Durante estos días de la segunda quincena de abril de 2024 (año del perro Conan), además de las noticias que hablaban de un milagroso despertar de las comunidades universitarias del país (quienes recordaron que “La Reforma”, al igual que las revoluciones, se consiguen gracias a un principio básico llamado rebeldía y a otro fundamental, llamado conciencia de clases), también los sectores reaccionarios y conservadores del Gobierno se encargaron de reinstalar el debate de bajar la edad de inimputabilidad a los 14 años, además de promover la construcción masiva de cárceles (iniciativa acompañada incluso por ciertos gobernadores), sin siquiera mencionar fallas y propuestas alternativas en las políticas sociales implementadas en los últimos 30 años. La igualdad de oportunidades seguirá siendo una quimera o un eslogan mientras primero no esté garantizada la igualdad de condiciones. La historia y la realidad de esta Argentina del Siglo XXI dan fe de ello. Tenemos Educación y Salud Pública con tecnología y profesionales incluso superiores -en muchos casos- a los del sector privado, pero también tenemos familias que van por su quinta generación de desnutridos o malnutridos, sin formación y sin trabajos formales. Todas estas personas tuvieron la oportunidad de acceder a las mismas, pero nunca dispusieron de las condiciones para hacerlo, desde la contención y apoyo familiar, hasta los platos de comida diarios; ropa; calzado y útiles necesarios, mínimos y básicos. Son la pobreza y la marginalidad estructurales que heredamos de las dictaduras del ’66 y ’76 y que nuestra Democracia aún no supo corregir y superar. En lugar de meter a una cárcel a niños de 14 años de edad, sería mucho mejor sentar a todos los actores de la comunidad (gobiernos; poderes legislativos y judiciales; organizaciones Intermedias y sector productivo) y que de allí salga un pacto social para trazar el camino de los próximos 14 años y que el mismo sea política de Estado, para que lo transite gobierne quien gobierne. Que las cárceles sean para los gobernantes que se salgan de ese camino y que los comedores, viviendas dignas, escuelas, colegios y universidades sean rutinas naturales y cotidianas de infancias que juegan y de juventudes que sueñan.
Javier E. Guardia Bosñak