Les Luthiers: el humor refinado se honra con cariño

En tres funciones, hoy, mañana y el viernes (la última, con promoción especial para socios de Club LA GACETA), el grupo humorístico presenta en estreno “Más tropiezos de Mastropiero”. Entrevista a Carlos López Puccio.

Carlos López Puccio Carlos López Puccio

Hoy empezarán a despedirse; y lo harán también mañana y el viernes, siempre a las 21. El teatro Mercedes Sosa (San Martín 479) recibe “Más tropiezos de Mastropiero”, que traen Les Luthiers elenco 2019. Para la última función los socios de Club LA GACETA podrán acceder a la promoción especial de 2x1, hasta un cupo de 50 entradas (100 plateas).

A los históricos Carlos López Puccio y Jorge Maronna se suman Roberto Antier, Tomás Mayer-Wolf, Martín O’Connor y Horacio Tato Turano, y actúan como alternantes Santiago Otero Ramos y Pablo Rabinovich. En vista de esta esperada presentación, y con el recuerdo vívido de Daniel Rabinovich y Marcos Mundstock, el maestro López Puccio tuvo la amabilidad de responder en entrevista a LA GACETA en el mejor estilo “luthier”. Es decir, inteligente, detallista, refinado, culto, elegante, sutil y gracioso (la primera parte de esta entrevista se publicó el domingo 16 de julio).

- ¿Cómo describe el espectáculo, sin spoilear? ¿Qué contiene?

- Muy esquemáticamente: se desarrolla a lo largo de una profunda entrevista al mismísimo Johann Sebastian Mastropiero. El diálogo va conduciendo al (supuesto) recuerdo de grandes composiciones del maestro. Escribimos “Mastropiezos” antes de tomar la decisión consciente de finalizar con él nuestra carrera. Luego descubrimos que esa decisión, posterior, develaba intenciones de nuestra parte -tal vez insinuadas en el espectáculo- de las que hasta ese momento ni siquiera nosotros nos habíamos percatado. Más Tropiezos de Mastropiero es un espectáculo que, por primera vez, despliega una trama oculta, una tenue línea subterránea y, si se quiere, un hilo dramático que se convierte en un elogio a nuestro numen inspirador, Johann Sebastian Mastropiero, y a nuestra propia carrera. No puedo revelar más, pero desemboca en un gran final que Beethoven y Agatha Christie habrían envidiado. El material es absolutamente nuevo. Aunque entre las doce escenas que declara el programa incluimos, a manera de homenaje a la larga historia de Les Luthiers y a los compañeros que ya no están, dos números clásicos.

- ¿Qué le ha dado Les Luthiers a Carlos López Puccio?

- Al día de hoy, y visto en retrospectiva, lo más valioso es el íntimo orgullo de haber pertenecido al grupo, no sólo por los premios obtenidos sino, especialmente, por haber entregado humor refinado y por haber recibido cariño.

- ¿Cuál fue el mejor momento del grupo?

- La semana de entrega del Premio Princesa de Asturias, en 2017, me marcó para toda la vida. Ese reconocimiento, y la extensa y jubilosa celebración, nos dio una imagen nueva de nosotros mismos. Nunca habíamos pretendido mucho más que divertir y divertirnos para, de pronto, encontrar que un jurado internacional de ese nivel nos ponía como “espejo crítico y... referente de libertad en la sociedad contemporánea”, y pasábamos a pertenecer al mismo club que el de Zygmunt Bauman, Francis Ford Coppola, Daniel Baremboim, Woody Allen, Bob Dylan...

- ¿Tienen un top ten de los números de Les Luthiers de todos los tiempos elegidos por ustedes?

- No puedo contestar en plural. Cada cual tendrá su listado, basado, además del inefable gusto personal, en qué variables tiene en cuenta para adjudicarle un valor a un número de nuestro repertorio. Pienso que habría que dividirlos en dos rubros, que suelen mezclarse en el recuerdo de la gente, pero que, en mi opinión, pertenecen a géneros diferentes, con exigencias, méritos y dificultades muy distintas. Sería algo así como: 1) - escenas puramente teatrales, mayor o exclusivamente habladas, y 2) - momentos de teatro musical que se generan, introducen o desembocan en una “canción” (o como quiera clasificárselas). Mis preferidas de entre las primeras: el diálogo sobre el merengue entre Marcos y Daniel (”Ester Píscore”), “Himnovaciones” (la extensa escena sobre los políticos corruptos que intentan modificar el Himno nacional), el texto mal puntuado (que “leía” Daniel), y -no puedo evitarlo, pero lo afirmo con convicción- la “Entrevista a Mastropiero” que vertebra a Mastropiezos de Mastropiero. En el segundo grupo incluiría (la oferta es aún mayor) al rap “Los jóvenes de hoy en día”, el bolero “Perdónala”, “la Cantata de Don Rodrigo...”, “El rey enamorado”, la zamba “Añoralgias”, “Ya no te amo, Raúl”, el Cha-cha-chá para órgano a pistones.

- En su historia artística Les Luthiers hizo gala de la libertad de expresión con ética y estética propia. ¿Cómo se manejan en tiempos de “corrección” política?

- Estamos viviendo en un mundo cada vez más medievalizado: el anacronismo y la naturaleza multiforme de esta mal llamada “corrección” política ejerce una presión enorme y a la vez difusa sobre la libertad de decir y de reír. Cada vez somos más los que defendemos la libertad de expresión pero que, paradójicamente, nos autolimitamos al expresarnos. Esto, seguramente, dificulta la capacidad de pensar, y afecta, entre otras, la posibilidad de reír. Hoy, al momento de reír en público, buena parte de la humanidad antepone inconscientemente un tenue velo censor que la hace evaluar: “¿está bien que me ría de esto? Desde esa certeza, el “momento” del grupo siempre ha sido el hoy. Para nuestro nuevo espectáculo Más tropiezos de Mastropiero, primero realmente nuevo en quince años, sentimos que no podíamos permanecer atados a los paradigmas de hace dos décadas, pero tampoco infringir nuestras amadas normas de calidad. Así que buscamos, cuidadosamente, caminos por lo que, dentro del marco referencial de la ética luthier, pudiéramos incluir ideas, conceptos, opiniones y hasta limitaciones propias del presente.

- ¿Creen que dejan herederos de su particular humor?

- Confiamos en que por lo menos dejamos un buen estímulo, un buen ejemplo. Herederos tal vez haya, en acción o en ciernes. Por el momento, y aunque en nuestro caso nos encantaría, no conocemos ninguno que haya superado o que siquiera haya presentado el examen de ADN.

- A esta altura de la gira, ¿siguen convencidos de que es de despedida?

- Desde que empezamos a escribir este espectáculo han pasado cuatro años... que no han pasado en vano: ¡cuando comenzamos éramos jóvenes! Luego del estreno tuvimos una especie de revelación: descubrimos que, ahora sí, mayores de edad, podíamos retirarnos orgullosos, con un éxito y no con el fracaso de haber continuado hasta el cansancio explotando y recurriendo a las glorias del pasado. Además, ni Jorge ni yo tenemos pasta para otra cosa que no sea el escenario. Y sostener Les Luthiers, toda una empresa: implica ser en parte empresarios, productores, jefes de personal... Algo que nos supera. Por eso acordamos hacer una gira corta, de no más de un año, en la cual mostraríamos nuestra creación a todos los que quisieran disfrutar de ella junto con nosotros. La verdad es que tampoco esperábamos un éxito tan abrumador. Entre muchas otras plazas, estuvimos tres meses a lleno en el Ópera de Buenos Aires; otro mes, diario y lleno, en Madrid; dos presentaciones en el Auditorio Nacional de México (10000), una “arena” de 8000 en Bogotá; Sevilla, Barcelona, Quito, Medellín, Monterrey, Guadalajara... y seguiremos así todo el resto del año. Lo dicho: ¡qué bueno es terminar con felicidad!

- En tiempos de apps y de redes, Les Luthiers siempre están y estarán en las pantallas. ¿Qué les provoca esta permanente cita virtual con el público?

- Debería provocarme alguna sensación de inmortalidad, pero no logro convencerme. Ojalá Les Luthiers haya sido y siga siendo un buen modelo; que estimule a hacer humor con calidad y rigor, con trabajo e ingenio, y enalteciendo la imbatible gloria del pensamiento, el refinamiento y la cultura.

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