Es importante entenderlo, la radiación ultravioleta está presente todo el año. Agrede la piel no sólo durante los días cálidos o de verano, entonces ¿cómo podemos protegernos? El protector solar es el garante más fiel de nuestra salud.

“Podemos recibir las bondades del sol minimizando sus efectos perjudiciales si la exposición se hace con precaución y moderación. Por eso, fomentamos una cultura de fotoprotección, que básicamente permite que una persona pueda exponerse al sol más tiempo sin sufrir quemaduras”, explica la dermatóloga Noelia Cecilia.

El abanico de productos es amplio y pueden clasificarse, según su composición, entre:

- Químicos: absorben la radiación UV, y la transforman en energía no perjudicial (ácido para-aminobenzoico, cinamatos, benzofenonas, etcétera).

- Físicos: reflejan la radiación, y la dispersan (dióxido de titanio, mica, etcétera) y

- Biológicos: neutralizan la radiación solar mediante sustancias antioxidantes que frenan el proceso

Dosis

La dermatóloga Eugenia Bauque precisa que el factor de protección solar (FPS o SPF) que figura en los envases es un valor numérico que se obtiene del cálculo del tiempo que tarda la piel en ponerse colorada sin protector con respecto a la que si tiene protección ante la exposición.

Cecilia señala que la cantidad indicada ronda los 2 mg/cm2. “Respetando esa proporción, para cubrir todo el cuerpo de una persona adulta, se debería utilizar un envase de 30 ml. Sin embargo, lo más frecuente es que la aplicación sea de una cantidad menor, aproximadamente de 0.5mg/cm2”, advierte. Para suplir esta diferencia, se recomienda el empleo de fotoprotectores con un FPS de 30 en adelante y reaplicarlo cada dos horas, o cada vez que haya sudoración intensa o tras una inmersión prolongada en el agua.

“Gráficamente se debería emplear seis cucharaditas de café, para lograr la cobertura de todo el cuerpo (36 g de crema)”, aclara.

¿Cuál elegir? El FPS será elegido según el fototipo cutáneo (piel más clara o más oscura); la sensibilidad del paciente; la cantidad de exposición solar que va a recibir; el área corporal, la época del año, el lugar de exposición (playa, nieve), entre otros.

Recomendaciones

“En caso de que nos vayamos a exponer al sol, siempre hay que colocarlo 15 a 20 minutos antes de manera homogénea, que es lo que la piel tarda en absorber”, indica Bauque y recuerda aplicar, además, protectores labiales.

Cecilia remarca que la protección solar en bebés y niños es sumamente relevante. “Los efectos perjudiciales de las radiaciones solares también son acumulativos, y estas radiaciones se reciben en gran parte durante la infancia”, explica. Agrega que los cuidados son los mismos que los de los adultos, pero recalca el uso de ropa adecuada que proteja del sol, evitar la exposición solar en horarios peligrosos e incentivarlos a buscar sitios a la sombra. “Las nubes no protegen de manera absoluta de las radiaciones, por eso tenemos que emplear fotoprotectores pediátricos. En menores de seis a 12 meses no se recomienda la aplicación de ningún tipo de protector tópico y tampoco deben exponerse de manera directa al sol”, detalla.

Consecuencias

Las especialistas destacan la importancia del sol en nuestra vida. Entre sus beneficios en el cuerpo, favorece la síntesis de vitamina D, relacionada con la absorción de calcio en los huesos. “Y ayuda a mejorar el humor y el estado de ánimo”, sostiene Cecilia.

A la vez, alertan sobre el impacto negativo que puede tener no protegerse adecuadamente. “En primer lugar, influye en el desarrollo de cánceres de piel, puede producir quemaduras, lesiones oculares, envejecimiento cutáneo desarrollando manchas y arrugas en los sitios expuestos”, continúa la profesional.

Testimonios

Rubén Suárez Romero conoce muy bien la severidad del sol. “Desde los 14 años estuve expuesto al sol, lo único que usaba era un bronceador que no otorgaba ningún tipo de protección, es más, me manchaba la piel. Mi doctora me dio el ejemplo de lo que pasaría si dejo una remera al sol y la lluvia 36 años... seguramente estaría dañada. Así ocurrió con mi piel, dañé tres capas importantes de la piel”, relata. Hoy con 50 años concientiza a otros sobre las secuelas y se embandera con el uso del fotoprotector.

Paula Ferreyra Centurión recuerda: “a los 14 años pasé un día entero tomando sol en el río de una villa de vacaciones, eso provocó que estuviera tres días con la cara roja y llena de sarpullidos y granitos. Desde ahí tengo súper sensible la piel, todo el tiempo posterior me salieron manchas, forúnculos, ronchas y se me descascara en muchas zonas. Después de pasar por varios especialistas logré que diagnosticaran rosácea”. Explica que todo fue a raíz de esa insolación, por eso hoy mantiene un tratamiento continuo y usa permanentemente un protector con factor 50.

Hidratación

A menudo surge la duda de cómo combinar los productos de la rutina diaria con el fotoprotector. Para evitar confusiones, Cecilia puntualiza que el protector solar no es una crema hidratante, dado que no tiene ese fin. En tanto, el protector no reemplaza a la crema hidratante ni viceversa. “Se pueden emplear ambas, pero respetando el orden y los tiempos de aplicación para evitar disminuir sus propiedades protectoras”, señala y añade que primero se debe hidratar y luego aplicar la pantalla solar. “Actualmente la textura de los fotoprotectores ha evolucionado y podemos elegir un producto más pesado con mayor persistencia, con buena cobertura, liviano para pieles grasas, en spray para zonas pilosas. Es decir, se adaptan a las necesidades y preferencias del paciente”, resume.

Hábitos saludables

Una alimentación saludable -rica en antioxidantes- y una correcta hidratación son aportes relevantes que ayudan a mejorar el aspecto de la piel. Son alimentos fundamentales para ello las verduras frescas y las frutas en general. “Por citar algunos ejemplos, los alimentos como zanahoria, brócoli, espinaca o palta, que contienen betacarotenos, tienen efectos fotoprotectores y estimulan la producción de melanina y de antioxidantes, de manera que protegen la piel y potencian el bronceado”, enumera Cecilia.

“Las nueces, maníes, semillas de chía, huevos y verduras de hojas verdes son ricas en vitamina E, poderoso antioxidante que ayuda a reducir el daño de los radicales libres y retrasar el proceso de envejecimiento de las células”, agrega. (Producción periodística: Guadalupe Pereyra)