POESÍA
PREGUNTA POR LA SOMBRA
DIEGO KOVADLOFF
(Del Zorzal – Buenos Aires)
En Pregunta por la sombra, su nuevo poemario, Diego Kovadloff se nos revela y nos deleita con –por lo menos- tres virtudes más que evidentes: su condición de músico, de poeta narrativo y de dueño de una voz absolutamente propia. Diferente a la de su padre,
Santiago, cuya gravitación, prejuiciosamente pero igual, hubiera podido resultar inevitable. Es más: con esta circunstancia genética, que en no pocos casos suele volverse en contra, aquí ocurre algo diferente, los senderos se bifurcan. “A distinguir me paro -escribió Machado- las voces de los ecos”. El poetizar del hijo no es un eco de la poesía del padre, siendo la de ambos tan excelentes como diversas.
“Pregunta por la sombra” refiere a la pregunta que se formula un monje en “La sombra”, conmovedor poema, en el que aparece su ya señalado carácter narrativo y su musicalidad, otorgándole ésta una cadencia y una sonoridad contagiosas, seductoras, apremiantes. Y esenciales a la poesía desde sus orígenes, escrita más para el oído que para los ojos lectores.
“El orden de la casa / enmascara el sueño / de la noche que pasó. / Insisto en los ritos de siempre, / yo, / el que fundó un plano lógico / para evadir la desnudez; / el que transita el basural urbano / en busca de un oasis, / el que de lejos / oyó los armónicos del llamado. / A esta hora / un monje despierta, / lento se arrodilla / y en silencio / pregunta por la sombra.”
Sin duda esta “Pregunta por la sombra” del título es, leída sutilmente, de doble circulación: por un lado y exotéricamente es un interrogarse jungeano, interior, íntimo; y por otro, esotérico, es preguntar por el reflejo de la poesía misma, por ese “elogio de la sombra” que Borges hizo de su ceguera, pero que cabe ampliarlo metafóricamente al porqué de un insistir en un género –el lírico- que actualmente parece poco menos que clandestino. O, como sostenía Alberto Girri, clandestino hasta de la clandestinidad, anónimo, secreto, inexpugnable.
Claro que Diego Kovadloff no ha contribuido a que así sea, como otros colegas ininteligibles, que oscurecen las aguas para que parezcan más profundas. Todo lo contrario: nuestro poeta es, como él mismo se define en un poema, inteligible, transparente, sin claudicar del misterio que en última instancia es la poesía: “Pido por el resplandor, / por la luz / que pueda salvarme / del eclipse.”
A esta pregunta por la sombra que nos hace el autor le respondemos con un sí, gracias, Diego. Tanto por las sombras como por las luces de tus poemas, y te damos la bienvenida.
Fernando Sánchez Sorondo - © LA GACETA