Javier Milei es un caso. Para algunos, un caso de estudio en relación a su impronta como gobernante disruptivo y para otros, se trata de un caso de chaleco. No es únicamente el apelativo de “loco” que lo acompaña desde la escuela secundaria, sino de las variantes que él “suele encontrarle a los problemas”, dicho por alguien que lo conoció en la Corporación América. Individualista al extremo, encerrado generalmente en sus pensamientos y “demasiado teórico”, el actual Presidente “se frustra demasiado cuando no se hace lo que él quiere” y le cuesta cambiar.
Más allá de que su Gobierno no tiene bancas a su favor, por lo cual el hágase su voluntad se torna difuso, Milei ha sido y es un animal con anteojeras: “va para adelante”, sigue diciendo la fuente. Probablemente, la situación se potencie ahora por la responsabilidad que se ha sabido ganar, porque si algo tiene el Presidente es que “no tolera perder”. Y mucho menos le gusta que la tribuna note que ha perdido. En sus tiempos de arquero en el Colegio Cardenal Copello él solía salir con la rodilla en alto para alejar a los rivales (y a veces lastimar) y esa actitud se potenciaba cuando su equipo se mancaba.
Para quienes lo vimos por entonces en ese rol, Milei era un provocador nato, como aquellos que en “Titanes en el Ring” jugaban el rol de malos. Más de una vez se fue silbado y el morbo de aquellos tiempos se emparentaba con las grescas que sus actitudes a veces generaban en la cancha. Con respecto al fútbol de ayer, el número uno de la Argentina de hoy no ha cambiado demasiado, ya que él no jugaba para agradar, salvo a los hinchas de su equipo, mientras ignoraba los abucheos de todos los demás.
Hoy, la rodilla de ese arquero son las redes sociales y los partidos los está jugando con los dientes apretados contra una clase política que lo resiste más de la cuenta porque él la ataca, aunque seguramente, Milei siente que esa actitud pone a mucha gente de su lado. Ya todo el capítulo del fútbol estudiantil es historia porque él ahora tiene responsabilidades que no debería poder ejercer con aquellos aires juveniles, pero igual parece seguir en sus trece.
Lo que parece cierto es que los goles en contra que ha sufrido el Presidente con la Ley Ómnibus y ahora con el DNU le han desarmado el plan de juego que quiso edificar desde su llegada al poder. Lo peor del caso es que esos y otros reveses le han sucedido en apenas 100 días de mandato, por lo cual las pruebas y los errores se visualizan como una grave pérdida de tiempo. Lo complicado es que esos mismos 100 días han corrido para todos y que allí está incluida gran parte de la sociedad que quiere hacer el esfuerzo, pero que está sufriendo demasiado por lo poco planificadas que han sido sus medidas de Gobierno, sin secuencias de ejecución y con demasiados zigzags. Ahora, el tiempo que le queda al equipo del Presidente para retomar el control del partido y al menos empatarlo, es cada vez menor.
Cuando por sus propios defectos o por inexperiencia, a un gobernante se le derrumba lo que estaba construyendo debería frenar sus emociones y empezar a pensar en cómo hacer para dar vuelta el partido, si realmente desea volver a empezar. Hay varias formas: ¿insistir en la estrategia que lo llevó hasta allí y continuar con la misma a rajatabla, aún a riesgo de repetir la debacle?; ¿replegarse para empezar de nuevo? o ¿consultar/dialogar con terceros para ver si lo ayudan? Un cuarto camino sería armar una trifulca para sacar chapa de guapo, patear la pelota lejos y que se termine el partido, pero eso en la democracia liberal de la Constitución significa apelar a caminos nada democráticos.
Lamentablemente, lo que ya no se puede reparar es el tiempo perdido, pero una estrategia para tratar de dar vuelta el resultado dependerá de varios factores, incluyendo el reconocimiento de la naturaleza y la magnitud de los defectos que llevaron al 0-2, del contexto político y social y de las capacidades de liderazgo y de gestión del equipo gobernante. La metáfora del partido que se pierde y que se deberá remontar sugiere una situación delicada, construida sobre bases que pueden no ser las más sólidas, ya sea en el ámbito físico o mental (errores propios) o por la herencia (ajenos). Tener dos goles en contra puede representar un fracaso, un desacierto, una crisis personal o una eventual desestabilización. La pregunta es: ¿tiene chances Milei de reconstruir todo y de mandar a su equipo para adelante o deberá conformarse en salvar sólo lo que pueda salvar?
También hay que observar cómo viene reaccionado el público que mira el partido y cómo se ubica el Presidente junto a la oposición política y a otros actores clave frente al resultado adverso. Esto también influye en la viabilidad de continuar con la estrategia actual o en la necesidad de apelar a un cambio de enfoque. Para empezar de nuevo, lo primero que podría hacer Milei es salir del rígido entramado mental que lo condiciona y hacer una evaluación objetiva de la situación para comprender la magnitud de las pérdidas y los defectos que llevaron a ellas. Esto implica identificar las causas subyacentes, reconocer los goles que se comió el arquero por errores no forzados y sus derivaciones a corto y a largo plazo.
Si el actual Gobierno cree firmemente en que puede superar los defectos y recuperar las pérdidas mediante cambios arriesgados pero necesarios, puede optar por persistir con la estrategia actual respaldada por medidas correctivas y adoptar un plan claro para mitigar los riesgos. Se sabe que si se persiste en seguir el mismo camino sin red, fatalmente se va arribar siempre al mismo lugar y que así le será difícil al Presidente generar estabilidad y confianza.
Buscar el asesoramiento de expertos en diferentes áreas no le baja el precio a un CEO de una empresa. Al contrario, lo agranda como alguien que tiene la apertura mental necesaria para conseguir colaboradores que puedan proporcionar una perspectiva externa y ayudar en la toma de decisiones informadas. Al respecto, Milei debería mantener un diálogo abierto y constructivo con líderes de opinión, partidos políticos y otros actores clave que pueda n ayudar a generar consenso y apoyo para una nueva estrategia.
Sea cual fuere el camino para revertir el resultado, será crucial monitorear de cerca el recorrido y ajustar los enfoques según sea necesario, ya que la flexibilidad y la capacidad de adaptación son fundamentales para el éxito a largo plazo. Finalmente, la decisión entre persistir con el riesgo o replegarse para reconstruir dependerá de una evaluación cuidadosa de la situación, la capacidad de rectificación, el contexto político y social y la disponibilidad de tener a mano alternativas estratégicas viables.
Prevenir un colapso, ya sea en contextos personales, profesionales o de cualquier índole, implica una combinación de vigilancia, adaptabilidad y, a veces, acciones decisivas. Cambiar de estrategia y abordar los desafíos puede ser efectivo, dependiendo de la situación, pero a veces puede llevar a terrenos pantanosos, pero éstos son los riesgos que deben tomar los líderes.
El Pacto de Mayo, la importante relación con los gobernadores y la lucha contra el narcotráfico obligan a Milei a dejar de comportarse como en el Campo de Deportes de su escuela. Al respecto, al día de hoy, tiene una ventaja impensada: es el capitán del equipo y conoce el puesto de arquero de memoria por lo que, desde atrás, es quien tiene el mejor panorama, el más completo de la cancha. Sólo necesita remover algunas telarañas para dejar de ser “un caso” y ponerse el sombrero de Presidente de todos.