En las principales democracias del mundo los debates de candidatos son obligatorios y están incluidos en la agenda electoral como una parte fundamental del proceso de elección, conocimiento y difusión de los candidatos y sus ideas.
En la Argentina, en 2019, tras la sanción de la Ley N° 27.337, se llevaron a cabo los primeros dos debates presidenciales obligatorios del país. Los mismos transcurrieron el 13 y el 20 de octubre en la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Buenos Aires. Organizados en torno a ocho ejes temáticos, participaron en los debates los seis candidatos a Presidente de la Nación que superaron el piso del 1,5% establecido en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. La respuesta de la sociedad fue masiva en cuanto a audiencia y organizaciones de todo tipo que buscan fortalecer las democracias impulsan este tipo de iniciativas.
“Tener debates presidenciales obligatorios implica una mejora institucional en tanto influyen sobre el funcionamiento de la democracia, institucionalizando una práctica deliberativa que expone a los candidatos a proponer, discutir y rendir cuentas, pero también a la audiencia a utilizar la información para establecer posicionamientos”, expone el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) respecto de los debates.
En Estados Unidos, por ejemplo, los debates se convirtieron en una pata de la previa electoral muy esperada por los votantes para terminar de definir su sufragio y muy respetada por los candidatos, que entienden que es una responsabilidad cívica ser parte de ello.
En un estudio pos debate de 2019, el Cippec señala algunos efectos que dejó esa experiencia obligatoria. “Los resultados indican que la mayoría de las personas encuestadas valoran positivamente la experiencia del debate. Sin embargo, se observan diferencias en su valoración: consideraron al debate más útil para conocer la personalidad de los candidatos (76%), por sobre sus propuestas (68%) o los problemas que atraviesa el país (67%). Estas diferencias responden también a factores sociodemográficos: son los más jóvenes, entre 16 y 39 años, quienes valoran más dicha experiencia”, indica..
Sería importante para la democracia que la realización y participación en los debates se vuelvan habituales y sean esperados por los representantes del pueblo y por sus representados como una forma de poder percibir con mayor claridad las ideas de unos y la decisión de otros.