Fabián Soberón: “Naranjo esquina cuenta una serie de fragmentos de vidas de una serie de personajes”

En Naranjo esquina, libro recientemente publicado, se mezclan diversas tradiciones y genealogías. En esta colección de ¿cuentos? Fabián Soberón nos lleva a un terreno más, valga la redundancia, terrenal. Aunque sus ideas estéticas no desaparecen, Naranjo esquina es una vuelta de tuerca a todo lo antes escrito por el autor y nos traslada a un espacio completamente nuevo.

FABIÁN SOBERÓN. Cuenta una serie de fragmentos de vidas de varios personajes, sin que haya un personaje principal a partir del cual giran los otros. FABIÁN SOBERÓN. Cuenta una serie de fragmentos de vidas de varios personajes, sin que haya un personaje principal a partir del cual giran los otros.
26 Noviembre 2023

Por Ignacio Ortiz

Para LA GACETA - TUCUMÁN

- ¿Cómo describirías el libro?

- Naranjo esquina fue publicado bajo el género de cuentos. Es cierto que se trata de una colección de relatos pero hay una cuestión que me parece importante recalcar y es que los cuentos no están desvinculados, sino que forman una unidad de composición espacio-temporal, y esto los acerca al concepto de novela. Aunque claro, no pueden conformar una novela en el sentido canónico, en el sentido burgués del término. Más bien se trata de un conjunto de cuentos que se acerca al concepto de “novela inconclusa” o a una forma de impugnación de la novela. Según la definición de Leopoldo Marechal, una novela se propone contar un periplo vital completo o un conjunto de vidas que aparecen dentro de la novela conformando una gran vida. No se podría decir que mis cuentos dan cuenta de una vida, en todo caso son episodios o momentos de los personajes cuyas vidas siguen abiertas al final del libro. Naranjo esquina no es una novela en el sentido canónico, sino que es una novela tal vez como la pensaba Macedonio Fernández, como una antinovela o una novela inconclusa.

- Cuando hablás de cómo se entiende la novela burguesa, ¿vos sentís que este libro se acerca a lo que fue la vanguardia artística del siglo XX o te sentís lejos de este concepto?

- Mi relación con la vanguardia no es simple. Varios autores han hablado de la tradición vanguardista, y si esta se ha convertido en una tradición claramente ya ha dejado de cumplir su rol. Entonces, decir que uno quiere ser vanguardista en el año 2023, ¿sería otra cosa más que un ingenuo? Me parece que algunas operaciones de la vanguardia son interesantes. No me siento vanguardista, en todo caso diría que yo hago apropiación y uso, tomando la expresión de Piglia, de algunos gestos rupturistas. Recordemos que la vanguardia tiene una vocación de batalla y yo no quiero atacar a ningún oponente. Soy consciente de lo que fue la vanguardia y me apropié de un gesto de ruptura que ya propuso Flaubert en Bouvard y Pécuchet cuando empezó a romper la novela clásica. Las rupturas se iniciaron en el siglo XIX y ya llevamos cerca de 200 años de rupturas sucesivas. Me parece que en ese marco es que se puede entender mi voluntad de no apegarme a un género, en este caso ni a la novela ni al cuento de forma definitiva. Esa idea me genera, por un lado, la sensación de independencia que tiene todo escritor, todo artista y todo cineasta cuando crea, la agradable sensación de que uno dispone de las herramientas y hace, no lo que quiere sino lo que puede con lo que tiene a mano. Por otro lado me da la posibilidad de ver qué sucede cuando yo pongo en acción ese conjunto de recursos.

- Con un libro donde todos los relatos ocurren en un mismo espacio no pude no pensar en Macondo y todas las historias que se desarrollan allí y te quería preguntar, ¿cuál es tu opinión sobre la novela latinoamericana y este tipo de construcción que hace García Márquez y sobre él y su obra particularmente?

- García Márquez tomó a Faulkner como fuente principal. En relación con Naranjo esquina pienso en Faulkner y en Sherwood Anderson, quien no tiene la misma reputación en términos de recuperación de autores, pero fue tan importante para mí como Faulkner a la hora de escribir el libro. Sherwood Anderson escribió Winesburg, Ohio, cuyo planteo era moderno en el momento de su publicación. Él propuso la idea de crear un pueblo imaginario que tiene el nombre de un pueblo real y situó todos los cuentos allí. Yo me quiero quedar con ese término para pensar en Naranjo esquina. Lo que hice fue tomar la idea y trasladarla a un pueblo imaginario del norte argentino. García Márquez no fue un autor que yo tomé como referencia porque hay algo que hace que a mí no me convence. Lo que él presentó en sus primeros libros fue una propuesta desafiante en el contexto de la literatura de ese tiempo. Luego la convirtió en una repetición hacia el final de su obra y me parece que él mismo la gastó al convertirla en una fórmula. Yo no quería trabajar con una fórmula gastada, entonces fui directamente a sus fuentes, entre ellos Borges, quien también pensó en fuentes estadounidenses, como cuando apeló, en algunos de sus cuentos, a su relación con Poe, con Bierce y con otros autores. Apelé a las fuentes de Vargas Llosa y de otros escritores latinoamericanos Faulkner, Hemingway y Sherwood Anderson.

- ¿Y cómo hacés para introducir en estos cuentos lo que vos denominás en un artículo “Gótico del norte argentino”?

- Hace un tiempo propuse la hipótesis del gótico del norte argentino a partir de una analogía con el gótico sureño de Estados Unidos. Lo que sostuve en ese artículo es que, desde el punto de vista estético, hay características comunes entre el sur norteamericano ficcionalizado por Faulkner, Flannery O’Connor y otros, y lo que artistas argentinos crearon sobre el norte argentino aunque no le hayan puesto el nombre de gótico. Si pienso estos cuentos en relación a este concepto tal vez pueda decir que si están escritos a partir de pensar la cultura local o zonal en términos de Juan José Saer. Siguiendo este recorrido, los cuentos de Naranjo esquina pueden ser entendidos en términos de gótico.

- Los verbos generan digresiones temporales que dificultan encasillar a los cuentos en un marco temporal determinado. Eso genera un despiste.

- Tal vez esto que decís tenga que ver con la voluntad que tuve de convertir este pueblo imaginario en una cifra, diría Borges, de todos los pueblos. Por supuesto que es una utopía, nadie puede convertir a un pueblo en todos los pueblos, como en la idea de Emerson de que en un libro están todos los libros. Como aspiración trabajé la idea de que este pueblo fuera uno que condensara a muchos otros. Tal vez con eso tenga que ver la idea de que se torna por momentos difícil precisar en qué tiempo están ocurriendo las cosas.

- Hay una lista de correspondencias muy interesante entre este libro y Edgardo H Berg, la presencia de Edgardo en ambos libros, reaparece la política y la historia argentina, así como el humor y la ironía. Pero quizá esta lista se quede un poco corta, no sé si te gustaría ahondar en algunas de ellas.

- Ahora que lo pienso, recuerdo que algunos lectores me dijeron que habían leído a Edgardo H Berg como una novela también. Me dijeron que era una especie de novela en la medida en que el personaje de Edgardo aparece en todos los cuentos y se narra, de alguna manera, la vida de él aunque, por supuesto, como una novela fallida o inconclusa. No aspiré, como Balzac, a contar la vida de alguien en su totalidad, pero sí a contar una serie de peripecias que atraviesa Edgardo y los personajes que lo rodean. En este sentido, se podría decir que Naranjo esquina también cuenta una serie de fragmentos de vidas de una serie de personajes. Pero creo que hay una diferencia importante: no hay un personaje principal a partir del cual giran los otros.

- En Edgardo H Berg te introducís a vos como personaje, y en Naranjo esquina encontrás una forma de hacerlo también, el juego de Ricardo Piglia. ¿Cuál es la diferencia entre uno y el - otro?

- En el libro de Edgardo H Berg aparece mi nombre, pero esto no quiere decir que sea yo. En Naranjo esquina hay un personaje que se llama Augusto Rodríguez. Él es un periodista que regresa a Naranjo Esquina. Nunca se dice por qué se fue del pueblo. Pero los cuentos se van a ocupar de contar cuáles son algunas de las motivaciones por las que vuelve. Ahí entabla relación con Hasper, un verdulero anarquista, a quien considera una especie de padre. En esa relación empieza a moverse la rueda del libro.

Ahora bien, Augusto Rodríguez tiene los nombres que no uso: mi nombre completo, como figura en el DNI, es Fabián Augusto Soberón, y tiene el apellido de mi madre, Rodríguez. Lo que hice fue proponer un juego.

© LA GACETA

Perfil

Fabián Soberón nació en Alberdi, Tucumán, en 1973. Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización, es profesor de Teoría y Estética del Cine en la Escuela Universitaria de Cine y de Comunicación Audiovisual en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. Ha publicado sus textos en LA GACETA, Infobae, Perfil y Ñ, entre otros medios. Es autor de La conferencia de Einstein, Vidas breves, El instante y Edgardo H. Berg, entre otros libros.

Comentarios