Carlos Duguech
Analista internacional
No es difícil de explicar: Gaza, por cómo va desarrollándose la matanza indiscriminada de civiles (hombres no combatientes, mujeres y niños). Casi 26.000 en los primeros 100 días de los bombardeos ordenados por Netanyahu, desde el poder israelí, a partir del muy sangriento 7 de octubre sufrido. Y Ucrania, guerra próxima a cumplir dos años el 24 de febrero, por el insistente ataque de Rusia. La brasa de Gaza puede abrir el ancho portón, ya sin cerrojos, del país persa Irán -por ejemplo- y de países árabes, en solidaridad con el proto-estado palestino. Y ello podría ser foto de una realidad de continuar esa implacabilidad de Israel con su artillería incansable. Y lo de Ucrania, esa otra brasa tan cercana de la Unión Europea (y de la OTAN) de cuyos países está recibiendo armamentos y financiaiento, que incluye el riesgo latente del involucramiento con tropas.
Tercera Guerra Mundial
Involucrados tantos trebejos en el ajedrez de la muerte y la destrucción se evidencia una posibilidad: la que se sospecha en apreciaciones a veces tremendistas (guerra nuclear) que le dan nombre a un probable futuro: “Tercera Guerra Mundial”. Y que adquiera así consistencia como dato de una historiografía que se nutrirá de números voluminosos de la tragedia humana del Siglo XXI.
Por razones y acontecimientos de menor rango (suceden en Gaza y Ucrania) la denominada “Gran Guerra” (Primera Guerra Mundial) comenzó en 2014 y concluyó en 2018. La Segunda Guerra Mundial, se desencadena por un hecho parecido al que desencadenó Rusia contra Ucrania (Alemania nazi invadiendo Polonia en 1939). Se desplegó durante seis años como la peor matanza y destrucción de ciudades de la historia, incluyendo una prueba de campo nuclear: Hiroshima y Nagasaki.
Naciones Unidas
Son 77 “piedras” con las que tropieza la ONU. Desde el 29 de noviembre de 1947, cuando en una muy ajustadísima sesión la Asamblea General dicta la Resolución 181(II) de “Partición de Palestina”. 77 piedras. Una, cada año. No las esquivó. Tropezó con ellas y siguió. Parafraseando al gran poeta de la generación del 89 de España -Antonio Machado- los responsables sucesivos de Naciones Unidas se tomaron a pecho eso de que “se hace camino al andar”. Y fue escarpado, sinuoso. A veces con cortes dramáticos como le sucedió al enviado de la ONU, el conde sueco Folke Bernardotte como mediador entre israelíes y árabes. Venían de la “guerra de la independencia”. Ya conformado el Estado de Israel (14.05.1948) el mediador fue asesinado a tiros por el grupo terrorista judío Lehi (17.09.1948) porque entre sus propuestas a la ONU (la segunda que hacía) mencionaba la necesidad de retornar a su tierra a casi 750.000 palestinos desarraigados. Y sobreviene la limpieza étnica (1948), bien documentada en el libro del historiador israelí Ilan Papé*. Los responsables del asesinato fueron juzgados, y recibieron de David Ben Guion el indulto, inmediatamente. El grupo fue disuelto. Vale tener presente: uno de los principales impulsores de su accionar fue Yitzak Shamir, tiempo después, y por dos veces, primer ministro de Israel.
Oportunidades
La ONU dejó pasar las oportunidades, año por año. El 22.11.1967 su Consejo de Seguridad (CS) dicta la resolución 242. En lo esencial expresaba la necesidad del “retiro de las fuerzas armadas israelíes de los territorios que ocuparon durante el reciente conflicto” (“Guerra de los seis días”, preventiva de Israel del 05/06/1967). En el comienzo de esa resolución se afirmaba en el derecho internacional: “El Consejo de Seguridad (CS), insistiendo en la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por medio de la guerra y en la necesidad de trabajar por una paz justa y duradera en la que todos los Estados de la zona puedan vivir con seguridad”.
Durante la guerra del 6 de octubre de 1973 (“Iom Kipur”) iniciada por los ejércitos de Egipto y Siria que duró 18 días, se pretendía recuperar los territorios ocupados por Israel seis años antes. La intervención del CS esta vez produjo la Resolución 338. Lo novedoso es que confirma la 242 dictada seis años antes. Además de que impone el alto el fuego, propicia la realización de una Conferencia de Ginebra de 1973. Por ese entonces la propuesta al CS fue de los EEUU y la ex URSS.
Cada año transcurrido desde la “Partición de Palestina” por la ONU transmutó en cada una de las 77 piedras con las que la ONU viene tropezando. Sin desmoronarse -y a la vez sin lograr que su protagonismo en el orden mundial enunciado en las primeras palabras de su Carta se cumpla. La ONU se muestra prisionera de su debilidad: “Nosotros los pueblos de as naciones unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”… concluye con una frase de altísimo compromiso: “Hemos decidido aunar nuestro esfuerzos para realizar estos designios”.
Transcurrieron 40 años desde la creación del Estado de Israel (1948), consignada en su Declaración de Independencia, hasta septiembre de 1988 con la Declaración de Independencia de Palestina (en el exilio, desde Argel). Ambas incorporando siete veces la expresión “Naciones Unidas” en los respectivos textos. En ese período (40 años) la OLP (Organización parta la liberación de Palestina) utilizaba métodos de todo tipo, incluso terrorismo en su accionar y hasta pretendía la desaparición de Israel.
Después de esta declaración la ONU tropezó con otra piedra. Y como si nada, respecto de esta fundamental apertura de la Declaración de Independencia Palestina que involucraba, sin mencionarlo, a Israel.
Arafat-Rabin
En 1993 Yasser Arafat reconoció además, expresamente, al Estado de Israel mediante una nota oficial remitida al primer ministro Isaac Rabin que reconoció, a su vez, a la OLP como representante legítimo de los palestinos. Con la respuesta oficial daba inicio a las posibilidades de los acuerdos de Oslo. Semejante mojón en el larguísimo camino recorrido por judíos y palestinos parecía alejado de las ocupaciones de la ONU. No obstante se podrá decir que integró el “Cuarteto para la Paz en M.O.” Una construcción forzada y de sospechosos intereses, sobre todo de los otros integrantes del cuarteto más heterogéneo que se pueda imaginar: Rusia, EEUU y la Unión Europea (UE). Y es esto, precisamente, lo que propuso recientemente el secretario general de la ONU, Antonio Gutérrez.
Volver a un cuarteto que desde su creación, en el 2002, no ha concretado ninguno de sus propósitos respecto de la creación de los dos estados en la región en la que conviven malamente judíos y palestinos. Y no lo podrá hacer, porque dada su estructura sólo se mueven las piezas en beneficio propio: Rusia, EEUU y la UE. Un fracaso de la ONU que insiste en esa “piedra”. Una entidad llamada a promover objetivos dignos de su accionar, convertida en sobreviviente de las sanas intenciones expuestas en su carta nacida luego de la devastación que sufrió la Humanidad en la Segunda Guerra Mundial (IIGM).
Saltando las piedras
Quizás no baste. Probablemente sea tomado sólo como un signo. Pero sería necesario que el secretario general de la ONU, Antonio Gutérrez se constituyera con su equipo de asesores en Tel Aviv y en Moscú, para proponer lo que es necesario para desarticular la escalada guerrera desde Israel y Rusia. Para con ese acto revertir el inoperante accionar de la ONU. Y particularmente, en el caso de Israel-Palestina, diseñados como nación cada una de ellas desde 1947 (hace 77 “piedras”) para hallar el sentido a esa ONU.
Y en cuanto a Rusia, poner de manifiesto que la propia constitución de su Consejo de Seguridad ñl (CS) adolece de una ética universal mínima al consentir por reglamento que Rusia es miembro permanente con poder de veto. Que se aprovecha de ello para hacer su guerra -que no la llama “guerra” -contra un país soberano, Ucrania, sin que el propio CS pueda decir palabra alguna contra la Rusia de Putin. Algo puede cambiar, en el mejor sentido, si el portugués Guterrez se dispusiera a viajar a esos destinos desde donde se soplan las brasas de una funesta IIIGM.
“Genocidio”: la denuncia
El país multirracial de Mandela, país que sufrió el apartheid, denunció a Israel ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en el Haya, por genocidio. Impensada intervención sudafricana que abrió un nuevo frente para evaluar las matanzas en Gaza. Se fundamenta en la Convención para la Prevención de Genocidios (Un tratado de 1948).
(*) LA LIMPIEZA ETNICA DE PALESTINA-IlaniPappé-CRITICA - BARCELONA