Martín Goitea: “Hay que lidiar con lo que no se pudo escribir”

Entrevista al escritor jujeño Martín Goitea (1974), con respecto a las clínicas de obra narrativa: ¿es mayor la oferta actual que la demanda? ¿Hay más talleres que lectores? Una mirada actualizada sobre la oferta de diversos espacios de formación en el contexto editorial actual.

MARTÍN GOITEA MARTÍN GOITEA
10 Abril 2024

Por Mario Flores

En la vasta y referenciada tradición argentina en el taller literario, teniendo a grandes autores del canon nacional contemporáneo como cultores de larga trayectoria en el terreno del taller (Laiseca, Heker, Muzzio, Bossi, Masín), tanto como espacio de formación y desarrollo de obra para quienes buscan adquirir nuevas herramientas, pulir textos finalizados o establecer directivas con respecto a la asistencia editorial, tanto como para quienes sencillamente buscan una alternativa colectiva para la reflexión y la práctica artística sin “pretensiones literarias”, las clínicas de narrativa (cuento y novela) son las instancias de diálogo, lectura y devolución en la cual se intenta resolver cuestiones tanto estéticas como editoriales: ¿cuándo un libro está finalmente listo para encarar un proceso de edición? ¿Publicar es una meta única y final, o un paso más en la búsqueda escrituraria? Martín Goitea, el autor de “Los paisajes interiores”, responde acerca de las incumbencias artísticas pero también comerciales que refieren a la gestión de estos espacios: son muchos los autores -reconocidos o no, profesionales de la docencia o no- que ofrecen este servicio como una opción más a la hora de pensar cómo monetizar la actividad literaria en el contexto socioeconómico actual. Desde los talleres que buscan la construcción a largo plazo de textos pensados y corregidos con responsabilidad política y editorial, hasta los talleres que solamente se basan en cuotas y promesas de antologías impresas a fin de año (ediciones que se solventan con el pago de los miembros, talleristas devenidos en clientes, que deben ser los mismos que compran sus ejemplares, como una práctica mercantil endogámica que no opera en términos editoriales -sin mencionar que son libros producidos por imprentas prepagas, que jamás verán la luz en ferias ni festivales, sino apenas entre los miembros del propio taller-), son muchas las personas que acuden a estas propuestas como medios para concretar sus “sueños” de publicación, no así aprovechando la oportunidad para corregir y resolver problemáticas propias de la escritura y la creación. ¿Cuáles son esas diferencias y cómo se desenvuelven en el mercado de consumos culturales hoy? Y ¿cómo pensar el proceso de lectura y acompañamiento literario en la actualidad?

¿Cómo se construyen los espacios para poder revisar y concretar textos con perspectiva de publicación? ¿Hay más interés en publicar que en trabajar los libros?

En mi caso, al trabajar de forma individual, no es tan complicado. Con que el interesado esté abierto a poner en tensión el texto que con tanto esfuerzo y tiempo ha escrito, y además esté dispuesto a más esfuerzo y más tiempo para continuar obsesivamente con lo mismo, diría que el espacio, sea presencial o virtual, para encarar la instancia de corrección y reescritura que creo debe transitar un cuento o una novela, ya ha sido habilitado y aceptado por las partes. En un principio, descarto que esa actitud exista, y si no es así inmediatamente lo dejo en claro.

En el proceso de lectura, relectura y devolución de textos literarios, ¿cuáles serían las barreras a derribar por parte del autor y el tallerista?

Hay dos sentimientos con los que hay que lidiar: el enamoramiento respecto de lo que se ha escrito y la desilusión autodestructiva respecto de lo mismo. Incluso iría más allá: hay que lidiar, sobre todo, contra la decepción o frustración por lo que no se ha escrito, lo que no se pudo escribir. Esto último, es lo que, en definitiva, nos impulsa a intentarlo una vez más y volvemos a escribir. El corpus de texto escrito va a ser tomado como una masa flexible a la que se le dará la mejor forma para esa idea original que la concibió. Pero ojo, puede suceder que en el transcurso del trabajo hasta la idea cambie o se transforme, porque a veces en el texto no está lo que nosotros queremos y allí es donde está bueno buscar. ¿Buscar qué? Aquello que no controlamos y que puede resultar más interesante para la historia y para el lector. Si bien creo que, en el fondo, todos escribimos para publicar, es decir, para que alguien lo lea, para que exista un lector y la comunicación se concrete, muy a menudo no se corrigen los textos. O no se tiene en cuenta esta etapa del proceso de escritura. Me parece que esto ocurre, en general, por la autopublicación o por pagar para publicar. En estos casos no hay criterios editoriales. Sí, quizás, una editorial/imprenta que materializa el sueño de que nuestro nombre se vea impreso en letras de molde y el de hacer su negocio. Pero esto no va a suceder si quien escribe está más preocupado por presentarse como escritor que por escribir.

En el contexto actual social y económico, ¿cuáles son las principales dificultades a la hora de encarar nuevas producciones editoriales?

No estando involucrado en ninguna actividad editorial no podría responder eso con certeza, pero supongo que poder editar debe ser muy difícil, costosísimo, admiro a las editoriales de nuestra región que aun así continúan con su empresa sin sacrificar calidad, sosteniendo su labor de difusión de la literatura que se escribe en las provincias.

En cuanto al panorama literario y editorial del NOA, ¿cuáles son las características comunes en los libros que se publican habitualmente y cómo llegan al público?

Publiqué dos libros con editoriales (“Habitantes”, con Tres Tercios de Jujuy y “Los paisajes interiores”, con Gerania de Tucumán), en ambos casos trabajé junto a editores (Maximiliano Chedrese y Diego Font) con quienes consensué modificaciones y reescrituras, con el fin de que los libros quedaran lo mejor posible dentro de mi estilo personal y del conjunto de los cuentos. Creo que las producciones que las editoriales de la región ponen al alcance y en consideración del público tienen ese mismo respeto e interés por la diversidad de voces, estilos, temas, con estándares a nivel material como diseño e impresión que no dejan, en general, de sorprender por su gran calidad. En cuanto a la publicidad y distribución, si bien internet facilita y da un acceso aparentemente irrestricto, las editoriales independientes ven sus posibilidades limitadas para hacer llegar los libros a diferentes puntos del país: hoy el envío del paquete muchas veces es más caro que su contenido.

Tanto los talleres como las clínicas o servicios de revisión de textos suelen ser emprendimientos que muchos autores están encarando ahora, ¿se trata de una herramienta laboral que está siendo más publicitada y también más demandada?

Los talleres y clínicas son posibles salidas laborales. A escritores reconocidos y consagrados les reditúa más, como es lógico. No todos dan talleres ni clínicas, hay algunos que los daban antes de triunfar como escritores, hoy veo que algunos nuevos consagrados han comenzado a dar talleres. No creo que sean espacios demandados, sí muy ofrecidos. La expectativa que la propuesta genera en los interesados es determinante. Y esa cualidad, al menos a priori, después puede resultar un fiasco, que igual creo difícil que suceda, la genera los antecedentes de quien ofrece la actividad. En mi caso, más allá de que se trate de una fuente de ingreso, cuando coordino un taller también me veo interpelado en mi escritura, pongo en tensión lo que hice o estoy haciendo y, por lo tanto, puedo proyectar mejor lo que voy a hacer. Para dar un taller o una clínica, a mi vez, tomo talleres y clínicas, leo, estudio, investigo, en lo posible charlo mucho con amigos escritores.

Con respecto a tu propia obra, ¿cómo influyó todo este proceso y cuáles son tus próximos proyectos?

Hace un año publiqué una novela corta (“La pasantía”), que escribí para un concurso. O que me decidí a terminarla, porque ya tenía algunas páginas y en dos meses me concentré y llegué a término. Tuve suerte, salió bien, lo de ganar el concurso, no así la novela, quedé bastante disconforme, como era de esperarse. Ahora estoy luchando con una nueva, me cuesta mucho escribir, hasta que no tengo visualizada la historia y los personajes no puedo avanzar con fluidez. Una vez que parece que esa especie de catarsis de escritura frenética parece haber terminado, quedará en reposo (otra vez la metáfora de la masa, también sirve al del bloque de mármol como si se tratara de escultura). Con la distancia que solo otorga el tiempo, viene la etapa esta que propone la clínica, la de preguntarse ¿qué tengo aquí y qué puedo hacer con esto?

Martín Goitea nació en Pueblo Ledesma en 1974, y actualmente reside en San Salvador de Jujuy. Ha publicado “Los paisajes interiores” (cuentos, Gerania Editora, 2021), "Habitantes" (Tres Tercios Ediciones, 2015) y "Las terminales" (Fondo Editorial de la Sec. de Cultura de Jujuy, 2018). Realizó talleres con los guionistas y directores Israel Adrián Caetano y Alejandro Robinho, y también con los escritores Guillermo Martínez, Félix Bruzzone y Losi Havilio. La Clínica de Obra para proyectos en desarrollo de narrativa, a cargo del autor, es tanto presencial o virtual: [email protected].

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