Ni el Leviatán, ni la mano invisible. Ni Thomas Hobbes, ni Adam Smith. Ni Marte, ni Mercurio. No hay quien pueda justificar la manera argentina de “vivir a la defensiva”. No hay contrato social, ni moral, ni código alguno que indique que debemos sin descanso protegernos de la mala fe, que desde el Estado o desde el mercado, como ciudadanos, clientes, usuarios, consumidores o vecinos, nos afecta cada día más. A pesar del esfuerzo de algunos que tratan de hacernos más grata la vida ciudadana; vemos que hay otros sujetos públicos y privados que se esfuerzan por hacer que nuestra existencia sea cada vez más complicada. La burocracia estatal nos obliga a participar de la “tómbola del expediente” donde podemos quedar atrapados en la telaraña de los reclamos infinitos y sin solución como los que hacen de la Anses o del IPPS un sistema de patear los beneficios previsionales hacia adelante, liquidando mal, no pagando los juicios, etc. La educación, la seguridad, la justicia, la salud, son materias que el Estado adeuda desde hace tiempo y ni piensa ponerse a estudiar para rendir en algún momento. Pero también las empresas de servicios, tan privadas ellas, no se andan con chiquitas. La de internet te promete hoy un plan por seis meses, que tiene fecha de caducidad con el aumento del mes siguiente. La de teléfono te cambia la modalidad del contrato sin acuerdo previo, con corte de línea y nuevo modem mediante. Otras empresas de servicios todavía no atienden comercialmente en forma presencial, te obligan a perder tiempo usando redes o algún 0800 para que escuchen sobre una posible pérdida del fluido, una fuga en la vía pública o un poste caído. Lo de los cortes de luz merece un párrafo especial. La infraestructura obsoleta desde hace años puede no soportar esta ola de calor, pero ¿Ni la empresa distribuidora, ni una autoridad municipal son capaces de acercar unos bidones de agua a los vecinos, poner una ambulancia por si alguno se descompensa, ofrecer ayuda para que los remedios no pierdan la cadena de frío? Cada mañana debés hacer una oración para que la vereda o la calle no aparezcan rotas por obras que les llevará meses de reparación. Los bancos y los locales de pago pueden no tener sistema en cualquier momento y no tienen “plan B” para recibirte el dinero. La empresa de emergencias médicas que contrataste puede tardar tanto o más que la ambulancia del hospital público, que a veces no llega nunca. La cuestión es que nos han acostumbrado a “vivir a la defensiva” previendo que cualquier infortunio puede ocurrir. Debemos caminar mirando quién nos sigue, dar un par de vueltas con el auto antes de guardarlo, revisar la letra chiquita de los planes de ahorro hasta encontrar esa cláusula que el vendedor no nos mencionó y nos puede perjudicar. Si comprás en el supermercado, debés revisar el ticket, pues los precios pueden no coincidir con los que leíste en góndola. También deberás repasar las noticias para saber si podrás al otro día tomar el tren, el colectivo, el subte o buscar alguna forma alternativa de llegar a tu trabajo. Y aun así podrás recibir el mismo día y por la espalda la noticia de un piquete o una huelga inesperada. Al precio de aumentar los niveles de ansiedad hasta la enfermedad, una buena estrategia defensiva te permitirá poder trabajar, educar a tus hijos y si Dios quiere renovar el contrato de alquiler por otros tres años. ¿Hay otra forma de vivir? Está claro que sí, pero como decía un hombre sabio que conocí: “¡Vivir es fácil, no te dejan!”.

Miguel Ángel Reguera

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