En el preciso momento en el que se decretó la cuarentena -hace un año ya- la sensación era clara: el freno total de nuestra vida tal como la conocíamos. La parálisis definitiva. El fin del movimiento para cosas que estaban en marcha o el anticipado final para aquello que iba a ponerse en marcha. La reflexión vale como metáfora pero también es literal: nuestros cuerpos, acostumbrados a moverse por la calle, por una cinta caminadora, por la montaña o por los pasillos de una oficina, por una cancha de fútbol, se detenían.
¿Qué haríamos para movernos? Si bien aprendimos en todo este tiempo a encontrarle la vuelta a varios escenarios adversos -mientras la salud nos lo permitía-, las variantes para la actividad física en cuarentena no tardaron en salir. Quizás fueron de las primeras con las famosas rutinas en YouTube. Aunque para muchos de los cultores de la actividad física la cuarentena representó simplemente moverse de otra manera, en otros casos el freno se mantuvo.
Para Rafael Sebastián Vaca Derbunovich (y para muchas y muchos otros), por ejemplo, la cuarentena fue la posibilidad de contar con un gimnasio en su propia casa. Pesas rusas, mancuernas, un hexagonal de caucho, discos, una barra olímpica, una soga para salto, un cajón de salto, una pelota medicinal y 10 metros cuadrados de piso de caucho para trabajar con todo lo mencionado es lo que Rafael compró apenas días después del anuncio de Alberto Fernández. “Tomé conciencia de que lo que se venía iba para largo. Comencé a pensar que esta sería una inversión muy conveniente. Me compré los elementos necesarios y así pude seguir desarrollando la actividad física que tanto me apasiona”, contó Rafael, empleado administrativo de un hospital, de 36 años.
El gimnasio está emplazado en el garage e incluso se hizo hacer, con un herrero y a pedido, una barra para hacer ejercicios de calistenia (las llamadas “dominadas”) y una especie de estantes clásicos (racks) para sostener la barra olímpica a la hora de las sentadillas.
La cantidad de días y las horas por día que se entrena han aumentado un poco con el gimnasio en su casa. Lo que quizás era una medida para “salir de apuro” se convirtió en una gran ventaja y la mantiene hasta hoy. “Dispongo de mis tiempos, el ambiente de entrenamiento lo organizo yo, a mi gusto, y lo hago sin depender de factores externos como los protocolos sanitarios o la indumentaria”, explica. Dos horas por día y hasta cinco días por semana son testigos de ese cambio que llegó con el aislamiento.
En el caso de Rafael está claro que la cuarentena pudo haberlo aislado, pero siguió moviéndose como siempre y aún más. Y vaya si Santiago Molina Filgueira se movía antes de marzo de 2020. El joven de 28 años se manejaba sobre ruedas hasta entonces; es navegante de rally y corredor de karting. Pero la cuarentena, así como para Rafael, fue una oportunidad. Una oportunidad en este caso para descubrir otras ruedas: las de la bicicleta. “Siempre me gustó hacer sendas y más que nada trabajar los músculos para rendir mejor arriba del auto de carrera”, explica. Ese era su objetivo prepandemia, pero el rol que tiene ahora no sólo es físico sino también espiritual, emocional.
“La cuarentena nos presentó dudas e hizo que nos replanteáramos muchas cosas. La imposibilidad de distraernos fácilmente nos llevó a mirarnos al espejo y a preguntarnos muy bien qué queremos y cómo lo queremos... Y ahí entra la ‘bici’”, reflexiona. “La bicicleta nos permitió tomar contacto con la naturaleza en momentos muy difíciles, llegar a ríos, ensuciarnos con barro, ver pájaros. Fue una compañía, un despeje, un momento para compartir con un desconocido que va en otra bicicleta pero que está en la misma sintonía que uno, buscando salir de ese encierro”, detalló.
Del otro lado del mostrador
Si para las personas que quisieron entrenarse durante el encierro de 2020 se abrieron puertas, para los que solían entrenarlas se cerraron varias. Los especialistas sufrieron el cierre de los gimnasios y la falta de contacto con los alumnos. Matías Roldán, profesor de Educación Física de 30 años, no trabajó en lo suyo durante prácticamente en todo el año que pasó.
“Se cerraron los gimnasios y obviamente me aislé para cuidar a mi familia. Algunos alumnos me pidieron rutinas online para hacer en casa, pero de forma presencial recién volví a los gimnasios en febrero de este año”, apunta Matías. Por las mañanas él es preceptor en un colegio y ese trabajo (que sí podía realizar de forma virtual) lo ayudó económicamente.
Aún en ese escenario difícil de transitar, Matías observa un cambio positivo. “En la cuarentena muchos se dieron cuenta de la importancia del movimiento para nuestra salud”, dice, y afirma ver más gente dedicada a cuidar el cuerpo que antes. Es que para muchos la cuarentena significó la parálisis del movimiento; para otros, el comienzo de uno más fuerte; y para muchos más, tomar conciencia de su importancia.