“Jaldo no es Manzur”

Hay una delgada línea entre ser osado y ser imprudente. Y a esa frontera la marca el resultado de aquella decisión intrépida. El gobernador Osvaldo Jaldo pasa los días y las noches con esa duda. Sostiene que el volantazo dado en enero le está dando frutos. Sus detractores, que crecen en silencio tanto como las plantas en verano, entienden lo contrario. Por ahora, el mandatario busca convencer –y convencerse- de que tomó el camino correcto, pero sólo el devenir de los acontecimientos dictará sentencia.

Lo primero a decir es que Jaldo no es el primer peronista que decide apoyar a un gobierno de otro signo político. Antecedentes, en Tucumán y en el país, sobran. Pero sí llama la atención el momento en el que lo hizo y la soledad con la que obró. Desde diciembre, el gobernador comenzó a recibir llamados de sus pares del justicialismo para plantarse ante los arrebatos del presidente Javier Milei. Jaldo evaluó desde un principio que ese camino no lo llevaría a ningún destino y así empezó a madurar el salto. Tejió relaciones con funcionarios nacionales, algo realmente insólito con un gobierno ciclotímico, y avanzó en desanudar todos los nudos que la Casa Rosada le había dedicado a Tucumán.

Por eso siente que le recompensaron el apoyo. Y lo repite ante quien se le cruza. Asegura que las medidas que impactaban de lleno en la producción de azúcar y de bioetanol quedaron en el olvido, y que lo mismo ocurrirá con el limón. En paralelo, sostiene que Milei le viene cumpliendo. Desde su razonamiento, entonces, no habría nada ilógico. Las contradicciones aparecen cuando se pretende realizar un análisis ideológico y partidario. Y ahí también hay que realizar una salvedad trascendente. Aquí no hay amor ni compromiso, sino simplemente una cuestión de subsistencia.

Para entender esa dinámica hay que partir de una premisa: Jaldo no tiene ninguna aspiración nacional. Su única preocupación es gobernar la provincia y proyectar una eventual reelección en el cargo en 2027. Es decir, lo que los referentes kirchneristas, los sindicalistas y los popes del peronismo nacional opinen, poco y nada le importa. Su apuesta es meramente local, y con ese norte blanqueó su aval al megaproyecto de Milei. Si le garantizan recursos para salarios, servicios y alguna que otra obra pública, el saldo de esa alianza circunstancial para él será positiva.

Luego se abre otra discusión. ¿Vale la pena semejante exposición para tan poco premio? Quienes lo cuestionan y le reprochan su decisión aseguran que no. Pero eso también es un debate subjetivo: algo es mucho o poco según quién lo recibe y en qué condiciones se encuentre en ese momento. Por el momento, “El Comisario” prefiere destacar lo conseguido. Así, se jactó de que gracias a su lobby personal, la Secretaría de Trabajo de la Nación dictó en la noche del miércoles la conciliación obligatoria que permitió suspender el paro del transporte previsto para el jueves.

Por supuesto, desde la vereda de enfrente tienen otra visión. Incluso ponen en duda que el dictado de la conciliación haya obedecido a la gestión del tucumano: para sostener su hipótesis, advierten que un grupo de intendentes encabezado por el cordobés Daniel Passerini presentaron un escrito con ese propósito casi al mismo tiempo que el tucumano. Colgarse las cucardas, en este escenario de volatilidad, también es importante. Las percepciones de cómo sucedieron los hechos cuentan, y pesan. Por eso, ganar esa batalla es relevante.

Cierto es que todo este optimismo del Gobierno tucumano choca con una realidad: aunque en lo particular Milei le cumpla, como dice, en lo general todas las medidas que toma como revanchismo afectan a las provincias por igual. Y a algunas más que a otras. Por ejemplo, la falta de pago del Fondo de Incentivo Docente, justo antes del inicio del ciclo lectivo. O la intempestiva eliminación del Fondo Compensador del Interior, que permitía sostener el precio del transporte público, pone a Tucumán en un estado de indefensión total. Incluso, peor que otros distritos. La razón es que en aquellas provincias que ya cuentan con el sistema de la tarjeta SUBE, al menos los usuarios de menores recursos y que reúnan determinadas condiciones podrán acceder a los subsidios que brinde la Nación de manera inmediata. Aquí ni siquiera eso: la SUBE aún no fue puesta en práctica. Es decir; si la Rosada no le garantiza fondos a Tucumán, o el Poder Ejecutivo local aporta más recursos o será necesario autorizar una suba importante de los boletos para evitar un colapso del sistema. Lindo desafío enfrenta “El Comisario” para probar su muñeca y su relación con el poder central.

Quizás la decisión más atrevida que haya tomado Jaldo en este tiempo haya sido la ruptura con el bloque peronista en el Congreso. La creación del bloque Independencia en Diputados sí implica un gesto que excede el pragmatismo y roza lo político-ideológico. El asunto es ver si esa escisión se traduce en el Senado. Este jueves, Juan Manzur y Sandra Mendoza firmaron el pedido de sesión para acorralar a la Casa Rosada con el tratamiento de aquel decreto firmado por Milei para desregular la economía. El gobernador cuenta con el apoyo de Mendoza: en el entorno de la esposa del legislador José Orellana aseguran que ella hará lo que la Provincia necesite y requiera; sin embargo, aclaran que aún Jaldo no le pidió salir de la bancada de Unión por la Patria, como sí lo hizo con los diputados Agustín Fernández, Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla.

¿Y Manzur? Fiel a su estilo, el ex gobernador se mantiene en silencio y habla con un puñado de dirigentes que aún le son fieles. Según cuentan, le escucharon preguntarse “qué quiso hacer Osvaldo con todo esto”, y hasta advertir que a su sucesor le resultará muy difícil despegarse ahora de Milei. Aquí vale un paréntesis: cuando Mauricio Macri necesitó de gobernadores peronistas, encontró en el tucumano el primer aliado. De hecho, además de recibirlo con los brazos abiertos en los primeros años, el ex ministro de Salud nacional pronosticó el final del kirchnerismo y mandó a sus diputados a votar la reforma previsional, bajo las toneladas de piedras que caían sobre el Congreso en ese diciembre de 2017. Es contrafáctico, pero corresponde preguntarse entonces cómo hubiera actuado Manzur sentado hoy en el sillón de Lucas Córdoba.

“Jaldo no es Manzur”. Curiosamente, uno de los que mejor propaganda del actual mandatario hizo en Buenos Aires ante los aliados de Milei fue el ex intendente Germán Alfaro. A más de un interlocutor, entre ellos el propio Macri, le dio garantías del comportamiento de su ahora socio comarcano. Lo mismo hizo la senadora Beatriz Ávila en charlas con la vicepresidenta, Victoria Villarruel. Quizá por eso Alfaro haya sido una de las pocas personas con las que Jaldo analizó el impacto tras haber tomado la decisión de apostar por los libertarios. Que exista esa relación entre ambos, mucho más fluida y constante de lo que se pensaba, muestra también que a Jaldo le escasea una mesa política amplia propia. Del gabinete, sólo Darío Monteros y Regino Amado cumplen ese rol y, en la Legislatura, con algo más de recelo asoma Sergio Mansilla. “Osvaldo cree que todo lo hago en nombre de Juan, y no es así”, lo escucharon rezongar al vicegobernador Miguel Acevedo. Cuestiones de desconfianza aún sin resolver.

“¿Sabes cuál es la diferencia entre un genio y un loco? El éxito”, repitió Milei durante la campaña electoral. A dos meses de iniciada su gestión y con más de tres años de gestión por delante, el gobernador tucumano tomó una determinación riesgosa: ató gran parte de su futuro al de un Gobierno tan impredecible como disruptivo.

Comentarios