El próximo sábado, cada fuerza política de Tucumán inscribirá los precandidatos a senadores y a diputados que propondrá a la ciudadanía para que los elijan en las primarias del 12 de septiembre y después en las generales del 14 de noviembre. Un paso elemental para el funcionamiento del sistema republicano. Pero, además, cada organización partidaria o frente electoral, al tiempo que debe presentar sus respectivas nóminas, paralelamente tiene que elevar a la autoridad electoral su plataforma política; sus propuestas de gestión para mejorar el funcionamiento de la comunidad.
Como suele suceder siempre en estos casos, ese listado de propósitos que se agota en unas pocas carillas no se generaliza ni se publicita en demasía, sólo suelen llegar al Boletín Oficial para que algún interesado o curioso pueda analizar las diferentes propuestas políticas, las fundadas en ideologías o en cuestiones que responden al pragmatismo de la hora.
Resulta que tampoco es común que las diferentes expresiones políticas que se presentan a las elecciones, en este caso de medio término, se preocupen por difundir sus ideas en profundidad; este expediente es más para cumplir con una obligación legal, con el requisito exigido para poder acceder a la competencia. Así es como la lista de precandidatos es acompañada con un listado de objetivos y suscripta por los apoderados de los partidos o de las coaliciones, cuando no de las propias autoridades partidarias.
Distinto sería que hubiera algún tipo de disposición que determinara que cada fuerza sea conminada a dar a conocer sus propuestas más allá de los nombres de sus candidatos, tal hecho posiblemente serviría para mejorar la calidad del sistema democrático y también de la representación política. Porque cada aspirante a una banca no dependería del nivel de conocimiento sobre su persona, del carisma, de la estructura y los recursos que lo sostengan sino, también, de las ideas y de los proyectos esbozados en las plataformas.
La ciudadanía tendría la ocasión de comparar las distintas bases de acción y de proyectos y, tal vez, optar y votar por la que mejor le parezca en función de sus intereses personales, de grupo o sectoriales, o del bienestar general. Sin embargo, no es lo que ocurre, las reglas electorales en este caso se convierten en un mero trámite a superar para ser habilitados -legalmente, claro- y llegar a las primarias abiertas y luego a la votación general, si superan el piso exigido de sufragios en las PASO.
La política y la dirigencia política vienen soportando un desgaste y están en la mira de la comunidad desde hace tiempo, desde antes del famoso que se vayan todos de 2001; han sido desprestigiados como motores y vehículos del cambio. Tal vez una de las razones de este descreimiento de la ciudadanía esté en este simple acto de inscripción de las nóminas de candidatos, porque no se estarían privilegiando las plataformas ni las propuestas en la acción proselitista posterior, sino las condiciones de los postulados y la fortaleza de las estructuras que los sostienen.
En ese caso, el llamado de atención no debería ser sólo para la política y para los referentes partidarios sino también para la ciudadanía cuando se tiene que convertir en elector. Entre todos se puede construir una sociedad mejor, con amplitud y generosidad, cuando en cada instancia de la vida en sociedad se hacen las cosas bien, por más simples y sencillas que sean.