Esta es nuestra última Pascua antes de las elecciones. Una Pascua más, un nuevo paso de la muerte a la vida. En este sentido me ha entusiasmado la nota de la columna de Opinión de LA GACETA (06/04) de Juan Manuel Montero, referida a la envidia como un pecado capital, en alusión a lo que sienten los tucumanos por el estadio mundialista de Santiago del Estero. Nos envidiamos entre pobres dice la nota, tomando índices del Indec y en abierto repudio hacia la ineficacia de las gestiones provinciales. Retomando esta línea , es bueno propiciar un espacio de esperanza, en estos días en que la cristiandad atesora que el Espíritu de Dios haya atravesado la noche de los tiempos en una Pascua infinita, padeciendo la injusticia de un mundo que sigue siendo el mismo, enseñándonos en Cristo un camino de hermandad universal. Y ya que se alude a la envidia como pecado capital, que se extirpe también la soberbia de creer que la patria es el feudo de los políticos, mientras una corona de espinas rodea la cabeza del Rey de la vida; la avaricia de poseer para sí y para el entorno próximo, acumulando cargos y riquezas arrebatados de la matriz de una provincia rica, a cuya gente se ha empobrecido con la distribución inequitativa de las ganancias y con dirigentes de vergonzosos ingresos; que se aniquile la gula de los manjares opulentos para unos pocos, mientras los Lázaros del Evangelio siguen escarbando los containers de basura en el centro de nuestra ciudad. Que la Pascua sea un renacer de las conciencias de los candidatos, dejando de lado la lujuria de los placeres de unos cuantos mientras se deja a nuestros jóvenes huérfanos a la hora de buscar puestos de trabajo o esclavos de la precarización laboral que deteriora la dignidad. Elecciones dignas y transparentes para los ciudadanos que miramos con apatía y escepticismo el show de los candidatos, esperando las 30 monedas de plata por las que se volverá a vender la patria como se vendió a Cristo. Que la Resurrección hacia la vida nueva sea posible en las conciencias, el pueblo necesita volver a creer en el honor de los dirigentes.
Graciela Jatib gracielajatib@gmail.com