El mejor indicador de cómo el mundo se encamina a un desastre es el de la concentración de GEI en la atmósfera. Se ha comprobado que en los últimos 800.000 años el mismo fluctuó entre 150 y 300 ppm de CO2 equivalente. El uso masivo de combustibles fósiles a partir de la revolución industrial lo llevó a superar 400 ppm en 2014. A pesar de los compromisos de descarbonización del Acuerdo de París de 2015, la concentración aumentó a 415 ppm en 2019 y a 421 ppm en 2022 (aún con el fenomenal frenazo mundial por la pandemia). A ese ritmo estamos a las puertas de sobrepasar el límite de no retorno de 450 ppm, muy difícil de revertir según los científicos. La única solución pasa por descarbonizar la economía, lo cual implica dejar atrapadas en el subsuelo dos terceras partes de las reservas conocidas de hidrocarburos fósiles, asunto que hoy genera una carrera desenfrenada de extracción y guerras para determinar cuál es la parte que tendrá el privilegio de salir a la superficie.
Santiago José Paz
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