La comodidad de la Corte era, para Molière, un empleo más. Desde 1665 había sido nombrado por Luis XIV de Francia (el Rey Sol), responsable de los entretenimientos oficiales, que desarrolló junto con el compositor Jean-Baptiste Lully: de ambos salieron obras como la comedias-ballet como “El Burgués Gentilhombre”, forma nueva de espectáculo total, junto con textos tímidamente irónicos y críticos al lujo y al poder.
Como hombre del arte, de a poco sus obras fueron profundizándose en la crítica, incluso con tonos agresivos que lo pusieron en una situación delicada respecto de los cortesanos. Oportunamente, en 1671, el Palacio Real entró en remodelación, y el dramaturgo, para mantener el trabajo de su grupo, escribió una comedia sin música, donde los actores pudieran utilizar la improvisación.
Surgió así “Las trapacerías de Scapin”, llamada también la comedia italiana de Molière. “Asume una actitud diferente de mayor libertad y energía creativa. Desata su enojo y aguda crítica contra la gente que lo rodeaba, incluyendo a su troupe. Retoma el tema de la hipocresía, de la mentira, de la avaricia, de la envidia, del interés del dinero por sobre la vida humana, de la corrupción en la justicia, del maltrato a las mujeres y a los subalternos, entre otros”, señala Ricardo Salim, quien hoy estrenará su versión de esa obra icónica y extraña en el repertorio del autor galo, para conmemorar los 400 años de su nacimiento.
El director toma el texto de tono satírico e irónico (con su carga crítica para la alta sociedad de entonces) y con él construye la versión libre “Scapino, el tránsfuga”, que hoy a las 21 estrenará en la sala Orestes Caviglia (San Martín 251), en un proyecto de la Fundación Teatro Universitario, en coproducción con el Ente Cultural de Tucumán. El elenco está integrado por Gonzalo Véliz, Andrés D’Andrea, Sergio De Filippo, María Laura Hernández, Jesica Carrizo, Patricia Cudugnello, Indio Armanini, Rodrigo Palacios y Francisco Galarzo.
- ¿Por qué hacer Molière actualmente, de qué habla en nuestro contexto esta obra?
- Desde que me inicié en el teatro, me tocó trabajar en muchas obras de Molière: en musicales, en dramas y en comedias, pero nunca tuve la oportunidad de hacer “Scapino”. Es una obra que trata problemas vigentes, en un formato de Comedia dell Arte, que permite la interacción con el público, y que representa para el elenco un gran desafío actoral y de resistencia física. Es especial, merece ser puesta en escena y disfrutada.
- ¿Cuál es la adaptación realizada para esta puesta?
- “Scapino” es una obra maestra en cuanto a su estructura, con diálogos muy ajustados, y con un importante tratamiento de personajes. Me llamó la atención al estudiarla, que algunos personajes importantes desaparecían durante el desarrollo de la obra, y se desdibujaban. Por eso, sin alterar la estructura, reasigné diálogos y conseguí que todos los personajes tuvieran mayores posibilidades de desarrollo. Hice cortes de texto reiterativos, que alargaban la acción, para ajustarla a hora y media de duración. A partir del espacio escénico disponible, eliminé algunos juegos teatrales de la obra imposibles de lograr técnicamente e incorporé utilería de gran tamaño con la que logramos crear nuevas situaciones.
- ¿Cómo conformaste el elenco?
- En esta oportunidad, en el elenco de nueve actores, tres son del Teatro Estable. Con ellos trabajé en otras oportunidades y pude observar sus capacidades. Nos conocemos, y pudimos integrar un elenco homogéneo con la Fundación, que se ajusta perfectamente a lo requerido por la obra y la puesta. La elección de una obra para un montaje depende siempre si se cuenta con los actores capacitados para sus roles. Si no es así, es recomendable posponer el proyecto.
- El tránsfuga es una persona que huye de un lado al otro según el diccionario de la Real Academia Española de Letras, pero en la Argentina tiene una connotación negativa, ¿ella impregna tu puesta?
- Sí, esa es la definición del diccionario, pero en nuestro país le damos una connotación diferente y negativa. Siempre nos referimos con ese término a gente mal intencionada, que trata de sacar provecho mediante el engaño. En el diccionario de americanismos, el término se escribe “tránfuga” y está referido a la persona vaga, mal vestida, que vive aprovechándose de otros, mediante la mentira y las trampas. Al estudiar la obra, me sorprendí al descubrir que, a diferencia de “El Avaro”, “Tartufo”, o “El enfermo imaginario”, en “Scapino, el tránsfuga” no hay un solo tránsfuga, sino que todos los personajes lo son. Uno es castigado, y los otros no. Esta idea permitió a Molière criticar despiadadamente a los diferentes géneros, y clases sociales. Me pareció brillante y me motivó especialmente a montar este espectáculo.
- Molière la escribe para poder seguir trabajando, ¿es una alegoría del teatro independiente, seguir como sea?
- Así es. La vida de Molière es un ejemplo de lo que un hombre de teatro debe soportar y superar para llegar a ver su obra puesta en escena. Creo que esta obra nos refleja a todos, incluso a los elencos oficiales, que también deben salvar obstáculos para poder estrenar. El público recibe el producto terminado, sin conocer el periplo recorrido Lo importante es levantar el telón. ¡Luego, la vida sigue!