Al final quedó Sergio Massa como principal precandidato a presidente de la Nación en Unión por la Patria (el otro es Juan Grabois) y las acciones de empresas argentinas subieron su cotización. ¿Por qué? Porque la conducta económica es sobre el futuro, no sobre el pasado.
La interpretación es que quedaron en posición de acceder a la presidencia personas al menos respetuosas de la actividad económica privada y “los mercados”, como se suele referir en sentido restringido a quienes operan en lo cambiario, financiero y bursátil, lo tomaron para bien. Ellas serían Massa, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich entre los de mayores probabilidades, y más atrás Javier Milei y Juan Schiaretti.
Se cree entonces que cualquiera que gane las elecciones impulsará medidas que como mínimo crearán un mejor ámbito para la actividad económica. En consecuencia, las empresas mejorarían su rendimiento, con lo que podría haber reparto de dividendos para quienes tuvieran acciones. Por lo tanto, sería importante poseer esos papeles. Tras eso aparecen quienes creen que ocurrirá lo anterior y para ellos el precio presente de las acciones estaría barato y convendría comprar porque el día de mañana estará más caro y redituará vender. También están quienes suponiendo todo lo anterior esperan subas de precios en el corto plazo y compran para vender también en el corto plazo, ocurriendo la llamada toma de ganancias (y quedan variantes). De allí el aumento de la demanda por acciones y la suba de sus precios y también por qué la misma noticia hace que los precios de los activos primero suban y luego bajen. El mismo hecho genera diferentes resultados porque diferentes personas tienen diferentes objetivos. Algo similar ocurrió con los títulos públicos.
Esto es, la mejora bursátil y la baja del riesgo país no muestran que Argentina está mejor sino que se cree que estará mejor cuando cambie el gobierno. Lo inverso de lo que pasó en 2019 cuando el precio del dólar pegó un salto luego de las PASO: quienes tenían alguna capacidad de ahorro pensaron que el gobierno de los Fernández sería peor que el de Mauricio Macri y buscaron cubrirse.
Vale para muchos campos. Olvidar que el pasado condiciona pero no determina lleva en ocasiones a planteos errados como los de exigir a las empresas que inviertan ya que tuvieron ganancias cuando las empresas no invierten porque ganaron sino porque esperan ganar. Es cierto que haber ganado ayuda a fondear la inversión, pero la causa de la conducta está en el futuro, no en el pasado.
Ahora bien, ¿importa quiénes son los candidatos? Primero debería mirarse un panorama más amplio de postulantes. Con Wado de Pedro como alternativa oficialista eran mayores las probabilidades de triunfo para Juntos por el Cambio, lo que también debería haber calmado a los inversionistas. ¿Creen que con Massa una victoria de Unión por la Patria es más probable pero menos peligrosa? Eso olvida, además de la conducta de Massa durante años, al Congreso de la Nación. Un Presidente ejerce liderazgo (bueno, no siempre) pero sus iniciativas deben tener trámite parlamentario. Así, la pregunta es cuánto peso ganarán los legisladores menos promercado. Porque la candidatura de Massa parece haber sido compensada con candidatos K en posiciones expectables de diputados y senadores en la provincia de Buenos Aires. Si antes la situación era De Pedro para la derrota y pocos diputados kirchneristas y ahora Massa ¿para la victoria? y muchos legisladores de La Cámpora, no luce tan auspicioso para el próximo Presidente, sea quien fuere.
Claro que los individuos siempre son importantes pero en las circunstancias críticas lo son más. Por ejemplo, ¿cuál hubiera sido el rumbo del país si Agustín P. Justo, Roberto M. Ortiz y Marcelo T. de Alvear no hubieran muerto entre 1938 y 1942? ¿Habría habido golpe de Estado en 1943? Y aun con él, ¿qué habría ocurrido sin Juan D. Perón como uno de los golpistas? Debe tenerse en cuenta que había una tendencia general hacia una mayor participación del Estado en la economía. Por eso las plataformas del Partido Laborista (Perón) y de la Unión Democrática (José P. Tamborini) eran similares en lo económico. Con cualquiera se habría construido un “Estado de bienestar” profundizando y ampliando la legislación que se venía emitiendo sobre todo desde principios del siglo XX. Pero también seguramente con diferencias en el respeto a las instituciones republicanas.
Algo similar podría pensarse para 2003 si Carlos Reutemann hubiera sido candidato en vez de Néstor Kirchner: más participación del Estado en la economía pero sin La Cámpora. Se debe tener cuidado con los contrafactuales porque su realidad hubiera requerido un pasado diferente del que fue. Pero es válido especular, para aprender y prever. Perón o Tamborini, Alfonsín o Lúder, Menem o Angeloz, Kirchner o Reutemann no implicaban variantes mínimas de una tendencia general sino rumbos drásticamente distintos.
Porque la historia incluye la influencia de personalidades en posiciones clave así como tendencias por intereses, restricciones reales o creencias compartidas (las instituciones informales) donde juega cada persona. Pero cuando el marco informal no es claro, o no es muy compartido, o tiene bases erradas y el formal es débil, la persona concreta del líder pesa mucho. Y eso es una manifestación de atraso que explica en parte la variabilidad de las políticas económicas de Argentina.
Volviendo al futuro Congreso, ¿La Cámpora no sería parte de los importantes contrapesos republicanos? Sí y no. La política en una república democrática se hace escuchando y negociando, lo que requiere compartir alguna visión básica, como el respeto a las instituciones, atención al largo plazo y rechazo a la ambición hegemónica. No creerse el pueblo sino reconocer a todos como parte de él. Algo no asumido por una parte importante del espectro político.
Por eso el rumbo de la economía depende mucho de la personalidad de los gobernantes. En un país más civilizado la composición parlamentaria puede ser una molestia, no una fuente de sabotajes. Pero es Argentina.