El primer aprendizaje es que ya no son invencibles. La elección de Javier Milei en Tucumán tiene más trascendencia e impacto del que se imagina. Principalmente, porque desde la victoria de Antonio Domingo Bussi en 1995 nadie había podido derrotar al peronismo en esta provincia.
Hay paralelismos con aquel triunfo del fallecido represor. El líder de la Libertad Avanza, con estos resultados, rompió el cerco de las estructuras partidarias. En soledad, sin trabajo territorial y sin haber podido hacer una trasfusión de sus adhesiones a sus referentes provinciales, se impuso a la lógica electoral del país. Lo hizo en distritos más permeables a esos cambios, como Córdoba o Mendoza. Pero también lo hizo en Tucumán, en donde el poderío del aparato oficialista venía siendo invencible. Aquí vale una salvedad: Ricardo Bussi puede celebrar el resultado y jactarse de haber elegido bien, pero no puede adjudicarse el éxito, responsabilidad exclusiva del economista.
Es lógico entonces que los rostros en la Casa de Gobierno no hayan podido disimular el cimbronazo de la impensada derrota. Porque a los ojos del peronismo nacional, una cosa es perder en Córdoba o en Santa Fe y otra muy distinta, y mucho más dramática, es sucumbir en un reducto como el tucumano.
Juan Manzur y Osvaldo Jaldo tienen una tarea descomunal por delante. Primero, justificar ante la Casa Rosada lo ocurrido en Tucumán. Y segundo, replantear las estrategias y realizar un esfuerzo que no estaba previsto para intentar dar vuelta el escenario en octubre. De lo contrario, pensar en un gobierno nacional de signo peronista por los próximos cuatro años sería un mero acto de entusiasmo. Y en ese aspecto, el más interesado debe ser el gobernador electo. En las bases del oficialismo prefieren mirar un punto a favor para la campaña que se avecina: este resultado obligará a los “popes” y a la Nación a liberar los recursos que en estas semanas escasearon.
El resultado también obliga a una instrospección en el binomio Manzur-Jaldo. Porque si bien lo de Milei es un fenómeno nacional que involucra aspectos vinculados al hastío de la sociedad, para que haya podido perforar la coraza del justicialismo tucumano hay cuestiones locales para analizar. Los recurrentes conflictos salariales que viene soportando el Gobierno dan cuenta de un vacío de autoridad y de gestión innegable.
Desde luego, para conocer el final de la película resta al menos la mitad de la cinta. Sin embargo, el avance ya desacomodó las estanterías que parecían inamovibles en Tucumán y provocó saltos desde el sillón. Hasta ayer, el peronismo local tenía el mote de invencible y los pergaminos que lo respaldaban. Ahora deberá revalidarlos en un escenario hostil.