Por Eduardo Posse Cuezzo
PARA LA GACETA - TUCUMÁN
Nada debe hacerse sin el beneplácito de los augures. Es de la naturaleza de las cosas respetar el designio de los dioses. Pero mi amigo, Marco Lucio, despreció todo consejo y acometió una empresa destinada al fracaso.
Habiendo llegado a los idus de marzo, Julio Cesar tuvo soberbia actitud frente al adivino que predijo su asesinato. A las horas yacía apuñalado, entre otros, por su hijo Bruto. Pero Marco Lucio, decidido neciamente a contravenir su destino, adquirió un predio para loteo en la colina del Monte Testaccio sin advertir que el suelo no era el adecuado para construcción alguna, ya que estaba hecho de los restos de más de veinticinco millones de ánforas de barro y que la Musa Urania lo había cercado con prohibiciones de edificación en altura.
¡Pobre Agamenón, que se lanzó a la mar a pesar del vuelo errático de las aves!
¡Pobre Craso, víctima de un simulador de auspicios!
¡Pobre Marco Lucio, fabulador de emprendimientos inmobiliarios! La desgracia, invocada por la diosa Ate, se apoderó de su empresa apenas el primer lote fue vendido a Cecilia, hija de Octavio Metellus. Tal parece que Cecilia Metellus, intentando construir un monoambiente, enterró el primer pilote en el barro, advirtiendo inmediatamente la evicción en su compra.
La noche del solsticio de invierno, la noche más larga del año, encontró a Marco Lucio huyendo apresuradamente a través del Tiber, a cuyas aguas arrojó los boletos de compraventa del loteo fallido.
Todos saben que, tiempo después, Marco Lucio fue encontrado, condenado y esclavizado. Que su propietario lo puso al frente de una tienda de amuletos y que en su ancianidad, ya liberto, instaló una academia de artes adivinatorias.
Por eso, no desafíes la lección de Cicerón, que considera bárbaros y feroces a los que ignoran las señales de lo futuro.
Y si no obtienes el consentimiento de los dioses, no compres lotes en el Monte Testaccio, ni leas este relato.
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Eduardo Posse Cuezzo - Abogado. Presidente de Alianza Francesa de Tucumán y de la Fundación E. Cartier.