Tres años sin el 10: “Con Diego iba al fin del mundo; con Maradona, no”

Signorini, “profe” histórico del astro, reveló detalles de vida junto a él y aseguró que en la intimidad era una persona magnífica.

ENTRENANDO. Diego Maradona se preparó para llegar de la mejor manera al Mundial de Estados Unidos de 1994, en un campo de La Pampa con Signorini. ENTRENANDO. Diego Maradona se preparó para llegar de la mejor manera al Mundial de Estados Unidos de 1994, en un campo de La Pampa con Signorini.

Las anécdotas son el mejor método para conocer (y recordar) a Diego Armando Maradona. Incontables son las memorias que mitificaron a un jugador de fútbol que se convirtió en un prócer moderno de Argentina.

Fernando Signorini es un preparador físico que estuvo ligado casi desde siempre al “10”. Lo conoció en 1983 cuando Diego jugaba en Barcelona y a partir de allí mantuvo un contacto estrecho. Por eso, es una fuente de consulta ineludible para poder conocer en detalles su vida.

“Fue la persona más importante de mi vida”, advierte “Ciego”, apodo que le adosó Maradona debido a que tenía graves problemas de visión. “El primer contacto fue en Barcelona. Estaba en Europa porque quería conocer cómo era el fútbol europeo; y cómo (César) Menotti estaba dirigiendo allá, decidí visitar el club. No sólo me atraía su propuesta de juego, sino la valoración ética que tenía. Porque si bien decía que ganar era importante, valoraba más los medios que se utilizaban para llegar a ese fin y que la trampa era una porquería tanto en el fútbol como en la vida. Eso me convenció a irme y buscar la manera que me autorice a ingresar a los entrenamientos”, agregó el “profe” que empezó a ejercer la profesión en 1972 en el club Rivadavia de Lincoln.

Su vínculo con el astro se dio a causa de una desgracia deportiva: la lesión que sufrió el “10” a causa de la patada de Andoni Goikoetxea. “Lo ayudé con la rehabilitación. Una vez que se recuperó, me hizo la descabellada propuesta de que fuera su preparador personal, y creó una profesión que hasta ese momento no existía. Era algo impensado, Diego fue el primerísimo en proponer algo así. Ese día mi vida cambió radicalmente”, recordó.

Sus primeras prácticas con el “10” no fueron fáciles. Es más reconoce que en el primer contacto se llevó la primera “lección” de la convivencia. “Quería conocer las condiciones físicas de Diego, por lo que lo sometí a diversos test. Entre ellos estaba el que había hecho Kenneth Cooper, que consistía en correr la mayor distancia posible en 12 minutos mientras se tomaban los metros recorridos, la frecuencia cardíaca y respiratoria”, explicó. “Él aceptó, pero lo veía desganado. ‘Esto no sirve para nada’, me dijo cuando terminó de correr. ‘¿Cómo que no sirve para anda?’, le respondí mientras pensaba que me quedaba sin trabajo. ‘No sirve para nada. ¿Cuánto tenía que hacer?’, me consulta enojado. Ahí le explicó que un jugador de elite tenía que rondar los 3.600 metros y que él solo había realizado 2.550. Entonces, me pregunta cuánto hacía yo. ‘Hago, como mínimo, 3.300 metros’, le digo. Apenas le respondí, se agachó, agarró una botellita y con un tono jocoso me dijo: ‘Bueno, entonces el domingo jugás vos’, ja”, relató casi sin poder contener la risa.

Compartir el día a día con Maradona hizo que pudiera apreciar las dos realidades del crack. “Era un chico divertido, pícaro, atorrante y de enorme ternura en el trato con sus afectos. Pero, cuando se exponía al todo el entusiasmo del napolitano, era como estar con un tiburón en una pelopincho. Una vez dije que con Diego iba hasta el fin del mundo, pero con Maradona me iba sólo hasta la esquina. Era insoportable esa vida. No sé cómo hizo para aguantar tanto tiempo el agobio”, confesó.

Pese a esta situación, Signorini reconoció que Diego hizo un gran esfuerzo de cara al Mundial de 1986. Para ello, puso en práctica el método del ciclista Francesco Mozer, quien dos años antes había roto el “récord de la hora” en tierras aztecas. “Empezamos a viajar a Roma constantemente para que lo evalúe doctor (Antonio) Dal Monte. México se presentaba como un país con condiciones extremas: las altísimas temperaturas, el smog y la menor presión de oxígeno no iban a permitir las marcas persecutorias que tanto lo jorobaron en España”, explicó.

Sin embargo, el trabajo físico no era suficiente y para convencerlo de dar el máximo tuvo que “mojarle la oreja”. “Diego sabía que ese torneo era de él o de (Michel) Platini, que era su rival en Juventus y en el mundo, y yo le decía que si se relajaba, perdía su oportunidad”, asegura, dejando en claro que Maradona fue el futbolista más determinante en la historia de los mundiales. “Terminó como la gran figura. Nunca hubo un campeonato del mundo en el que un jugador fuera así. El técnico de Canadá, que salió último, dijo que si tenían a Maradona, salían campeones”, comentó.

Si bien en México tocaron el cielo con las manos, la preparación para Estados Unidos 1994 fue el momento culmen de su relación. “Arrancamos el 10 de abril en la Estancia ‘El Marito’, a 40 kilómetros de Santa Rosa, La Pampa. Para mí, fueron los 10 mejores días de los más de 4.000 que acompañé a Diego. Fue un momento muy especial de su vida porque había abandonado el fútbol, aumento considerablemente de peso (casi 14 kilos) y tenía problemas de adicción”, dijo antes ir más a fondo en la cuestión. “Habíamos elegido ese sitio porque nos aseguraba la intimidad que no teníamos si estábamos en otro lugar. Fueron días en los que trabajó con convicción, entusiasmo, amor por la camiseta, por sus hijas y por la pelota”.

Pese a que la Selección llegaba con un equipo estelar, Signorini consideró que una “jugada sucia” de la FIFA terminó con sus ilusiones. “Argentina había llegado con un equipo poderoso. Pero una decisión perversa contra Diego, que había sido tan irrespetuoso con el poder y que en más de una ocasión los había ridiculizado, hizo que probaran ese serrucho afilado que tenían preparado para cortarle las piernas”, concluyó.

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