cuando le llevaron mercadería porque había quedado aislado debido a que se inundó el campo donde vivía.

Luego arribó al lugar la madre del pequeño, mujer que tiene un importante retraso madurativo que no le permitía comprender lo que había sucedido. “La psicóloga de la fiscalía la asistió durante varios minutos, pero poco pudo hacer. En el informe que me remitieron señalaron que la mujer no podía ni siquiera determinar cuántos años tenía. Se trató de una situación complicada porque se descubrió que esta persona recién estaba gestionando el certificado de discapacidad”, comentó el fiscal Carlos Sale.

Samuel, el pequeño que fue ahorcado, también tenía un retraso madurativo. Pero en su caso, sí habían tramitado el certificado para cobrar una pensión y asistía a un tratamiento en la localidad de Ranchillos. “Era un ángel la criatura. Todos lo queríamos porque era muy dulce. Pese a todas las dificultades avanzaba”, indicó Ángela, una de las profesionales que asistía al niño.

En Los Pereyra todos comentan sobre la relación de Carranza con la mujer, no sólo por la diferencia de edad, sino también por las condiciones de ella. “Los parientes nos aclararon que vivían juntos hace bastante tiempo y que se llevaban muy bien. Son de ese tipo de relaciones que aún se dan en las zonas rurales”, dijo un investigador.

La mujer no se encontraba en la vivienda cuando ocurrió el hecho. Estaba en la casa de su madre enferma; cuidándola. “Ella se ausentaba del hogar porque estaba cuidando a la señora. No había conflictos de pareja y tampoco pudimos encontrar indicios de que haya tratado de un ‘femicidio vinculado’, es decir que haya matado al niño para vengarse de ella. Sí es un drama que se dio en una zona rural, que no estamos acostumbrados a ver”, concluyó Sale.