Roberto Sánchez pateó el hormiguero. Más allá de alguna que otra guerra dialéctica entre opositores, la campaña electoral no había subido de tono. Es más, fue mucho más virulenta la que antes de las PASO protagonizaron el mismo Juan Manzur contra Osvaldo Jaldo, y viceversa, que la que estamos viendo ahora a pesar de algún que otro rifirrafe. Pero Sánchez metió el dedo en el enchufe y aseguró que en los barrios, los punteros políticos están prometiendo droga a cambio de votos. “Los vecinos denuncian que hay punteros del oficialismo que ofrecen droga a cambio de un voto. Nos indigna mucho esa situación y la denunciamos públicamente para que paren con esa mercantilización de la política que mata a los jóvenes tucumanos. Una cosa son los spots publicitarios del gobierno y otra es la que pasa en las calles de barrios y ciudades de toda la provincia. El combate al narcotráfico no admite dobles discursos”, dijo. Y allí todo se desmadró.
Si hay algo que distingue a Sánchez es que es un outsider de la política. Su figura comenzó a crecer justamente por no ser un político de cuna sino alguien que, siendo exitoso en el deporte y como empresario, decidió involucrarse. Y así cosechó apoyos. Es tal vez su mayor caudal político. Y por eso sorprendió que haya salido tan fuerte con un tema tan sensible. La respuesta, claro, no se hizo esperar. Desde Manzur, que aseguró que “lo que hizo Sánchez es un delito federal” y que “si él conoce algún ciudadano que vende droga su obligación y su responsabilidad es ir a la Justicia Federal“, pasando por Jaldo, quien tildó de penosos e irresponsables los dichos, hasta otros referentes del oficialismo, quienes también lo criticaron. A la inversa, recibió el apoyo de sus allegados, en un enfrentamiento dialéctico que no hace más que banalizar un tema tan delicado. Hay temas que son demasiado sensibles. Que merecieran al menos un análisis profundo antes de tirarlos al ruedo. Y el de la droga es uno de ellos. Son tópicos que hoy cruzan a la sociedad simplemente porque no pareciera haber forma de solucionarlos. No se pudo hacer con ningún Gobierno. Y deberían ser temas que formen parte de una agenda compartida. Nadie puede solo contra esto.
En temas tan profundos, lo mejor es escuchar a los que más saben. Y uno de ellos es Emilio Mustafá, un psicólogo social que trabaja desde hace décadas con sectores vulnerables. Y él aseguró que la vinculación de las drogas y el chantaje político es una práctica que existe, aunque no apuntó a ningún partido en particular. “Es un fenómeno que sí es real. Vi que en algunos lugares los ‘transas’ se quedan con los DNI de los chicos para después ir a votar; se comercializa con eso”, dijo. Sin embargo, remarcó que se trata de una problemática muy seria que “no debería usarse políticamente como campaña electoral”, sino que, al contrario, debería demandar acciones restrictivas de parte del Gobierno. “Después de la pandemia se potenció el consumo de alcohol y sustancias. Pasta base, marihuana, pastillas… Ante tanta frustración y falta de tratamiento, es necesaria una política integral”, consideró el especialista. Sus palabras deberían tomarse como una enseñanza.
La droga nos cruza a todos. Si hay una madre de todos los males, se debe buscar por ese lado. Nos arrastra a los abismos más profundos. Nos arrodilla ante un futuro totalmente incierto. Hay generaciones perdidas por culpa de ella, y la debacle social a la que nos empuja se hace cada día más evidente. La lucha contra la droga nos interpela. Y hoy, casi sin dudarlo, se debe poner en el tapete con la misma fuerza tanto la lucha contra los narcos como la recuperación de los adictos. No hay una más importante que la otra. La droga no perdona clases sociales. Está presente entre los más encumbrados y entre los más indigentes. La única diferencia es la posibilidad de poder afrontar distintos tratamientos. Pero es en los sectores más carenciados donde su presencia se hace más evidente. Mucho más en un país donde más del 40% de los pobladores son pobres. Donde más de 12 millones de personas no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas. Donde los chicos no saben leer, no entienden un texto y además tienen serios problemas de nutrición. Un combo perfecto para el caldo de cultivo de los traficantes, que convierten a los más vulnerables en soldados de su causa y los obligan a la venta con promesas perversas. En Tucumán, ese índice trepa hasta el 44%. Cada vez hay más gente que pide. Cada vez hay más gente que duerme en la calle, a la intemperie. Y es ahí donde los delincuentes de la muerte se hacen más fuertes. Es un negocio que involucra a familias enteras. Por eso es tan difícil combatirlos. Por cada uno que es detenido, son dos los que ocupan su lugar. Su crecimiento es exponencial. Nunca dejan de vender. El negocio no se termina.
A lo que no hizo referencia Sánchez, tal vez por olvido, es lo sucedido con el candidato a comisionado comunal de Juntos por el Cambio en Villa Belgrano, a quien detuvieron a fines de abril en un operativo conjunto de la Policía Federal, justamente en una causa por narcomenudeo. La droga no reconoce actividades partidarias. Combatir esto es tarea del Gobierno. Romper esa simbiosis. La adicción lleva al abismo. Mustafá aseguró justamente que el problema social que trae aparejado el consumo de drogas se acentúa desde hace más de 10 años, lo cual genera una degradación de los vínculos comunitarios sociales. “Vas a un barrio y muchos ‘transas’ son prestamistas; también en la pandemia abrieron merenderos y comedores y de eso también se aprovechan”, contó. Los hacen sus rehenes.
Todo demasiado liviano
Las palabras de Sánchez movieron el avispero. En el oficialismo no se las esperaban. Es que, al menos Jaldo, decidió que la lucha contra el narcotráfico sería su caballito de batalla y se enfrentó a propios y extraños por sacar adelante la ley de Narcomenudeo que, según sus estadísticas, está dando resultado. Es imposible enfrentar este desafío si no se trabaja en conjunto. No lo pudo hacer Manzur, y no lo podrá hacer Jaldo, Sánchez o quien gane la gobernación si no se dejan de lado mezquindades y se piensa en trabajar en bloque ante algo tan grande y tan peligroso. Pero además, como suele suceder, nadie en la Justicia se hizo eco de las declaraciones del candidato. Nadie decidió actuar de oficio. Pareciera que en campaña se puede decir cualquier cosa y, aunque se esté denunciando un delito, se lo toma como una simple declaración política. Sánchez tampoco fue a hacer la denuncia, por caso. Todo demasiado liviano. Como si en época electoral todo valiera. Ya perdimos la capacidad de asombro.
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