La democracia como disciplina

10 Diciembre 2023

Por Salomón Nussbaum

Rabino-Kehilá de Tucumán

Habitualmente en los eventos festivos de la comunidad judía es común la expresión de un giro idiomático hebreo: Mazal Tov. Se expresa tanto cuando nace una criatura o en bodas; significa Buena Suerte o Buena Fortuna. El término hebreo Mazal se escribe con tres consonantes (MZL); esta sigla fue sabiamente interpretada por nuestros maestros, y nos remite a tres conceptos: (Makom) Espacio, (Zman) Tiempo, (Laasot) Acción. Nos indica que si nos encontramos en el lugar preciso, en el momento oportuno, desplegando la acción con el criterio y la convicción adecuada, se desencadenará un acontecimiento meritorio.

Lejos de ser una mera circunstancia del azar o fortuita, la democracia es un atributo de nuestra realidad, una construcción que se fecundó a partir de tributos múltiples y que se nutrió y se preserva por la custodia responsable y permanente de sus artífices. Es el resultado del empeño virtuoso de la sumatoria de las condiciones y los protagonistas.

Quienes tuvimos la dicha de transitar esta etapa democrática de cuatro décadas sin interrupciones y sabemos de la pesadilla que superamos, lo que fueron los duros y oscuros años de la última dictadura y los procesos de períodos democráticos truncados, reconocemos que este nuevo periodo democrático también tuvo sus tropiezos y momentos angustiosos. Aun a pesar de los reiterados momentos de conflictos y riesgos, pudo más la sensatez que volvió a equilibrar y dar más y más sustento al sistema. Quizá los argentinos tengamos la sensación de que en nuestra sociedad se dan ciclos determinados, que son parte de nuestra realidad predeterminada, y que esta sucesión de acontecimientos es irreversiblemente así. Creer que estos ciclos surgen espontáneamente o que son realidades generadas por determinismos e imponderables, es demasiado ingenuo.

La evolución de la Civilización y la Cultura nos demuestran que somos nosotros los artífices colectivos de nuestras debilidades y fortalezas, nuestras frustraciones y nuestros éxitos. En general la planificación y constancia no son nuestros atributos y virtudes más notorias como sociedad. La democracia es una construcción que demanda perseverancia, ejercicio, disciplina y esfuerzo continuo.

Esta realidad democrática de cuatro décadas es un proceso en el cual se sumaron con honor y dignidad múltiples protagonistas silenciosos. Se gestó con padecimientos y heroísmo superando rebeliones en un principio y desajustes severos de los cuales seguimos adoleciendo. Educación, seguridad, salud, justicia, etc. nos interpelan.

Es necesario abordar con responsabilidad el presente planificando el futuro, de ese modo seremos artífices virtuosos de un proyecto sólido y sustentable que integra y multiplica con equidad oportunidades para todos. La Tradición Judía enseña en el Tratado de los Principios Cap 1 que el mundo se sostiene sobre tres pilares: 1) La Torá, (Educación); 2) Culto, práctica religiosa (Espiritualidad); 3) La responsabilidad recíproca, (la tarea cotidiana) y refuerza el concepto diciendo: la verdad, La justicia y la paz sustentan el sistema.

La premisa central que consagrara esta etapa virtuosa de democracia esperanzada y la hará trascendente es que nuestra sociedad aprenda a honrar la memoria, y así desde el lugar preciso, en el momento oportuno, accionando con el criterio y la convicción adecuada, coronaremos con mérito como lo dice el Preámbulo de nuestra Constitución: “para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

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