¡Cuánto vale esa corrida feroz y esa desaceleración precisa, exacta, genial de Heung-Min Son antes de asistir a Hee-Chan Hwang! Muchísimo, demasiado. Casi tanto como el tanto agónico del delantero de Wolverhampton, que terminó sellando el pasaje de Corea del Sur a octavos de final de la Copa del Mundo.
Los asiáticos no sólo le quitaron el invicto a Portugal. El 2-1 le significó seguir en carrera. Por eso el llanto de sus hinchas ni bien su selección marcó el gol de la victoria y el de sus jugadores una vez que Facundo Tello pitó el final del juego.
Si hay algo que justifica la clasificación asiática es su tesón, su perseverancia. El no haberse dado por vencido en ningún momento; y eso que la jornada había comenzado muy a contramano.
Antes de los 5 minutos, Ricardo Horta había marcado el 1-0 para Portugal. Un gol que sentenciaba sus aspiraciones, sobre todo porque en el otro duelo que cerraba el grupo H, Uruguay derrotaba bien a Ghana.
Pero los dirigidos por el portugués Sergio Costa no bajaron los brazos en ningún momento. Lograron el empate antes de la media hora de partido y se pusieron a tiro para poder lograr el pasaje a la siguiente ronda del torneo.
Young-Gwon Kim encontró una pelota “perdida” en el área, a la salida de un tiro de esquina, y no perdonó. Sentenció a Diogo Costa y encendió la esperanza coreana. Gol, 1-1, y a seguir luchando.
El segundo tiempo estuvo para cualquiera. Portugal fue al frente con la decisión de terminar la primera fase con puntaje ideal.
Fernando Santos movió el banco y apostó por sus “refrescos” ofensivos. A la cancha André Silva, Bernardo Silva y Rafael Leao para buscar el gol que le diera la cima y el puntaje absoluto. Pero ese fue un error demasiado infantil para los europeos.
Sin la obligación de ir a buscar el partido y sabiendo que su rival estaba urgido; la estrategia, claramente, debió ser otra. Portugal debía esperar y salir de contra. Pero no, falló y lo pagó.
Corea arremetió por necesidad y Portugal, que en ese lapso del duelo ya había perdido el dominio y la posesión del balón, apostó a un golpe por golpe innecesario.
Para colmo, en una de las últimas jugadas, en un córner a favor, se paró mal; tuvo un retroceso para el olvido (Son corrió casi 70 metros con pelota dominada y terminó juntando cuatro rivales antes de dar la asistencia) y lo pagó con “sangre”.
Es cierto que la derrota no le significa demasiado a Portugal. Es un partido perdido que duele como cualquier otro, está claro; pero llega a octavos de final como el mejor de su zona, idéntico escenario que si hubiera ganado también el último duelo.
Lo positivo (si es que puede haber algo en una caída) es que los portugueses deben aprender de los errores de cara a una etapa en la que no hay margen de error y en la que todo puede pasar.
Para Corea, el 2-1 es casi como tocar el cielo con las manos. Le significó superar, una vez más, la fase de grupos de un Mundial; con todo lo que ello implica.
Por eso, la corrida de Son y esa definición excelsa de Hwang recorrerá todos los noticieros y los portales coreanos; porque sirvieron para hacerle morder el polvo al cabeza de grupo y para dejar afuera a un campeón del Mundo; nada más y nada menos.