La ansiedad afectó los estudios y aisló a Sofía

El malestar llevó a la joven a dejar la escuela y a encerrarse. “La ansiedad trae otras enfermedades. Te consume y desgasta”, acota.

La ansiedad atraviesa la vida de Sofía La ansiedad atraviesa la vida de Sofía Foto: Diego Aráoz

Sofía tiene 19 años. A los 12 le diagnosticaron ansiedad. Desde entonces transita el proceso de conocer cómo sobrellevar esta dificultad: el desafío del tratamiento es que ella aprenda a manejar lo que le sucede. Sofía entró a la sala decidida a contar su historia porque considera importante hablar de salud mental en Tucumán. Ella es  una de las 256 personas encuestadas por LA GACETA con el objetivo de conocer qué lleva a los tucumanos de entre 18 y 30 años al psicólogo: en el sondeo dejó su contacto y, por ese motivo, fue convocada a seguir la conversación. “Cuando era más chica se me hacía muy difícil hablar. Con el tiempo me fui dando cuenta de que muchas personas de mi edad conviven con esto”, relata. Sofía es el nombre ficticio elegido con el fin de preservar su privacidad.

Para Sofía la ansiedad tiene un impacto determinante. “Es impresionante cómo reacciona tu cuerpo ante unos simples pensamientos. Te consume todos los días, te desgasta”, revela sobre su malestar. “Estos trastornos traen otras enfermedades que toman tu cuerpo”, refiere sobre los alcances de un diagnóstico como el suyo. Además, cuenta que la ansiedad se manifiesta como ataques de pánico en los que siente que puede realmente morirse. “Dejo de tener control sobre mí misma. La situación me afecta la vista, la audición y los movimientos”, precisa.

La ansiedad atraviesa la vida de Sofía La ansiedad atraviesa la vida de Sofía Foto: Diego Aráoz

Los ataques de pánico pueden encontrarla en la calle o cuando está sola. Sofía todavía está desarrollando los recursos para regular los episodios severos. Lo único que logra controlar es la respiración y focaliza todos sus esfuerzos ahí. “Todavía no encontré otra forma de calmar o disminuir esas sensaciones”, comenta un tanto abatida.

“Necesitamos cambiar como sociedad”

Sofía está terminando el secundario en un establecimiento nocturno. Sus crisis la obligaron a dejar la escuela. La institución a la que iba no supo contenerla. “A los ojos de un adolescente, la escuela es su segunda casa. Cuando me dijeron que no podía seguir, que no tenía lugar ahí, me entristeció mucho”, expone con pesar.

El proceso de dejar los estudios fue difícil y el camino para retomarlos, largo. “Nunca estás totalmente preparada para volver, pero eventualmente me sentí lista para intentarlo”, relata acerca de su convivencia con la ansiedad. “No todos los casos son como el mío. Yo dejé la escuela, pero otras personas tuvieron que dejar otras cosas”, apunta acerca de las limitaciones que acarrea el trastorno que padece.

La edad no ayudó a Sofía. “Estaba en plena adolescencia y me costaba entender que necesitaba ayuda”, reflexiona. “Pasé dos años encerrada en mi casa porque tenía mucha fobia social”, desarrolla. “Así conocí los ataques de pánico”, agrega.

Ni la escuela ni las instituciones de salud pudieron dar a Sofía la atención que ella necesitaba. “En las guardias no te atienden bien. No me sentí respetada. Te juzgan en la escuela, en el sanatorio y en el hospital”, evalúa Sofía. “Vas a los médicos y se ríen: te dicen que tenés que relajarte. No es tan sencillo hacerlo, no sirve que te manden a calmar”, profundiza respecto de su experiencia.

Para Sofía, muchas instituciones no están preparadas para recibir casos de ansiedad Para Sofía, muchas instituciones no están preparadas para recibir casos de ansiedad Foto: Diego Aráoz

Sofía señala que las áreas de salud mental están colapsadas. “Si vas a un hospital a pedir turno con un psiquiatra o psicólogo, te dan una cita para dentro de tres, cuatro o cinco meses. Hasta eso pueden pasar muchas cosas: incluso puede no llegar esa persona al turno”, comenta preocupada.

Abrazo

A Sofía le costó mucho aceptar su diagnóstico. “Casi al mismo tiempo comencé con la medicación”, explica. Le costaba tomar las pastillas. “Quienes sufrimos por razones de salud mental queremos mejorar, pero no podemos solos. Necesitamos ayuda profesional y, también, un círculo de confianza que nos acompañe. Es importante que la familia esté a tu lado”, observa al reflexionar sobre las dificultades que afrontó.

Ella la pasó mal también desde el punto de vista afectivo y emocional. “Tuve que cortar muchos vínculos cercanos y distanciarme de quienes no sólo no entendían lo que me pasaba, sino que también generaban malestar. Es lamentable”, comenta Sofía con el rostro afligido. “Necesitamos cambiar como sociedad”, dice.

Hoy Sofía continúa trabajando para mejorar su salud. El bienestar no es fácil, el proceso tiene altibajos. Pasan los años y las crisis no se van. En los días más difíciles le entristece pensar que esto la puede acompañar para siempre. En días como este viernes de marzo, Sofía está convencida de que pueden venir tiempos mejores. Por eso decidió hablar con LA GACETA: cree que la empatía es la salida.

“Yo creo que el sistema nos está dando la espalda y que el Estado no comprende la importancia de la salud mental”, enfatiza Sofía. “Creo que como sociedad nos falta ponernos en el lugar del otro”, analiza. Es difícil entender lo desconocido por eso esta joven quiere aprovechar los espacios para dialogar sobre lo que le sucede. “A quienes estén sufriendo por algo parecido, les doy un abrazo simbólico. Ojalá mi historia les sirva. No están solos”, cierra con una sonrisa comprensiva. La ilusión que la sostiene es que Tucumán se convierta en un lugar menos hostil para quienes sufren de ansiedad.


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