Leales sueña en relatos breves, muy breves y brevísimos

El poeta y narrador Salvador Chaila, también doctor en Agronomía, habla de su último libro habitado por personajes y recuerdos de su pueblo. “El cuento necesita madurar muy adentro de uno, como un buen vino”, dice.

SALVADOR CHAILA. Escritor, doctor en Agronomía y ganador de numerosas distinciones literarias. SALVADOR CHAILA. Escritor, doctor en Agronomía y ganador de numerosas distinciones literarias.

Palabras mordidas de silencio. Recuerdos entretejidos con sabor a caña dulce. Amaneceres dentro del sueño. Nubes en el suelo. Un chivo arriba del armario. Ojos de la lavandera. Gato de una sola bota. Una escoba para barrer siglos... “Mi niñez campesina fue el detonante básico e indispensable para la elaboración temporal; luego fue aquel desarraigo que tuve que sufrir cuando marché hacia la ciudad, y las añoranzas por el terruño cada vez más lejos en el recuerdo, sumados a todos esos seres mágicos o cuasi mágicos que se arropan en la bruma de los sueños, soñados algunos, reales otros, o sublimados por el nuevo entorno de las actividades de las cuales se regresa, sin querer a aquellos lugares propios, nunca abandonados”, dice Salvador Chaila, quien vio el primer amanecer en Santa Rosa de Leales en 1948. Escritor, doctor en Agronomía, ganador de numerosas distinciones literarias, autor de varios libros, entre ellos, “Leales en coplas”, que reúne más de 5.000 coplas sobre su pueblo, ha editado recientemente “Cuentos breves, muy breves y brevísimos”, con ilustraciones de Guillermina Rebollar, editado por la Facultad de Agronomía y Zootecnia de la UNT, de la que fue docente durante muchos años. A juzgar por el título, quizás el nuevo libro debió ser firmado por “Cacho, el Breve”.

- ¿Cómo se produce el pasaje de la poesía a los relatos?

- Soy en esencia un cultivador de la poesía y mi tiempo libre fue dedicado siempre a leer y escribir poesía, desde temprana edad, el cuento se me dio por añadidura. No hay un pasaje propiamente dicho de la poesía al cuento. Sin querer y sin saber fui dedicándome al cuento. Tal vez era nada más que un mero despertar en una dormida circunstancia de andar y saborear esos caminos cerrados hacia el olvido.

- ¿Qué temáticas abordan los relatos?

- Los comienzos de esta relación con el cuento se fueron dando de la misma forma en que se dieron con las personas de mi pueblo, en especial con los mayores. Existió y existe un intercambio desde entonces. El pueblo me dio un suceso determinado, un personaje especial, que luego se haría extraordinario cuando le cayó el polvo de los años. El cuento necesita madurar muy adentro de uno, como un buen vino.

- ¿Se los puede considerar microrrelatos?

- Muchos de ellos son microrrelatos o muy breves como, por ejemplo, “El tren llega temprano” (lee): “Cuando el tren llegó, era muy temprano, pero tan temprano que todos habían partido hacia el comienzo”. O “La eterna tristeza de Andrea Gómez”: “Andrea Gómez lava ropa a la orilla de aquel río que nace de sus propios ojos. Su eterna tristeza es parte del mundo”. O “El hombre cansado”: “El muerto apareció detrás de las casas. Estaba sentado, apoyado contra una pared como mirando el infinito lugar de las tormentas. Su sombrero le caía sobre los ojos, las piernas estaban estiradas y sus brazos descansaban con las manos sobre el vientre, con los dedos entrelazados. Nadie lo auxilió. Nadie lo extrañó. Nadie acudió a reclamar su presencia. Pasó un día, dos y tres. Pasó un año, dos y hasta tres. Cansado de esperar, se levantó y caminó hacia su destino”. El resto de los cuentos son narraciones breves, pero todos con la impronta de los cuentos dejados atrás en las calles de tierra, en la escarcha de las sendas del invierno, en las casas abandonadas, en los bueyes lentos que llevan la carga de caña al ingenio, en los peladores que pelan de sol a sol o mejor dicho de sombra a sombra, en los espantos que anuncian el tiempo de los muertos. Sin proponerlo nacieron estos 500 cuentos cortos o breves, o microcuentos, o brevísimos o pequeños relatos o narraciones sin fin.

- ¿Es tu primera incursión en este género?

- No es la primera incursión en esta temática, pero la acepté como un reto peligroso, al que había que sortear, como parte de ese destino en forma de ángel o de demonio, que nos espera a la vuelta de alguna esquina.

- ¿Por qué la poesía representa para vos la libertad?

- Representa la libertad como el vuelo del pájaro y su trino interminable, escondiéndose entre el ramaje florido, y el murmullo del agua, mientras el sueño brota como una cascada de risas y recuerdos. Sin rejas para quitarnos el lugar de la luz y poder encadenar el canto y la palabra. La poesía es como el viento que vuela en las alturas y siente el silencio que se mezcla con el perfume que llega desde la primavera abierta.

- ¿Los relatos vienen a ser lo opuesto a esa libertad?

- El cuento es algo diferente, es al mismo tiempo un cofre que aprisiona los fantasmas dormidos y nos encierra a nosotros mismos con el momento de entibiar los nombres perdidos en los ríos del silencio exprimiendo las sombras. El cuento es el lugar exacto a donde vamos o regresamos para aligerar la carga que nos preocupa día a día. El cuento nos ocupa y predispone a usar con exactitud la palabra.

- ¿Cuál es la presencia de tu pueblo natal en estos textos?

- Mi pueblo, sus actividades y su gente siempre están presentes. Muchas veces, uno dispone de personajes que en verdad existieron y su accionar en el relato es una ficción. En otros casos, el personaje que se describe nunca existió y su historia de vida es verdadera. La mayoría de los oficios son considerados en algunos de mis relatos, aunque el personaje principal es el paisaje, sus lugares y sus actividades, además de los animales que lo recorren y anidan esperando sobrevivir en su tiempo y en el cuento.

- ¿Cómo has conciliado la agronomía con la literatura?

- No hay puntos de unión entre ambas, pero muchas veces la narración científica se esconde en el hombre que escribe y lee con otro vocabulario. Aquel que transita desde el andar de un primitivo ser en el fondo de la historia, que aprende a dominar los recursos de la naturaleza, los animales, las plantas, el agua, para sobrevivir en la tierra. Es difícil conciliar cosas disímiles como estas, sin una cuota de sacrificio, por ello personalmente me imponía una hora diaria para leer y escribir sobre todo poesía, cuento y ensayos literarios, algo así como un rezo al creador, antes de dirigirme a la tarea diaria de campo experimental, de laboratorio o de aula que constituyó mi quehacer cotidiano durante 40 años y más.

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