Aunque para el mundillo futbolero All Boys y Floresta son prácticamente sinónimos, geográficamente el estadio “Islas Malvinas” está incrustado en el barrio Monte Castro, a dos cuadras de Juan Agustín García, la calle que marca el límite con Floresta.
A sólo 12 kilómetros del Obelisco, Monte Castro parece retrotraer en el tiempo al visitante. En un puñado de manzanas de casas bajas, calles angostas (algunas con adoquines), chalets residenciales y plazas bien arboladas se respira una calma que invita a dejar atrás el ruido de la gran ciudad; allí el tiempo parece detenerse y el Buenos Aires de antaño emerge a flor de piel.
A lo largo y a lo ancho de la avenida Álvarez Jonte (que pasa por detrás del arco norte del estadio) se reparten comercios de diferentes rubros. En muchos casos, en la mañana dominguera del Día del Padre se encuentran cerrados. Sin embargo, en un día con actividad normal el visitante puede disfrutar del denominado “Centro Comercial a Cielo Abierto Monte Castro”.
“Es un barrio muy pintoresco y con mucha vida comercial. La avenida Álvarez Jonte es una especie de microcentro en la que se encuentra todo lo que se busca”, explica el vecino Nahuel Carsano.
El estadio de All Boys fue inaugurado el 28 de septiembre de 1963; y a partir de ese momento domina la geografía de la zona. Bares, murales y pintadas alusivas le hacen honor al sentimiento “albo”.
En la esquina suroeste de avenida Segurola y Juan Agustín García, a cinco cuadras del “Islas Malvinas”, la parrilla-restaurante All Boys indica que en el barrio vibran por los colores blanco y negro. Una especie de típico bodegón porteño en el que, si bien la especialidad es la parrilla, se puede degustar todo tipo de platos, minutas y postres.
A primera vista parece ser la cantina oficial del club. Pero no. “El restaurante es el fiel reflejo del fanatismo de su dueño”, explica Lili, una de las mozas, ataviada con una remera negra que tiene el escudo del “albo” a la altura del corazón; atuendo que se repite en todos los empleados.
La decoración invita a inmiscuirse en un viaje por la historia del club. Banderines, camisetas, dibujos con los diferentes escudos, momentos especiales de la historia y personajes destacados de la institución, dejan en claro la pasión por el fútbol y por los colores que se vive en la zona.
“Igualmente, es un barrio en el que también habitan hinchas de Argentinos y de Vélez. Sin embargo, Floresta y Monte Castro están muy relacionado con All Boys”, remarca Carsano sobre la zona, que pertenece a la comuna 10 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y que limita con Villa Devoto, Villa del Parque, Villa Santa Rita, Floresta, Vélez Sarsfield, Villa Luro, Versalles y Villa Real.
A medida que el estadio se aproxima los murales y las pintadas referidas al “dueño” de la zona se vuelven cada vez más constantes. Sin embargo una de Diego Maradona resalta en una esquina. “En ese lugar antes había un escudo gigante de All Boys. Pero cuando falleció Diego un grupo de pibes decidieron inmortalizar al más grande todos. Es algo que se repite en las adyacencias de todos los estadios de nuestro país”, reflexiona Luis Romero, empleado de una heladería.
El predio del ex Instituto de Menores Manuel Rocca está ubicado a 600 metros del estadio. Desde el año pasado hay un proyecto de ley en la Legislatura porteña para que ese terreno sea cedido a All Boys por el plazo de 20 años. La idea es que allí se puedan llevar a cabo actividades deportivas, culturales, recreativas y sociales. “El club tiene un fuerte impacto social en este barrio, en Floresta y en alrededores”, agrega Romero.
En las calles, la calma del domingo contrasta con el ruido que proviene del interior de las casas y de algunos bares. Las reuniones familiares en una jornada festiva quedaron plasmadas en cada rincón de CABA y también en la zona aledaña a la cancha de All Boys, en la que desde las primeras horas de la siesta comenzó a sentirse el clima de partido.
Por eso, pese a que todos -incluso los hinchas- relacionen a All Boys más con Floresta, Monte Castro vive por y para el “albo”. Es uno de esos barrios con impronta tanguera y corazón futbolero, esos en los que la pasión se niega a morir.