Lejos de la provincia, los tucumanos padecen la ola de calor anormal

Dos comprovincianos, uno en California y otro en España, comentaron que las temperaturas extremas en el hemisferio norte obligan a tomar medidas de cuidado.

EN CALIFORNIA. En el hemisferio norte también sufren las tórridas temperaturas de un verano que califican de “aterrador”. reuters EN CALIFORNIA. En el hemisferio norte también sufren las tórridas temperaturas de un verano que califican de “aterrador”. reuters

La temperatura del mar Mediterráneo batió un nuevo récord y la de las aguas en la costa de Florida alcanzaron niveles parecidos a los de un jacuzzi.

El clima extremo en el hemisferio norte está generando problemas a locales y a turistas, y obliga a las autoridades a tomar medidas para paliar el impacto del calor anómalo, sequía en algunos lugares, lluvias torrenciales en otros; además de los fenómenos asociados, como el riesgo para la vida marítima que implica el aumento de la temperatura marina.

El lunes, la temperatura de la superficie del Mar Mediterráneo alcanzó su máximo histórico con 28,71 ºC, superando el récord anterior de 28,25 ºC, establecido en 2003.

“La semana pasada, la temperatura del agua en la zona del Mar Menor -en la costa murciana- estaba en 27°”, cuenta Walter Tavera, biólogo tucumano que vive en Murcia, cerca de lo que se conoce como la Costa Dorada, al sur de España.

Tavera, que cursa en España una maestría sobre Dinámica del Clima, explica que, a esas temperaturas, se destruye la vida marina y se afecta la biodiversidad. Ese entorno, dice, es propicio para el crecimiento de microorganismos, algunos de ellos tóxicos, que luego consumen los peces de la región. “En los diarios locales se refleja esta preocupación por la aparición de peces muertos”, relata Tavera.

La situación en esa zona de España se parece a la del resto de la Europa mediterránea, un calor atípico incluso para el verano, que obligó a las autoridades a tomar recaudos.

“El ayuntamiento de Murcia dispuso un despliegue de cuidados en las playas y en los lugares de veraneo. Además, hay un plan de ayuda a los productores agrícolas afectados por la sequía”, dice Tavera. Además, se puso en marcha un proyecto para repoblar con vegetación nativa zonas que se están desertificando.

En primavera, entre mayo y junio, las lluvias torrenciales provocaron inundaciones en las poblaciones al pie del cerro de Murcia: “Zonas como El Palmar o Molina de Segura quedaron devastadas. Después de dos o tres semanas de calma, dio un salto a 35 y 40°C”. Por otro lado la sequía está afectando a las zonas agrícolas alrededor de las ciudades, donde se producen citrus, tomates y cucurbitáceas, que son muy importantes para la economía de la región.

Al otro lado del hemisferio, en una ciudad llamada Tracy, en el estado estadounidense de California, Alvaro Cabrera también sufre las tórridas temperaturas de un verano que la Organización Meteorológica Mundial ya llama “aterrador” y el secretario general de Naciones Unidas denominó como la “era de la ebullición” climática.

“Veníamos teniendo temperaturas máximas de 27° C. Acostumbrado al calor de Tucumán, no me parecían excesivas -cuenta-, pero la semana pasada llegó a 46° C”. La diferencia, explica, es que el clima seco y ventoso del desierto es más soportable que el calor húmedo y casi estanco de nuestra llanura pedemontana.

Se soporta mejor, se consuela, porque de noche la temperatura desciende a niveles “más normales” y porque todos los lugares, ya sean bares, casas, negocios o autos, está equipado con acondicionadores de aire. Además, cuando pasa de 37°C, en Tracy el transporte público es gratuito.

Pero el problema es más profundo y de largo alcance, según Tavera. Las olas de calor, afirma el experto, son una consecuencia del cambio climático, y no parte de un “ciclo normal de la naturaleza”, como aseguran los que niegan que el calentamiento global producido por la actividad humana exista: “No es normal el proceso ni la velocidad con la que se da”.

Las temperaturas más altas del agua significan que la vida marina estará en riesgo, de manera muy similar a lo sucedido entre 2015 y 2019, cuando otras olas de calor golpearon de manera significativa a cerca de 50 especies, incluidos moluscos y corales. Se prevé que impacto del calentamiento de los océanos se haga sentir en los meses de otoño e invierno, cuando se libere el calor que retienen actualmente, lo que podría potenciar las tormentas.

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