Argentina vs. Bolivia: la inédita hazaña de la Selección “fantasma” que ganó en La Paz hace 50 años

Para no quedar afuera del mundial de Alemania 74, Omar Enrique Sívori reemplazó a algunos jugadores por juveniles y los entrenó en Jujuy.

La histórica hazaña de la Selección argentina para ganar en la altura de Bolivia en las Eliminatorias de 1973. La histórica hazaña de la Selección argentina para ganar en la altura de Bolivia en las Eliminatorias de 1973.
12 Septiembre 2023

Esta tarde, Argentina enfrenta a Bolivia y uno de los grandes rivales que tendrá la “albiceleste” es la altura de La Paz. En este marco, los memoriosos y fanáticos del fútbol recuerdan la histórica hazaña de una Selección “fantasma” que hace 50 años jugó a todo o nada en el país vecino y evitó que la Argentina quede afuera del mundial de Alemania 74.

Fue un hecho sin precedentes que incluyó mucho entrenamiento y algunas sorpresas. Claro, la caída 3-1 frente a Bolivia en los sofocantes 3640 metros de altura de La Paz y el posterior empate con Perú, dejaron en 1969 a la Selección Argentina sin Mundial por lo que los dirigentes no querían volver a repetir esa historia.

Según consigna TyC Sports, las Eliminatorias para Alemania ´74 asomaban en el horizonte y el cruce con Bolivia como visitante, del 23 de septiembre, se presentaba como el escollo más difícil de superar en el grupo con Paraguay. El por entonces entrenador nacional, Enrique Omar Sívori, sabía que un nuevo tropiezo en el altiplano arruinaría la oportunidad de organizar la fiesta en suelo propio en 1978.

Ante esta situación, en vísperas del arranque de los partidos, junto a su ayudante Miguel Ognomiriello trazaron un plan para sortear las dificultades de aquellas elevaciones. “La idea fue mía. Le sugerí a Sívori la propuesta de armar una selección de altura”, contó Ognomiriello. La organización parecía simple, aunque su armado demostraba lo contrario: un equipo paralelo, con nombres del fútbol doméstico, que se aclimatara a aquellas exigencias geográficas y les arrebatara dos puntos a los locales.

Un equipo de juveniles que entrenó en La Quiaca

El 19 de agosto, mientras los apellidos de renombre subían al avión para realizar con el DT una gira por España, un grupo de jugadores con mayoría de juveniles, emprendió rumbo norte hacia la ciudad jujeña de La Quiaca, que con sus 3400 metros mostraba una atmósfera semejante a la que planteaba la capital boliviana, para llevar a cabo un proceso adaptación por más de un mes.

Todos ellos, entre los que se destacaban las jóvenes presencias de Ubaldo Fillol, Enrique Bochini, Marcelo Trobbiani y Mario Kempes, estuvieron bajo la tutela del asistente técnico y las exigencias de Carlos Cancela, preparador físico del plantel.  Sobre el lugar, Ognomiriello comentó: "Tuve que salir a buscar un lugar. La altura de La Paz es la misma altura que Cusco y La Quiaca. Pero el hotel de La Quiaca estaba en reparación y no me podían dar alojamiento. El lugar más cercano era Tilcara y nos hospedamos ahí”, continuó.

El Club Estudiantes, a tres kilómetros sobre el nivel del mar, se volvió su centro de prácticas. Fueron largas y extenuantes jornadas de trabajo. La mayoría, boca seca y piernas estropeadas, le hizo frente al entorno y al sol que ardía sobre sus cabezas. Otros, en cambio, no lo soportaron. Reinaldo Merlo y Juan José López, acostumbrados al bienestar riverplatense, decidieron volver a los pocos días.

Por si fuera poco, desde el primer momento, aquella travesía fue librada a la improvisación y a la buena voluntad de los futbolistas y cuerpo técnico. Se habían diagramado algunos amistosos, pero varios fueron cancelados por no ser el equipo principal. “AFA ni nos llamaba por teléfono. No teníamos nada”, aseguró Ignomiriello.

Un partido olvidado por las Elecciones presidenciales

Era la Selección Argentina, pero la llamaron la Selección Fantasma. A partir del desconocimiento de la prensa y la sociedad, y para ganar un poco de reconocimiento, los jugadores decidieron fotografiarse para el diario Hoy, de Bolivia, disfrazados como el mote lo indicaba. “Cancela -recordó Ognomiriello- salió a buscar pasamontañas, pero como no encontró, compró cartulina e hicimos las capuchas como fantasmas”.

Partidos ásperos en diferentes escenarios. Desde Potosí hasta Oruro y desde Arequipa hasta Cusco. “Jugábamos tres o cuatro por semana y la mayoría de nosotros, sin darnos cuenta, nos acostumbramos a la altura”, confesó Rubén Glaría. Así, curtidos, pero a la vez desanimados, retornaron a Buenos Aires para reunirse con el resto del plantel del llano y viajar a La Paz para el choque trascendental. “Volví de aquel infierno -reveló Kempes- con 7 u 8 kilos menos”.

En Bolivia, el partido fue de alta tensión y gran importancia para allanar el camino de Argentina. Sin embargo, el pueblo estaba ocupado en otras cuestiones. “El país elige presidente”, publicaron los diarios y, en un recuadro minúsculo, indicaron la existencia del encuentro.

A la tarde siguiente, 23 de septiembre de 1973, triunfó Juan Domingo Perón con el 62% de los votos y alcanzó la presidencia por tercera vez en su vida. Las calles, rebalsadas de gente, se olvidaron también de la Selección nacional, que ganó 1-0, con gol de Oscar Fornari de palomita, pasado el cuarto de hora de la etapa inicial.

Una formación mixta entre “fantasmas” y “llanos”

El once titular formó con siete fantasmas y cuatro del llano; y en el segundo tiempo ingresaron dos fantasmas más para aguantar la diferencia y las embestidas contrarias. Argentina hizo historia aquella tarde, pero pocos parecen haberse enterado.

Incluso al propio Sívori se le escabulló de la memoria y, para el Mundial del año siguiente, solo convocó a cuatro de esos héroes (Fillol, Glaría, Kempes y Poy) que amalgamaron sus esfuerzos en las más arduas exigencias geográficas y debieron batallar, según Roberto Fontanarrosa, en “una guerra de nervios artificialmente fabricada por quienes tienen en sus manos la conducción”.

La AFA, que no había movido un dedo por ese combinado invisible, se colgó la medalla y sacudió su bandera. Mientras tanto, aquellos jugadores que le brindaron a 26 millones de argentinos una alegría que valió una plaza mundial, volvieron, de a poco y sin hacer ruido, a refugiarse en el olvido.

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