De hacer deliverys y manejar un taxi rural, a ser el goleador histórico de Deportivo Marapa

Sebastián Dip es el protagonista de una historia de amor con el club que el pasado 10 de octubre cumplió 95 años. Resignó ofertas con el objetivo de ayudar en el crecimiento de la institución de Juan Bautista Alberdi.

CON LA COPA. Sebastián Dip, el enamorado de Deportivo Marapa, posa sonriente en el estadio con un trofeo. CON LA COPA. Sebastián Dip, el enamorado de Deportivo Marapa, posa sonriente en el estadio con un trofeo. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL.

“El amor es más fuerte”. La frase le cabe justo a la historia entre Sebastián Dip y Deportivo Marapa, el club que acaba de cumplir 95 años de vida.

Si bien nació en Buenos Aires, dio sus primeros piques y pateó por primera vez una pelota en Juan Bautista Alberdi. Su pasión por el fútbol llevó a que su familia deba hacer innumerables esfuerzos para concretar el sueño de aquel niño que sonreía cada vez que estaba en contacto con un balón. “Hice las inferiores en Atlético, en donde jugué hasta la Octava división. Como era mucho el gasto por los viajes, decidí cambiar de club. Ahí fue cuando comenzó escribirse mi historia en Marapa”, cuenta el delantero en diálogo con LA GACETA.

EN FAMILIA. Cuando no está dentro de un campo de juego, Dip disfruta de sus seres queridos. EN FAMILIA. Cuando no está dentro de un campo de juego, Dip disfruta de sus seres queridos. LA GACETA / OSVALDO RIPOLL.

Como un guiño del destino, en sus primeros 15 minutos con la camiseta del “león” dejó en claro cuál iba a ser la historia en la institución. “Debute a los 17 años en un partido contra Concepción FC. Faltando 15 minutos íbamos ganando 2 a 1 y el ‘Lobo’ (Eduardo Sáenz de Ugarte) decidió ponerme. Aquel día hice mi primer gol y terminamos ganando 3 a 1”, recuerda “Churay”, un apodo tan raro como característico en Alberdi. “Me dicen así porque, cuando éramos chicos estaba de moda decir ‘andá, achuralo’. Me gritaban eso y me tiraba al suelo para marcar. Primero me decían ‘Achura’ y después mutó a ‘Churay’”, explica.

A los 20 años, la vida lo puso ante una encrucijada. “A esa edad fui papá. Intenté ir a Buenos Aires, a Catamarca, a Salta o a Bolivia para jugar a la pelota. Pero la realidad es que no podía separarme de mi hija. No estaba dispuesto a dejarla de ver por el fútbol”, reconoce. “En Bolivia, no aguanté ni cinco días. Estaba en un equipo de Guabirá. Era muy lejos y siempre pensaba en que no iba a poder verla por meses. Agarré el bolso y le expliqué al técnico que no podía estar así. Me entendió y ahí nomás me volví para Alberdi. En Salta, me pasó lo mismo. Todos los fines de semana que jugábamos como local, terminaba y me volvía a Alberdi; aunque sea por un día. Nunca pude acostumbrarme a estar tanto tiempo sin mi familia”, agrega.

En ese momento el fútbol pareció quedar en un segundo plano. Dip decidió aprender oficios para poder llevar el pan a la mesa de su casa. Eso sí, nunca renunció a su pasión. “Trabajaba en la sandwichería de un amigo haciendo delivery o tomando pedidos. Además, salía a hacer viajes desde Alberdi a San Miguel de Tucumán con el Peugeot 505 que teníamos con mi papá. Me acuerdo que nos turnábamos dos veces a la semana cada uno. Lo hacía para ayudar en casa”, relata.

Dip reconoce que la figura de su padre fue fundamental para ganar la disciplina que exige el deporte. “Mi viejo me ayudó en todo. Me compraba botines, me colaboraba con mi hija y, sobre todo, me tenía cortito con los cuidados para ser futbolista. Lo perdí hace dos años, durante la pandemia; pero siempre estuvo en todo lo que necesitaba”, explica. “Mi mamá, además, tenía todos los recortes del diario en los que salía. Incluso, llevaba la cuenta de todos los goles que hacía”.

Vistió la camiseta de varios clubes del sur de la provincia, pero Marapa es su lugar en el mundo. A “Churay” todavía se le eriza la piel cuando recuerda el título de la Liga Tucumana de 2017. “Entre todos los equipos que jugué, tengo más de 300 goles. La mayoría los hice con la camiseta de Marapa; pero el año en que salimos campeones fue extraordinario. Hice 33 goles en 30 fechas y lo más lindo fue traer una alegría enorme a la ciudad”, dice el delantero que a los 39 años se mantiene intacto y que es el considerado el máximo ídolo del “león” de Alberdi. “La gente es muy fanática; así como te reconocen por los logros, siempre que hay una derrota te marcan la responsabilidad del resultado. Sos el bueno o el malo”, ríe con ganas.

LA GACETA/OSVALDO RIPOLL. LA GACETA/OSVALDO RIPOLL.

Dip no negocia la pasión por los colores

Pese a que tuvo varias ofertas para jugar el torneo Regional, Dip prefirió quedarse en su casa, junto al amor de su vida. “Me hablaron de Catamarca, pero dije que no. Creo que hoy es más importante estar en Marapa. Siento que el club tiene que seguir creciendo y que tengo la responsabilidad de aconsejar a los más jóvenes. Es un orgullo ser el goleador histórico de un club que ya tiene 95 años”, asegura y va un poco más a fondo en la cuestión. “Me da mucha felicidad que la gente me reconozca en la calle. Creo que voy a seguir jugando por uno o dos años más. Pero todo lo que viví en este club no me lo quita nadie; me dio todo y por eso voy a estar agradecido siempre”, concluye el icono del “león”; ese futbolista que dejó mil y una cosas de lado por seguir al lado del amor de su vida.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios