Nuestras barriadas periféricas tienen ese algo que las hace únicas. Jamás te aburrís; por nuestras calles deambulan constantemente, especialmente en horas de la siesta, piperos lúcidos y zombis, motos de todas las marcas, desde las de alta gama hasta las “chorificadas”, que pueden ser esqueléticas o injertadas, con escapes libres y a toda velocidad; pero los que copan la parada son nuestros vendedores ambulantes; unos te ofrecen de todo un poco, focos, cables , plantas, envases, cubiertos, ropa usada, frazadas, ojotas, celulares, anteojos y remedios del abuelo, perros y hasta el loro de la madre; ya se imaginan cómo lo obtienen y para qué usan la plata: y están los que honestamente y con gran sacrificio te brindan un servicio de puerta a puerta. Temprano empieza el verdulero con su carro trayendo frutas y verduras: nos interrumpe el alto volumen de la bocina de las camionetas, que compran al mejor precio y al contado todo lo viejo -baterías, aire acondicionado, calefones, heladeras, secarropas, fierros, bronce y cobre y vidrios (los abuelos, por si acaso nos metemos adentro)-. Se entrecruza el que vende manzanitas acarameladas y pochoclos con el que en verano vende helados, palitos, bombón y achilata y con el cambio de temporada, en invierno, despertando a todo el mundo, por más que te tapes hasta la cabeza, con música incluida, escuchamos: “Atención chicos y familias, llegó el masitero, llegó la dulzura a tu barrio, para el té, el mate o la merienda, masas ricas, masas frescas, tengo ¡ooocho! variedades, las crocantes palmeritas, los cañoncitos de masa de hojaldre rellenos con crema o dulce de leche, porción de rico bizcochuelo, las deliciosas milojas, los exquisitos pañuelitos con crema y azúcar impalpable, los infalibles alfajores de maizena y los de chocolate, la tradicional pastaflora con dulce de membrillo y la infaltable, la única, la más larga, rica y ponzoñosa lengua de suegra”. Además anexaron rosquetes, tortillas a la parrilla, bollos y bolas de fraile y para cerrar la jornada, ya tarde-noche te venden empanadas, humitas y tamales calientes. La cuestión no es vivir pensando en los mentirosos superávit ni en la superinflación; hay que saber vivir peleándole a la crisis.
Francisco Amable Díaz