El Colegio Nacional, metáfora de la tragedia cultural

En pleno día en el corazón de Barrio Norte, los autos “suben” a la vereda de la calle Maipú y se quedan allí estacionados.

24 Septiembre 2023

El año próximo cumplirá 160 años la institución que albergó los sueños de desarrollo y crecimiento intelectual y moral de Tucumán. Pero el estado del Colegio Nacional “Bartolomé Mitre” ya casi no dice nada sobre sus glorias pasadas: más bien evoca una pesadilla. Enclavado en una ubicación privilegiada de la ciudad, al frente de la plaza Urquiza, y en las inmediaciones del teatro San Martín, el Casino -un caso aparte de ruina lamentable-, la Legislatura y otras construcciones de alto valor simbólico y arquitectónico, el edificio del Colegio exhibe rasgos de una caída dolorosa y sistemática, que se aceleró en los últimos tiempos. Lo cierto es que un ícono de la educación se transformó en ejemplo de la peor dejadez y de deterioro.

Basta con caminar por sus veredas rotas para comprobar el presente triste del Nacional, como sugirió el lector Enrique Julio Ortega en una carta al director publicada en LA GACETA el 1 de septiembre pasado. La vandalización de la institución supera los límites imaginables. No sólo sus muros fueron atacados por los grafitis, sino que sus espacios verdes sucumben ante la mugre y su empleo ilegal como estacionamiento. Aunque parezca mentira, en pleno día en el corazón de Barrio Norte, los autos “suben” a la vereda de la calle Maipú y se quedan allí al amparo de los trapitos que “administran” ese sector parquizado del Colegio como si fuera un garaje. La situación empeora de noche: ya se hizo costumbre que quienes frecuentan los bares y restaurantes de la zona utilicen no sólo la Maipú, sino también la Santa Fe, como área para estacionar autos y motos.

A la irregularidad que representa el “negocio” del aparcamiento se suma el hecho de que el Nacional ha sido convertido en un vertedero ilegal de residuos. De manera llamativa, aparecen montículos de basura en distintos puntos del acceso a la institución, quizá más frecuentemente en el espacio peatonal de la calle Maipú a la altura del ingreso a las canchas deportivas. Esta situación persiste, pese a los esfuerzos de recolección y de limpieza que se hacen esporádicamente. Pareciera que siempre son los mismos los que ensucian la vereda del Colegio, pero la agresión no ha generado una acción firme para impedir la impunidad por parte de los servidores públicos encargados de velar por la salud de la comunidad.

La convivencia de alumnos, profesores, vecinos y peatones con la inmundicia se ha naturalizado. El paisaje se completa con bancos y papeleros rotos; árboles, faroles y canteros sin mantenimiento; pozos abiertos y un busto de Domingo Faustino Sarmiento que a duras penas “sobrevive” en esa tierra arrasada. Todo el equipamiento del perímetro de la emblemática escuela sufre la misma suerte de la orfandad. Si el exterior presenta esta condición deplorable, resulta fácil advertir cómo se encuentran los recintos interiores, que no están expuestos a los ojos de la sociedad.

El Colegio Nacional “Bartolomé Mitre” fundado en 1864 es uno de los más antiguos del país y el más viejo secundario de Tucumán. De allí egresaron comprovincianos ilustres como Benjamín Paz, Benjamín Matienzo, Juan B. Terán, Silvano Bores, Tiburcio Padilla, Miguel Lillo, Julio Prebisch, Celestino Gelsi, Víctor Massuh y César Pelli. Seguramente en el cuerpo de profesores, y entre los estudiantes y ex alumnos hay líderes que no aceptan la degradación de la sede, y que están dispuestos a encarar la gesta que una institución con su prosapia y trayectoria merece. Si esas fuerzas se movilizan para exigir lo que corresponde a las autoridades estatales y devolver el brillo que el Colegio Nacional reclama de manera urgente, entonces se podrá celebrar sus 160 años de existencia sin la amargura que el aspecto actual provoca. Sólo la fe en la educación pública puede detener la transformación de esta institución venerable en metáfora de la tragedia cultural tucumana.

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