Los precios seguirán subiendo antes de estabilizarse

Los precios seguirán subiendo antes de estabilizarse REUTERS

En el proceso inflacionario hay dos fenómenos paralelos aunque suele destacarse sólo uno, la pérdida de valor del dinero. Por supuesto que es preocupante pues afecta el ingreso real de las personas, pero hay otro de gravedad que observar: la distorsión de los precios relativos. Estos últimos transmiten la información del valor de un bien con respecto a otros. Por lo tanto, indican la contribución que las personas creen que ellos hacen a su bienestar. Y como están dispuestos a pagar para obtener bienestar señalan también dónde conviene invertir.

Véase un ejemplo antiguo, pero claro. Durante mucho tiempo el tenis en Argentina fue un deporte jugado por muy pocos y atractivo también para muy pocos. Hasta Guillermo Vilas. Él lo popularizó y atrajo multitudes a los partidos. Un público tan nuevo que cuando se convertía un tanto la tribuna gritaba gol, para fastidio de los tradicionalistas.

Más personas quisieron jugar tenis, por lo tanto demandaron clases de tenis y aumentó la demanda por profesores de tenis. Como quienes querían aprender estaban dispuestos a pagar y no había profesores suficientes éstos podían pedir mayores honorarios y las academias de tenis, para conseguirlos, también estaban dispuestas a pagarles más. Los profesionales de la educación física vieron que comparando salarios por hora convenía dedicarse más que antes al tenis y menos a las otras prácticas. Así, variación de los respectivos precios mediante, los recursos humanos (profesores) y materiales (producción de raquetas, pelotas, zapatillas…) se reasignaron a los usos más beneficiosos según el consumidor final.

Este mecanismo funciona para diversos cambios en la demanda y en la oferta y la combinación de condiciones guía la asignación de los recursos. Por ejemplo, un insumo encarecido lleva a economizar su uso buscando métodos de producción que necesiten menos de él.

Con la inflación tal mecanismo se arruina porque los diferentes precios no suben en la misma proporción al mismo tiempo. El dinero emitido se distribuye por la economía desde grupos distintos y específicos de personas (los primeros en recibirlo) y en consecuencia alcanza de manera diferenciada a las distintas etapas de las cadenas de comercialización y producción. Donde llegue primero habrá un alza de precios que no reflejará cambios en los gustos o en las condiciones de producción sino simplemente que el dinero llegó antes a unos demandantes específicos. Si la emisión adicional ocurre constantemente habrá oleadas de dinero corriendo de manera irregular por el sistema económico y no sólo con efectos en una dirección sino en varias; el flujo no es en un solo sentido sino que hay “rebotes” en las cadenas de producción por adaptación de precios desde los consumidores a los productores y viceversa, pero como además todos ellos participan de diferentes mercados esos movimientos también los afectan.

En consecuencia, hay múltiples variaciones de precios relativos que tienen como origen la emisión de dinero y por lo tanto ya no indican valoraciones relativas y se vuelve prácticamente inútil intentar alguna previsión sobre su evolución. Esto último, a su vez, incentiva a atender cada vez más el corto plazo y desincentiva las inversiones físicas para preferirse las financieras. Así, la asignación de recursos se realiza de manera ineficiente.

No es sólo que los ingresos pierden poder adquisitivo sino que la economía funciona peor, con desperdicio de recursos (en esto pone el acento la Escuela Austríaca de Economía, en la que dice abrevar Javier Milei, y no en la definición usual de alza sostenida y generalizada de los precios).

Todo esto puede empeorar cuando los gobiernos pretenden manejar los precios, agregando distorsiones reglamentarias a las propias de la inflación. Por ejemplo, tarifas desactualizadas implican sobreconsumo del servicio en cuestión, como (anecdotario de Recoleta) dejar el acondicionador de aire del departamento encendido al salir a trabajar para que esté fresco al volver a la tarde. Pero como los costos deben cubrirse aparecen los subsidios que significan emisión adicional y por lo tanto inflación. Para tener electricidad o transporte baratos se prefieren pagar carne, pan, leche, ropa y otros bienes cada vez más caros.

Algo así pasa con un dólar artificialmente barato, que incentiva la caída en las reservas del Banco Central y por su lógica escasez paraliza importaciones y con ello a la industria nacional, salvo que el importador use dólares obtenidos a la cotización del contado con liquidación lo que encarece la producción. Del mismo estilo es el problema con los Precios Justos, que por muy bajos conllevan problemas de abastecimiento pues no cubren los costos de reposición. Al mismo tiempo, esos precios quedan desfasados con respecto a los de los otros bienes (otra vez, interferencia en los precios relativos). Y el desabastecimiento, por desaliento de inversiones, tal vez también se notará en la energía este verano.

Pues bien, salir de todo eso requiere un sinceramiento de precios. Eso quiere decir saltos de precios. Del combustible, de varios bienes, de los servicios públicos, del dólar. Cómo se podrían atenuar los efectos es otra historia, pero es inevitable e imprescindible para que la economía funcione mejor y para que haya menores presiones inflacionarias.

Todo lo anterior es sólo parte de lo que habrá que aguantar desde este diciembre. Porque no hay nada instantáneo en economía y eso incluye tanto la suba como la baja de la inflación. Antes de la cuarentena la emisión de dinero demoraba alrededor de un año en tener un pico de efecto sobre el IPC. Milei cita estudios de efecto pleno, esto es, cuando una emisión determinada agota su impacto y ese período varía de 18 a 24 meses. Pero supóngase, en pro del optimismo, un año. Es lo que habría que esperar como mínimo hasta que comience a notarse una menor inflación si se detiene la emisión de dinero. Mientras tanto se estarán viviendo los efectos de las erradas políticas de precios y de la emisión por el malgasto electoral de Sergio Massa. No fue nada barato el gobierno del trío Fernández-Fernández-Massa.

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