Los controles de alcoholemia tienen todo en contra. La escena se repite cada vez que se efectúan. En un lugar inesperado una larga cola de autos se estira. En un extremo hay varias autoridades controlando cuánto alcohol hay en la sangre de cada uno de los conductores. Cuando escuchan el resultado las personas que están detrás del volante reaccionan. Están los que ponen cara de sorpresa porque consideran que lo que ingirieron no alcanza para que se alteren sus facultades de manejo. Están los que aceptan sin hesitar y reconocen la infracción. No faltan los que se enojan y discuten como si los hubieran condenado a muerte y fueran inocentes. Y, también están los violentos que están dispuestos a enfrentar a quien tengan delante pero no aceptarán de ninguna manera que les haya positivo el control.
Este tipo de inspecciones, en el acto, pone en juego la creatividad. Se activa una serie de artilugios en los ciudadanos para evitar que se los encuentre en falta. Así en minutos aparecen los whatsApp alertando dónde se están efectuando los controles. Algunos tienen el dato varias horas antes que se produzcan y mandan a sus contactos de whatsApp recorridos alternativos para llegar a destino esquivando a la autoridad.
En LA GACETA de ayer una profesional que trabaja con este tipo de cuestiones destaca la necesidad de revisar la vida cotidiana. En la calle, en el tránsito está el ciudadano expresando sus cuestiones personales. Precisa que muchas veces estos controles impactan en la persona porque ve alterada su agenda, su tiempo. Precisamente por esto el conductor tal vez debería contemplar variables que la contingencia del tránsito se le presenta. Prevenir es curar aconseja el refrán popular.
En el momento en que se produce el encuentro entre el infractor y la autoridad empieza un conflicto entre la persona que deberá asumir que ha incumplido la norma -eso es lo que prueba el alcoholímetro- y el funcionario que está obligado a hacer respetar la ley. Precisamente, y también en LA GACETA de ayer se recordó el Día Internacional de la Lógica. En dicha nota se rescata la importancia de aplicarla en las escuelas y en distintos momentos de la vida. La conclusión es que con el debate y el recurso lógico se podría ampliar los debates y evitar los combates. Pero esa lógica no se aplica en momentos como los descriptos.
Lo más importante de estos episodios que se repiten en nuestro Tucumán, pero también en distintos lugares del país es lo trascendentales que son en la vida de cualquier sociedad. Están hechos en defensa del padre, del joven, de las chicas que arriesgan la propia existencia y la de su prójimo. Y lo que es más grave aún evitarlos es muy simple. Hay recursos tales como pedirle al amigo o a la compañera que se “sacrifique” y evite consumir alcohol en una sola oportunidad y en la próxima le tocará a otra persona. Con una actitud tan simple se evita la muerte.
Pero también sería un aporte a todos los demás porque los controles no serían tan necesarios y los recursos humanos se podrían dedicar a otras actividades. También se evitaría la violencia y una sociedad que es capaz de reducir sus niveles de agresividad es una sociedad que crece. La reflexión de estas cuestiones debería ser una constante en los hogares y en las escuelas especialmente para entender al otro. El agente que está detrás de un control es alguien que está a favor del ciudadano, no su enemigo. Es cierto que la corrupción que se manifiesta detrás de la coima es otro instrumento irritativo que aparece en el imaginario antes de que se le pida al conductor que sople. También eso puede desaparecer del imaginario si se logran acompañar a las normas con las conductas correspondientes.
Comprender que el control de alcoholemia es un mensaje de vida y no de enfrentamiento podría ser un trabajo conjunto de los responsables de administrar el poder y del ciudadano común. Sería un lugar de encuentro como lo promueve la lógica.