Adiós barbijo compañero de mi vida , tapaboca querido de aquellos duros momentos de pandemia, hoy te veo triste, tirado llorando y olvidado en algún bolsillo, bolso o viejo rincón . Ingratamente ya nos olvidamos que por casi tres años fuiste nuestro eterno acompañante, fiel escudo protector; nos identificaste por el nombre, apodo y colores de nuestros equipos favoritos; en varias ocasiones nos cubriste el rostro para no dejarnos ver por alguien que no era de nuestro agrado; eras el permiso para ingresar al colectivo o a las oficinas y lugares públicos ; estábamos tan integrados y acostumbrados que cuando llevábamos la comida a la boca nos olvidábamos que allí estabas; si hasta impedías que hablemos necedades. Hoy, a Dios gracias, aparentemente todo ha pasado, renace la calma; un himno a la vida, las festicholas y desmanes volvieron y a los que quedaron en pie les quedaron el recuerdo y las medallas de héroes del personal esencial, especialmente de la Salud, muchos de los cuales ofrendaron sus vidas para salvarnos . Gracias a los barbijos y su silenciosa eficacia, muchos quejosos a los que les dolían las orejas, hoy viven; y recuerden que los virus malditos estaban en el aire, en todas partes. Esperemos que por mucho tiempo aprendamos la dura lección y nos cuidemos. ¡Gracias por el buen servicio prestado, mi barbijo, simple elemento sin oídos, con un corazón grande, como tienen las almas y las cosas buenas!
Francisco Amable Díaz
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