Como hace 40 años, ¿la rabia y la paz?

La interna abierta, casi fratricida, de Juntos por el Cambio a nivel nacional: ¿se parece a la primaria de la UCR de agosto de 1983, o a las presidenciales de octubre de ese año, o a la disputa peronista de 1989 entre Menem y Cafiero? En estos 40 años de democracia hubo muchos sucesos electorales dignos del análisis político -y hasta sociológico-, y el actual proceso de elección de candidatos de la coalición opositora remite a aquellos hitos, especialmente porque cada uno de ellos fue determinante en el derrotero posterior del país.

En ese marco, el hecho de que se le asignen chances importantes de ganar los comicios y de acceder al poder obliga a mirar qué es lo que se está jugando internamente en la alianza PRO-UCR-Coalición Cívica, y también a realizar comparaciones. Las similitudes con aquellos tres procesos electorales radican en que la lucha en el frente de la oposición también es -como en los tres referidos- para resolver peleas por el liderazgo del espacio, en definir quién será la persona, hombre o mujer, que conducirá a Juntos por el Cambio desde la presidencia de la Nación. Si es que la coalición triunfa, claro.

Balbinistas vs. alfonsinistas

En agosto de 1983, más precisamente para el domingo 14, el radicalismo había previsto llevar adelante la elección partidaria para definir a su candidato presidencial, el que debería surgir de la disputa entre referentes de dos fuertes e históricas corrientes internas: la Línea Nacional, o balbinista, y el Movimiento de Renovación y Cambio. Esa votación no llegó a producirse porque uno de los candidatos renunció a su postulación, allanando el camino a su contrincante. Y eso tiene una explicación.

Es que un mes antes, el 17 de julio, se efectuaron las internas de la UCR para elegir a sus autoridades partidarias. Raúl Alfonsín (Renovación y Cambio) se impuso ampliamente sobre Fernando de la Rúa (Línea Nacional, que se referenciaba en Ricardo Balbín, fallecido en 1981), de tal manera que ni siquiera a la minoría accedía la agrupación derrotada.

De la Rúa se bajó de la pelea presidencial ante ese clima electoral adverso, advirtiendo que sería casi imposible competir con la fuerza arrolladora de RyC. El alfonsinismo comenzaba a asomar como expresión política nacional desde el radicalismo. De la Rúa se justificó diciendo que lo hacía para no ahondar las diferencias entre el alfonsinismo y el balbinismo y para que la UCR salga fortalecida y unida del proceso interno. La UCR después ganó.

Peronistas vs. radicales

Sin embargo, antes de esa victoria en octubre de 1983, el radicalismo se enredó en una dura campaña electoral contra el PJ. El peronismo había perdido a su líder en 1974 y la pelea por la herencia política se mantenía; no había un conductor sino liderazgos territoriales y provinciales. El verticalismo tradicional hacía aguas sin un único referente, el Partido Justicialista no llegaba de la mejor forma a la contienda electoral, por más que había afiliado a más de 3,5 millones de personas. Mientras tanto, la UCR incorporó a sus filas a 1,4 millón de simpatizantes en el proceso de reorganización de las estructuras partidarias que habilitó la dictadura militar.

El PJ parecía anclado al pasado -se dijo en comentarios posteriores-, hasta en sus discursos, ya que sus dirigentes aseguraban que vencerían sólo con mencionar a Perón, algo que Alfonsín cuestionó años después aludiendo al Cid Campeador. Lo novedoso en ese proceso comicial fue que el líder de RyC trabajó con un equipo publicitario encabezado por David Ratto. Hubo una gran campaña de afiches y gran despliegue de propaganda política. Quién no recuerda la imagen de Alfonsín con sus manos tomadas sobre su hombro izquierdo y los óvalos con los colores de la bandera y la sigla RA.

Hace pocos días, por las redes sociales, Hernán Lombardi escribía: “El 13 no van a ganar los afiches ni los carteles”. Sólo vale la mención de los dichos de este dirigente macrista que responde a Patricia Bullrich porque, precisamente, en el ‘83 la ahora precandidata presidencial del PRO militaba en la Juventud Peronista apoyando la postulación de Ítalo Argentino Lúder (PJ).

En ese tiempo la JP hacía campaña en favor del ex presidente provisional del Senado diciendo “Somos la rabia”. Frente a esta consigna, desde el radicalismo ochentista surgió el “Somos la paz”. Para seguir trazando paralelismos o curiosidades entre épocas y dirigentes, valdría mencionar que Horacio Rodríguez Larreta señaló hace poco, para diferenciarse de Bullrich: “Nosotros siempre estamos del lado de la paz, no han escuchado ni un solo comentario personalizado de nadie. No lo hice y no lo voy a hacer por más que otros u otras lo hagan conmigo”.

¿Hay coincidencias en estas tramas? Más aún, ¿los resultados pueden ser similares a los del 30 de octubre de 1983, cuando la paz le ganó a la rabia? La historia política deja anécdotas interesantes, por más que los paralelismos que se tracen tengan mucho más de especulación. Sin embargo, en el país de la grieta, por cierto más profunda que la del siglo pasado, todo puede suceder, como que la rabia ahora le gane a la paz. Veremos.

Peronistas vs. peronistas

El enfrentamiento entre el riojano Carlos Menem y el bonaerense Antonio Cafiero, el 9 de julio de 1989, fue la interna más importante de la historia del PJ en estos 40 años de democracia, y vale ser evocada a causa de la interna de Juntos por el Cambio, porque esta puede tener la misma trascendencia que aquella, por su eventual derivación: el acceso al poder del ganador de la primaria.

Lo llamativo es que desde la oposición se trazan paralelismos interesados entre ambas internas y no desde la de la oficialista Unión por la Patria, como podría imaginarse, un indicativo de que la disputa entre Sergio Massa y Juan Grabois no despierta el mismo interés que la de otrora. La del tigrense y del dirigente social no tiene el mismo peso; allí la victoria parece cantada, sólo resta saber la diferencia.

De hecho, desde el lado de la precandidata del PRO hacen referencia a aquella puja del peronismo para hacer comparaciones, sugiriendo que Bullrich vendría a ser como Menem y que Rodríguez Larreta sería Cafiero, con lo que, obviamente, están tratando de imponer un relato festivo por anticipado.

He aquí otro dato curioso: la adversaria del jefe de Gobierno de la CABA trabajó por la postulación de Cafiero en aquella interna del justicialismo, ya que de la JP había pasado a militar en la renovación del peronismo tras la derrota del PJ a manos de Alfonsín. Es decir que, como militante, Bullrich sufrió la derrota en manos del radical Alfonsín y del peronista Menem, y como funcionaria integró la alianza que tuvo que dejar el poder en 2001 y también estuvo en la gestión de Macri, a quien el pueblo le dio la espalda en 2019 frustrando su intento reeleccionista. Tal vez como precandidata tenga mejor suerte en las urnas.

Lo que sí tiene de similar esta primaria de JxC con aquella votación del PJ es que va a dirimir, como se dijo, el liderazgo del espacio opositor: o lo conduce ella o lo hace Rodríguez Larreta, cada cual con su estilo y visión. Ese resultado, además, dirá mucho sobre las preferencias políticas del electorado opositor.

En Tucumán: liderazgo vs. supervivencia

En Tucumán, la interna de Juntos por el Cambio se desarrolla con esa misma impronta; la de la definición de liderazgos y de conductores del espacio en el futuro. Con matices claro, el que gane la contienda nacional puede convertirse en presidente, mientras el que se imponga en el proceso electoral provincial puede llegar a la Cámara Baja, pero con pergaminos para ser el referente local de la oposición. O es el capitalino Germán Alfaro o es el yerbabuenense Mariano Campero. No hay vueltas.

Es porque el ganador sacará al otro de la boleta definitiva para competir en las generales, y lo debilitará en la coalición; una coalición que, por cierto, va a comenzar el próximo mandato ya debilitada a causa de haber perdido su principal bastión territorial: la Capital. Esta situación, tal vez no haya sido dimensionada en toda su trascendencia y proyección política, ya que en función de tratar de acceder al poder dentro de cuatro años es como comenzar a pelear desde el subsuelo, cuando ya se habían instalado en el primer piso.

El resultado local de la interna de JxC dirá mucho sobre el futuro de la alianza opositora, al margen de si Rodríguez Larreta vence o no a Bullrich en Tucumán, porque aquí lo que se está jugando otra cosa; aún más que los liderazgos y los protagonismos de los dirigentes, y es algo que algunos no están merituando debidamente: se estará jugando la supervivencia de un ya atomizado espacio opositor.

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