¿El fin de la demagogia?

Hierba mala de la Argentina, muy de tanto en tanto, y con anuencia de buena parte de la sociedad, la demagogia es segada del campo político nacional, como parece ocurrir por estos días. Se instalan entonces un clima y un discurso en los que todo suena a responsabilidad, madurez, voluntad estoica de afrontar, a pecho descubierto, los dolorosos cambios que suponemos necesarios para que el país cure sus males. Conociéndonos ¿cuánto puede durar esta machada? ¿Quiénes le harán el aguante hasta el final?

¿El fin de la demagogia?
17 Diciembre 2023

La ausencia del Estado paternalista y consolador, su retiro sigiloso o abrupto, deja a los ciudadanos en un estado de libertad e indefensión comparable a una recién adquirida mayoría de edad: tenemos todo el futuro por delante, pero tendremos que andarlo solos. El filósofo Emmanuel Kant aludía a este concepto de «mayoría de edad» para referirse a la entrada de la sociedad humana en los tiempos modernos, en la era de la razón. El fin de la demagogia (o del «populismo», tal como ahora se lo enuncia) sería, en tal caso y principalmente, un giro hacia la racionalidad. Pero el giro mismo, en nuestro caso, no parece un acto racional, sino más bien el resultado de un impulso, una suerte de bravuconada electoral que nos conduce a un terreno desconocido para nosotros: el frío territorio de la lógica económica sin muletas, las heladas estepas donde las cuentas se equilibran, no se puede gastar más de lo que se tiene y no es posible consumir sin haber producido antes. Tal vez, ya metidos en ese territorio, descubramos que no nos gusta, y lloremos por la vuelta a casa como niños caprichosos y asustados. O tal vez no, y ese sea el camino de la reconstrucción del país sobre la base del principio de realidad, y dejemos atrás el otro, el acomodaticio principio del placer, que late con fuerza en nuestro inconsciente colectivo. Quién sabe.

Demagogia sin plata

La demagogia es toda política que favorece a las mayorías en lo inmediato, pero las perjudica hacia el futuro: pan para hoy y hambre para mañana. Son políticas difíciles de mantener en el tiempo, y por eso requieren periódicos y traumáticos ajustes para la puesta en caja del sistema. En la versión actual, los estertores del ciclo demagógico, la demagogia sin plata se reduce cada vez más al discurso, a la política de proclamas y símbolos, a la adulación de las mayorías, a la exaltación de las virtudes del pueblo y el escamoteo de sus faltas. La demagogia sin plata es la etapa triste, solitaria y final del ciclo, la peor, donde las promesas se degradan en explicaciones, y fenecen luego como excusas. ¿Cómo será el ciclo que viene? ¿Cuánto durará?

Libertarismo criollo

Se nos presenta la opción inaudita de ejercer un libertarismo criollo que ya vienen ensayando en buena medida las clases populares, las que sobreviven como pueden al margen del Estado, en negro y sin el amparo de nadie, practicando un capitalismo de changas en la selva del mercado: la llamada economía informal, cuyos actores no le tienen miedo al libre mercado, porque nacieron y se desarrollaron siempre en él, y les queda demasiado lejos cualquier sistema de contención social: no hay derechos laborales para ellos, ni convenios colectivos, ni subsidios, ni nada que se les pueda quitar, porque no les llega ni lo bueno ni lo malo de la presencia del Estado y no van a reclamar nunca su regreso; son una mezcla heterogénea de cartoneros, freelancers, programadores, vendedores ambulantes y youtubers, entre muchos otros. Son los islotes sociales con menos espaldas, pero mejor adaptados a lo que se viene. El libertarismo criollo, un sujeto social salido de las alcantarillas del sistema. ¿En esta tropa irregular e impredecible se sustentará, de cara al futuro, el combate final a la demagogia? ¿Vencerán? Parece increíble, pero cosas más inverosímiles han ocurrido.

© LA GACETA

Juan Ángel Cabaleiro – Escritor.

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