Los baches históricos en los barrios capitalinos han dado que hablar a los vecinos, que reniegan de que han pasado años esquivando las roturas y las salpicaduras en los charcos, y han presenciado accidentes prácticamente inevitables. El secretario de Obras Públicas de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán ha explicado que se está saneando muchas zonas problemáticas, mientras se lleva a cabo un programa de repavimentación que abarca unas 200 cuadras por año, si bien reconoce que el problema es excesivo. “La vida útil de una calle o pase de los ocho años, que es cuando hay que repavimentarla”, dijo, y agregó que hacer ese trabajo en una cuadra de barrio tiene un costo de unos 10 millones de pesos. Si se considera que la capital tiene unas 8.000 cuadras con asfalto, pavimento o adoquinado, habría que invertir 80.000 millones de pesos cada ocho años.
La cuestión es compleja. En algún momento se han repavimentado las cuadras, sobre todo las arterias centrales, como las avenidas o las calles de gran circulación vehicular, sobre todo de ómnibus, pero las épocas de crisis –a las que nuestra sociedad prácticamente se ha acostumbrado- han determinado, por un lado, que se dé siempre prioridad al microcentro y a las avenidas, en desmedro de los barrios más alejados, y por otro, que el recambio de pavimento se haya ralentizado. A eso se suma los problemas que surgieron con las roturas de agua y cloacas que se extendieron en las últimas dos décadas en que crecieron las edificaciones en altura e hicieron aumentar las demandas de servicios sanitarios, con la consecuente sobresaturación y pérdida, por la insuficiente infraestructura. De esto se derivan conflictos constantes entre la Municipalidad y la Sociedad Aguas del Tucumán, con excepciones destacables, como la mutua colaboración para hacer y costear la semipeatonalización de la calle 9 de Julio primera cuadra, recientemente inaugurada, que costó, según se señaló, 80 millones de pesos.
¿Hay esperanza para los barrios olvidados? El secretario municipal respondió a los casos puntuales destacados por LA GACETA, que había recogido las quejas vecinales más abundantes que llegan a nuestro diario. El secretario especificó en qué casos se puede dar una respuesta inmediata y en qué otros hay que lidiar con problemas más complejos, como la reparación de las redes de servicios subterráneas. Más allá de esto, el programa de repavimentación se ha visto en varias cuadras del centro y en algunos barrios. También el Gobierno provincial, a través de la Secretaría de Saneamiento y Mejoramiento de Espacios Públicos, está pavimentando calles de algunos barrios, como San Cayetano. Pero no en coordinación con la Municipalidad, lo cual abre varios interrogantes, puesto que parece tratarse de una competencia a la cual se le podrían hacer cuestionamientos políticos, lo cual no debería ocurrir en cuestiones de servicios a la comunidad.
Las obras de pavimento tienen impacto positivo en los vecindarios: facilitan la comunicación, permiten el uso de vehículos –desde bicicletas a los motorizados-, valorizan las propiedades y generan inversiones en mejoras de los dueños de casas, así como en el centro las semipeatonales benefician la estética urbana y generan mejores perspectivas económicas para los comercios.
Cabe preguntarse por dónde va el camino para que la ciudad llegue al nivel de tener un pavimento medianamente aceptable en la mayoría de sus cuadras –incluidas las de los barrios- y que se renueve cuando corresponda, sin dilaciones. Más allá de que los descalabros económicos que sacuden cada tanto a nuestra sociedad limitan los planes a futuro, bien vale considerar que urge coordinar entre instituciones, más allá de las presiones políticas, y pensar en cuáles son las medidas esenciales que hay que tener para lograr ese mantenimiento adecuado del pavimento. Luego debe venir la apertura de las nuevas calles.