Epidemia y salud mental: miedo y depresión, los efectos colaterales del dengue

Escondidas detrás del cansancio típico de la enfermedad, estas manifestaciones pueden presentarse durante la infección o después. Cuando el temor afecta la rutina de las personas se convierte en un problema y hay que pedir ayuda.

Epidemia y salud mental: miedo y depresión, los efectos colaterales del dengue

Vivir con miedo al mosquito. Colocarse repelente a cada rato. Tener terror de sufrir la enfermedad. La preocupación que genera el dengue en algunas personas las lleva a vivir en estado de alerta y ansiedad, y esta situación ya se está viendo reflejada en los consultorios de salud mental.

Hay quienes se contagian y ven un panorama dramático. Interpretan cualquier signo de su cuerpo como síntoma de una enfermedad grave. Y están los pacientes que ya sufrieron la patología y creen que sí o sí, si les vuelve a picar un Aedes aegypti, van a sufrir complicaciones.

Los especialistas en salud mental explican que la situación se torna compleja cuando el miedo empieza a limitar a la persona.

La psiquiatra Myriam Figueroa remarca que la cantidad de información sobre casos de dengue y los testimonios de pacientes contando cómo sufren la enfermedad puede generar temor a contagiarse y a sufrir.

“Al tener una sintomatología clínica tan evidente y al generar bastante dolor durante varios días, el dengue puede causar tristeza si la persona tiene predisposición a la depresión y se encuentra en un momento de quiebre o difícil de su vida. Algunos pacientes pueden sentir que se acentúan sus dolores emocionales a causa de la enfermedad y sí puede aparecer la depresión”, apunta.

Respecto del miedo, aclara: “es una emoción presente en todos y puede servir para generar conductas de cuidado que aumentan la supervivencia. La cosa es cuando se convierte en un problema; cuando ese temor imposibilita cumplir con la rutina”, detalla.

“Hay que cuidarse, pero no obsesionarse. Cuando una persona dedica mayor cantidad de tiempo a una obsesión estamos ante un problema”, señala. Para ser más específica, dice que el trastorno obsesivo compulsivo se mide en horas. Por ejemplo, si alguien dedica una hora por día para cumplir con sus rituales con el fin de evitar sus obsesiones -para evitar tener dengue y volver a tenerlo, en este caso- ya es para preocuparse.

El psicólogo Roberto González Marchetti, autor del escrito “El Dengue como amenaza, las consecuencias en nuestra Salud Mental”, cuenta que las personas tenemos mecanismos básicos de adaptación al ambiente, los cuales nos permiten garantizar la supervivencia.

“A través de la cultura, nuestra conducta fue evolucionando, y adquiriendo formas más complejas de acción. Pero continuamos con estas conductas primitivas, que nos envían señales, aunque el objeto sea distinto, por ejemplo, entre un guerrero extraño que ingresa a un pueblo de la antigüedad, o un virus o armas letales en la actualidad. Es decir, antes se temía más a lo concreto, a lo visible, y hoy en día a lo no visible, a lo que no se puede interpretar, aceptar y razonar su uso”, especifica.

Respuesta adaptativa

La respuesta del estrés es adaptativa, según remarca el profesional. Por eso, cuando vemos un peligro, automáticamente disparamos respuestas fisiológicas, conductuales y mentales. Si las logramos regular correctamente, podemos enfrentar la situación de una forma más controlable.

“El problema es cuando no conseguimos regular esa triada, y por ejemplo nos quedamos despiertos, o bien preocupados”, explicó. “Cuando comenzamos a interpretar al ambiente como aterrador y catastrófico, estamos ya en un dominio del miedo como emoción”, detalló. Según dijo, es un temor que, junto con la ansiedad, nos bloquea o desorganiza nuestras acciones.

Epidemia y salud mental: miedo y depresión, los efectos colaterales del dengue

“Es por eso, que las personas que tuvieron dengue, o fueron testigos de personas que padecieron la enfermedad en su familia, o están transitando los primeros días del alta, es probable que tengan un miedo activado, que se acompañan con conductas incontrolables y repetitivas, que son propias de la sobre interpretación, de la amenaza de la que fue objeto”, sostiene el especialista, que es presidente de la Federación de Entidades Profesionales Universitarias de Tucumán (Feput).

Depresión

Una serie de investigaciones que se realizaron en los últimos años revelaron que los pacientes con dengue no solo pueden presentar síntomas como dolores articulares y cefalea, sino que también pueden experimentar cambios significativos en su salud mental, como ansiedad y depresión.

Estas manifestaciones psiquiátricas pueden aparecer enmascaradas tras el cansancio típico de la enfermedad. Lo cierto es que no son pocos los médicos que ven en la consulta una queja habitual de los pacientes con dengue: el cansancio y la astenia.

“Por los síntomas del dengue, la depresión hace su aparición posterior a la fase final de la enfermedad”, apunta González Marchetti. En su opinión, algunos trabajadores, como por ejemplo los choferes de vehículos, después de padecer dengue no estarían en condiciones de volver al lugar de trabajo para cumplir con las mismas funciones que siempre desarrollaban. “Se debería hacer una evaluación neuropsicológica”, propone.

Otro factor determinante es la incertidumbre. “Necesitamos dar un sentido a la experiencia amenazante”, señala e psicólogo. Entonces, si la información no alcanza, la inventamos a partir de asimilar noticias fakes y amarillas o nos imaginamos. “Lo hacemos para sostener nuestra coherencia narrativa basada en el temor”, añadió.

Otros ejemplos son: cuando vemos lugares húmedos, o sentimos el ruido del vuelo del mosquito, o visualizamos al insecto. “La persona se asusta fácilmente, porque es una respuesta automática de la amenaza que evoca”, puntualiza.

“Hay quienes pueden llegar a estar en estado hiperalerta por las noches o las tardes, que son los horarios en los cuales circula el mosquito; o pueden llegar a tener taquicardia o sufrir tensión, y comienzan a centralizar su atención en todo lo relacionado a la defensa y ataque del dengue. Prestan más atención a las estadísticas, empiezan a explorar si existen contagios nuevos en la zona, pueden llegar a tener cambios en el estado del ánimo, y no quieren salir de su hogar. Toda esta conducta desorganizada, es automática, y episódica, hasta que logra la persona controlar sus emociones, y adaptarse al ambiente”, aclara.

El problema, según explica, es cuando estas actitudes se prolongan y comienzan a traer problemas en la vida cotidiana, puesto que el miedo, con a la ansiedad, se vuelve incontrolable. “Quizás ahí es el momento de pedir ayuda profesional, porque puede existir la presencia de otros problemas subyacentes, que se añadieron a partir de la estimulación del miedo en los recuerdos, y en la memoria. Por eso es importante tener un apoyo social y contar con una red, que nos permita superar el miedo, y la incertidumbre”, concluye González Marchetti.

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