Me he conmovido profundamente con las expresiones vertidas por el Santo Padre en sus entrevistas. En particular me ha inquietado la referida a la pobreza en la Argentina desde la época que Su Santidad era joven y en la actualidad. Desde su punto de vista las clases populares se han empobrecido en la Argentina en el lapso de los últimos 50 años. No es la visión que conservo de mi infancia. Si midiéramos la pobreza por acceso a los bienes de consumo actuales, la diferencia a favor de los pobres asentados en conglomerados urbanos es infinitamente superior a favor de los últimos. Recuerdo haber ido a la casas rurales en aquellas épocas, en las habitaciones no había colchones de gomaespuma. Eran jergones con una manta y sin sábanas. Los utensilios de cocina se reducían a dos o tres jarros unos cuantos platos y escasos platos hondos. El baño, en caso de tenerlo, era una letrina. El agua corriente no era habitual y no había instalación sanitaria dentro de las casas. La escuela Manuela Pedraza de la ruta 307 de hoy puede calificarse de palacio gótico comparado con el rancho con una sola maestra para los seis grados que había en aquella época. Recuerdo que cuando interactuaba con los niños de mi edad en aquella bella infancia, me sentía como Enrique y el Carbonerito de la novela Corazón, aquellos niños de alma libre, no conocían los caramelos confitados y se reían con esa risa plena de oreja a oreja cuando veían salir al azar los caramelos de distinto color por la ranura. En aquella época “ocuparse” era una bendición para las tiernas ñustas campesinas. Muchas veces esas migraciones se transformaban en abusos romantizadas en las telenovelas con la paisanita que enamoraba al patrón. Tal vez se alimentaban mejor en base al trabajo semiesclavo de las mujeres que prendían el fuego después de recoger la leña en los albores. Distinto es si nos despojamos de una visión personal y recurrimos a las estadísticas, ahí evidentemente somos más pobres, pero las estadísticas son diseñadas por las clases dominantes; es parte del lenguaje hegemónico; con criterio estadístico América tuvo un inmenso crecimiento de su PBI con la conquista europea pero en base a desangrar su riqueza étnica. En lo que coincido es con la visión de la pobreza estructural; cada vez el acceso de la población a la tierra, a las herramientas, a los bienes de producción se encuentra más circunscripta y reducida. Pero ese drama estructural sólo se resuelve con la revolución, democrática, agraria, antiimperialista. Y esto que es crucial, si somos pobres. Estamos pobres de revolucionarios.
Marcelo Daniel Cena
General Paz 848 - S.M. de Tucumán