Videos falsos entre tanto horror verdadero

Videos falsos entre tanto horror verdadero

El video es impactante. Se observa a un soldado de espalda y frente a un helicóptero de guerra volando sobre la costa. El soldado, con precisión y frialdad, dispara con un lanzacohetes a la nave. Intenta dos veces, pero el piloto evita el impacto. Finalmente, el tercer disparo acierta y en menos de dos segundos, la aeronave se estrella contra el suelo de un paisaje desértico. Se escucha un grito de celebración y junto con el video aparece un texto que detalla que de esa manera las fuerzas de Hamas han destruido un helicóptero israelí.

El video obtuvo millones de reproducciones la semana pasada, especialmente en TikTok y Twitter, donde el contenido viaja a gran velocidad y sin demasiada información que precise dónde y cómo ocurrió ese ataque filmado casi con calidad cinematográfica. Sin embargo, el video es falso, ni siquiera ocurrió en el mundo real, sino que pertenece a una escena de un videojuego simulador de guerras hiperrealista llamado ARMA 3. El juego se puede conseguir fácilmente, cuesta un par de dólares y ya fue utilizado para falsificar ataques en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Ahora es el turno de Medio Oriente y puede servir para acusar a fuerzas de Hamas o de Israel. Solo basta un breve texto que confirme los prejuicios del espectador y el material tendrá la veracidad buscada por su creador.

Materiales como estos se están reproduciendo por “decenas de millones de veces” durante estos días. No es una exageración, sino el dato oficial de la plataforma X, antes llamada Twitter, quien aseguró que su comunidad de verificadores detectó este volumen de publicaciones en solo tres días. Además precisó que estos materiales son diversos y van desde imágenes de guerra fuera de contexto hasta vídeos de protesta o celebración obsoletos o no relacionados, vídeos falsos hechos con simuladores de juegos, afirmaciones de financiación estadounidense relacionada con el conflicto y afirmaciones sobre eventos específicos que tuvieron lugar en el conflicto.

A pesar de esta afirmación, la Unión Europea advirtió al propio Elon Musk, dueño de X desde el año pasado, por el volumen de información falsa que está circulando en torno a la guerra que se desató en los últimos días. El comisario de Mercado Interior y Servicios, Thierry Breton, alertó al empresario que su plataforma está siendo utilizada para difundir desinformación y contenidos ilegales. Esta denuncia se hizo pública a través de una carta que Breton envió de manera “urgente” a Musk, exigiendo que debe cumplir la ley europea de servicios digitales que establece obligaciones sobre la moderación de los contenidos. Como dicha norma establece, se exige a la compañía que responda de manera “precisa y completa” en 24 horas o podría enfrentarse a sanciones establecidas por dicha comunidad internacional.

La respuesta de Musk llegó el mismo día cuando, también a través de publicaciones en X, el empresario señaló que la política de la plataforma es de código abierto y transparente y le pidió a Breton que enumere las violaciones a las que alude, “para que el público pueda verlas”. Sin embargo, el funcionario retrucó en pocos minutos y le dijo a Musk que él es “muy consciente de los informes de sus usuarios (y de las autoridades) sobre contenido falso y glorificación de la violencia” y que correspondía a la empresa demostrar que está cumpliendo con las normativas europeas.

Otros videos que circularon en estos días muestran a supuestos niños israelíes en jaulas secuestrados por Hamas o vídeos de bombardeos y derrumbes de edificios. El material es falso o bien se utiliza contenido de otras guerras. La situación de crisis genera emociones fuertes, como la rabia o la indignación, que mueven a las personas a compartir dicho contenido sin mucho esfuerzo por saber si son o no verdaderos. El tiempo de atención es muy corto cuando estamos al frente de las pequeñas pantallas de nuestros celulares, donde no existen suficientes datos para contextualizar la situación. El poder de dichas imágenes es tan fuerte que consolida nuestros sesgos de confirmación y, quizás de manera inocente, enviamos dicho material a nuestros contactos. Ese accionar, tan rápido y sencillo, no hace otra cosa más que expandir la confusión.

Lamentablemente, la acción de las plataformas o de entidades que se dedican a la verificación de estos contenidos es más lenta que la desinformación. En el momento en el que se detecta algo falso, ya está circulando el mismo material u otro más reciente, en una plataforma distinta. Los algoritmos premian el tiempo de visualización y la cantidad de veces que se comparte un material y eso se produce en solo segundos, de manera simultánea en usuarios de todo el planeta. Por eso, en estos días intentemos ser un poco más inteligentes que lo que pretenden las redes sociales y decidamos por nuestra cuenta no expandir más información falsa, entre tanto horror verdadero.

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